Archive for septiembre 2015

EL AGENTE DE C.I.P.O.L. O LA MISIÓN IMPENSABLE

26 septiembre 2015

Son los años de la guerra fría. Soviéticos y estadounidenses mantienen una más que tensa calma llena de escarceos, amenazas y desarrollo militar en paralelo, como para mostrar los dientes e inhibir al enemigo. Norman Felton y el especialista Ian Fleming planearon desarrollar una serie televisiva que retomara desde una perspectiva desenfadada y juguetona esta contraposición, siguiendo el modelo de James Bond. Con guion de Sam Rolfe nació El agente de CIPOL, que vivió de 1964 a 1968 con Robert Vaughn y David McCallum en los papeles de Napoleon Solo e Ilya Ilia Kuryakin respectivamente.

Dirigida y coescrita por Guy Ritchie, quien ya había retomado tema conocido en Sherlock Holmes (2009) y la trama de enredos con soltura y centrada en el mundo criminal en Juegos, trampas y dos armas humeantes (1998), Snatch: Cerdos y diamantes (2000) y RocknRolla (2008), El agente de C.I.P.O.L. (The Man for U.N.C.L.E, EU-GB, 2015) es una gozosa recreación de una época en la que todavía existían los secretos y el factor humano pesaba mucho más que en estos tiempos de sistemas, tecnologías y drones donde se libran guerras a kilómetros de distancia desde un resguardado cubículo, como se muestra en Operación letal (Niccol, 2014).

Una intensa persecución con pinceladas humorísticas en los linderos del Muro de Berlín para abrir boca y situarnos en el contexto. Un agente de la CIA y una mujer huyen de un implacable miembro de la KGB dispuesto a no soltar a su presa. Con la premisa de la pareja dispareja que termina siendo forzada a colaborar pese a sus notorias diferencias en formas, costumbres y estrategias, se detona una misión de idas y vueltas con aroma retro y emociones hábilmente repartidas para mantener el interés en el proceso y los resultados, particularmente en la interacción de los dos protagonistas.

Sostenida por un diseño de producción que vale por sí mismo, entre lucidor vestuario cual desfile deAgente CIPOL modas en situación, locaciones para extraviarse y todo un conjunto de objetos y detalles que en efecto nos remiten a los sesenta en su vertiente sofisticada y de la lucha por la hegemonía mundial, la cinta transcurre en consonancia con esta estética desde el punto de vista de la cámara, sus desplazamientos entrecortados y los encuadres de colorido contrastante con las oscuras intenciones de los malosos, aquí encabezados por una rica heredera (Elizabeth Debicki) y su galán (Luca Calvani).

Recurriendo con efectividad a la estrategia cómica de colocar dos tipos de acción contrapuestas en una misma escena (la persecución en lancha, la silla eléctrica), así como la reiteración de situaciones que se suceden en varios contextos (el beso imposible), el desarrollo argumental equilibra con flexibilidad y soltura tanto las secuencias de adrenalina como las de fino humor, sin que unas anulen a las otras. Se advierte un buen aprovechamiento de recursos para jugar fuera de la pantalla y dentro de ella, potenciando sus diferentes espacios y posibles divisiones.

Contribuyen a la precisión del tono las interpretaciones de Henry Cavill y Armie Hammer, como la pareja de espías que reflejan los clichés de sus respectivos países, no obstante que parecía una decisión arriesgada después de sus no del todo afortunados papeles de Superman y El llanero solitario. El tercer vértice es cubierto con gracia y audacia por Alice Vikander, combinando arrojo y distinción en los momentos apropiados. El elenco lo complementa un breve y siempre elocuente Jared Harris; un pausado y convincente Hugh Grant y Silvester Groth como el tío desquiciado.

Ritchie ha logrado actualizar una serie y un contexto retomando su esencia y adicionando un aliento de actualidad: parece que vemos al mismo tiempo una película de hace cincuenta años producida el día de ayer. Estamos ante el inicio de una franquicia que esperemos no termine dando círculos o redundando con el exclusivo propósito de atender a la taquilla. Una misión que podría parecer impensable pero que siempre es posible.

RELACIONES OCULTAS

19 septiembre 2015

Filmes que presentan situaciones poco comunes en las que se ven involucradas parejas y algún tercero o cuarto que aparece de manera inesperada. Pasados que no se pueden dejar atrás y presentes agitados en los que la aparente normalidad no deja que salgan a la luz algunas verdades que permanecen ocultas para los involucrados. Mientras tanto, Alfred Hitchcock y Claude Chabrol se pasean a sus anchas como los grandes maestros que son.

INICIO DEL TOUR DE CINE FRANCÉS EN LEÓN

En el sintético prólogo que sustenta y justifica con fuerza el desarrollo argumental, vemos cómo dos mujeres son íntimas amigas desde la infancia; después de seguir conviviendo durante la adolescencia de manera cercanísima, se acompañaron en sus respectivas bodas. Laura (Isild le Besco), está embarazada y muere poco después de parir; Claire (Anaïs Demoustier) le prometió cuidar de su esposo David y de la recién nacida, a manera de cumplimiento del pacto de sangre sellado desde que eran pequeñas.

Después de un periodo de duelo, Claire termina siendo impulsada por su correcto y convencional marido (Raphaël Personnaz) para que vaya a visitar al viudo y a la pequeña: la sorpresa es que encuentra al susodicho vestido con la ropa de la esposa, maquillaje y peluca incluidos. La primera justificación es que quiere hacerle sentir a la pequeña que tiene papá y mamá como si se tratara de El refugio (2009), aunque sea sintetizados en una sola persona, si bien después va reconociendo que era un gustito previo que de pronto se volvió a presentar.

A partir de ahí, se detona una tensa, humorística y angustiante búsqueda de la identidad personal y sexual no solo del travesti revelado sino de la propia joven, entre los propios prejuicios, los convencionalismos sociales (recordar los movimientos en Francia en contra del matrimonio gay y la adopción de parejas del mismo sexo) y el espíritu de la amiga fallecida, deambulando por los recuerdos y acciones de los protagonistas, cuya posición económica estable les permite tener tiempo para deprimirse, dejar de trabajar y, por supuesto, recuperarse para ir de compras.

La notable interpretación de Romain Duris contribuye a la construcción de este singular personaje lleno de preguntas pero con Tiempo de vivir (2005), todavía decidido a convertirse en quien supone realmente ser, proceso en el cual se ve inmersa Claire, reflexionando en torno a su matrimonio y sexualidad, a sus vínculos de amistad y a la relación que va construyendo con David y Virginia, su versión femenina, con todo y los sucesos que se ubican más en su imaginación o en su deseada fantasía.

Basada en la novela de Ruth Rendell y dirigida por el multigenérico parisino ya consagrado François Ozon (Sitcom, 1998; Joven y bella, 2013), Una nueva amiga (Francia, 2014) es un agudo retrato de los inesperados caminos que pueden tomar las nuevas configuraciones familiares, como lo había explorado en 5 x 2 (2004) y Solo los niños van al cielo (2009), así como de la construcción de las identidades de género más allá de las dictadas por el propio cuerpo o por las asignaciones sociales, tanto en términos de roles, como de expectativas depositadas en los demás.

LAS CONSECUENCIAS DE SEGUIR SIENDO LO QUE FUISTE

Que un matrimonio cosméticamente ideal se vea amenazado por un vecino gandaya, un resentido social del pasado, un deudor con ciertos dejos de razón o un fanático de la envidia, ha sido premisa argumental de películas de diverso nivel, entre las que se cuentan las brillantes El intruso (Michell, 2004), basada en la novela de Ian McEwan y El observador oculto (Haneke, 2005), inquietante retrato del maestro austriaco sobre los conflictos étnicos y de clase golpeando la puerta de tu casa.

Con estos fuertes antecedentes, sorprende la decisión y el logrado resultado del actor australiano Joel Edgerton de adentrarse en estos terrenos del thriller psicológico para presentar El regalo (EU, 2015), filme escrito por él y que marca su debut como director de largometrajes (cortos The List, 2008; Monkeys, 2010). Estamos ante una historia que va privilegiando las atmósferas y los descubrimientos paulatinos y verosímiles de quiénes son realmente los personajes, a partir de una edición acompasada y motivos musicales que tensionan calladamente las secuencias.

Jason Bateman y Rebecca Hall son absolutamente creíbles interpretando a la pareja acomodada que disfruta de su condición económica mientras busca reconstruir su vida, tras perder a un bebé y mudarse de Chicago a Los Ángeles. El propio Edgerton le da los necesarios matices al amigo raro de la secundaria que se aparece de pronto y los apuntes colaterales como el clasismo, el arribismo y los cambios en el mundo laboral, sirven de ideal envoltorio para los angustiantes y eficaces giros dramáticos. Hay que fijarse en los ojos porque el pasado no se puede dejar en el pasado.

Tom en el graneroFUNERAL ENTRE MAIZALES

Del joven quebequense Xavier Dolan acaba de aparecer en video Tom en el granero (Canadá-Francia, 2013), inquietante y asfixiante filme basado en la obra teatral de Michel Marc Bouchard, en el que seguimos al protagonista, un joven urbano de Montreal (el propio Dolan, frágil), en su viaje a la granja de la familia de su novio para asistir a su entierro, solo para darse cuenta que es un extraño incluso para sí mismo, premisa completamente captada por el score de Gabriel Yared.

Primero conoce a la madre de su pareja, una anciana de formas rudas que no sabía que era homo o bisexual, y después al hermano (su cuñado), con quien establece una relación que navega entre el abuso, el repudio y la complicidad; para aderezar el cuadro, una compañera de trabajo llega a la casa ostentándose como la novia del difunto, sin saber bien a bien los vínculos que existían o que están por construirse, siempre con la violencia a punto de estallar. La relación entre madre e hijo recuerda a la vista en Foxcatcher (Miller, 2014).

Una fotografía que contrasta los amplios campos con el hermetismo de la casa y una cámara con desplazamientos aéreos de elegancia tensa que se contrapuntea con su lejanía en momentos álgidos, enfatiza este duelo de manipulaciones, máscaras y callejones sin salida, con una creciente edificación de atmósferas opresoras, entre ganado que fallece, campos de maíz que cortan el alma y caminos que solo te regresan al punto de partida, como si el funeral en el que no nos atrevemos a hablar, fuera el propio.

JOYAS ANIMADAS

11 septiembre 2015

Si bien sabemos que en el mundo de los estudios cinematográficos de animación Pixar levantó el listón que han intentado alcanzar algunos competidores como Dream Works, Universal o Blue Sky, existen otras casas productoras reconocidas que, a partir de una propuesta estética inconfundiblemente imaginativa, siguen alimentando el género con filmes de sorprendente manufactura, integrando posibilidades tecnológicas con belleza artesanal y sensibilidad argumental.

DE LA REBELIÓN EN LA GRANJA A LAS LUCES DE LA CIUDAD

Uno de ellos es Aardman, fundado en los setenta por Peter Lord and David Sproxton que incorpora el clásico humor inglés y cuya carta de presentación fue Morph; en los ochenta, ya en conjunto con Nick Park, cabeza visiblemente creativa, diseñaron el video de Sledgehammer para Peter Gabriel y produjeron Un día de campo en la luna (1989), donde conocimos a los ahora célebres Wallace & Gromit, también protagonistas de Los pantalones equivocados (1993), la serie de diez cortos Cracking Contraptions (2002), Un asunto de pan y muerte (2009) y de La batalla de los vegetales (2005), amplia y justamente premiadas.

A partir de oportunos convenios, aparecieron las notables Pollitos en fuga (2000), Lo que el agua se llevó (2007), Operación regalo (2011) y ¡Piratas! una loca aventura (2012). Ahí está la técnica del stop motion llevada a sorprendentes niveles gracias a unas manos tan creativas como llenas de plastilina, demostrándonos que este dúctil material puede convertirse en arte puro, desenfadado y cómicamente costumbrista, heredando el humor mudo llevado a grandes altitudes por Charles  Chaplin, Buster Keaton y Harold Lloyd.

ShaunAhora regresan con la deslumbrantemente cómica Shaun, el cordero (Shaun the Sheep: The Movie, RU, 2015), luminoso largometraje dirigido a diez dedos por Burton y Starzak, basado en el inteligente y nada borrego personaje creado por Park, ya merecedor del protagonismo en una cinta de largo aliento después de sus constantes apariciones en televisión a partir del 2007 inspiradas, a su vez, en el corto Una afeitada al ras (1995), ganador del Oscar.

En esta oportunidad, la entrañable oveja lidera a su hato para, primero, romper con la rutina vivida en la granja bien vigilada por el perro pastor y, después, para rescatar a su cuidador extraviado con amnesia en la ciudad, ya vuelto una celebridad de la nada simplemente por realizar peinados cual eficaz trasquilador, frente a los peligros implícitos del cambio de hábitat y los provocados por un perseguidor de animales sin dueño.

Las logradas escenografías cual curso avanzadísimo de elaboración de maquetas, un score siempre a tono, aprovechando el bagaje de la música inglesa, , acompañan la hilarante travesía de este grupo de ovejas con mandíbula oblicua en busca de su pastor, contada a través de secuencias coherentes entre sí pero que valen por sí mismas como impagables sketches cómicos, como los disfraces utilizados que incluyen convertirse en una back pack.

No faltan las múltiples referencias ingeniosamente insertadas en la trama como la del misterioso artista callejero Bansky, los trajes de Breaking Bad, Robert De Niro en Taxi Driver, Hannibal Lecter en forma gatuna y la dualidad de La noche del cazador (Laughton, 1955), representada por el BARK/BITE en lugar del famoso LOVE/HATE de los nudillos, dándole un toque de intertextualidad a toda la escena de la prisión, dentro de la que también se identifica la presencia de Sueño de fuga (Darabont, 1994).

Unos cínicos cerdos parranderos, un oportuno toro, el gallo abriendo y cerrando la puesta en escena y un extraño y solidario perro callejero, que contrasta con el de los ojos locos siempre mirando fijamente, además de paródicos apuntes sobre el absurdo de la fama, complementan esta maravilla animada que consigue desplegar humor en varios niveles y para todo mundo sin descuidar el toque emotivo.

LA LEYENDA DE LA PRINCESA NACIENTE

El otro estudio clave en el universo de la animación contemporánea es Ghibli, salpicado de la deslumbrante cosmovisión japonesa, alimentada con historias de otras latitudes, y con una tendencia hacia la estética manual que entiende que la belleza está en el detalle. Fue fundado a mediados de los años ochenta por el gigante de la animación mundial Hayao Miyazaki junto con su amigo y maestro Isao Takahata y la primera película del sello fue Nausicä en el valle del viento (1984), del propio Miyazaki.

Vendrían después varias obras maestras de ambos a quienes se sumaron, siguiendo el estilo visual y la tonalidad de los argumentos, otros realizadores como Tomomi Mochizuki (Puedo escuchar el mar, 1993), Yoshifumi Kondo (Susurros del corazón, 1995), Hiroyuki Morita (Haru en el reino de los gatos, 2002), Hiromasa Yonebayashi (Arrietty y el mundo de los diminutos, 2010; El recuerdo de Marnie, 2014) y Gorō Miyazaki (Cuentos de Terramar, 2006; La colina de las amapolas, 2011), hijo del padre fundador.

El estudio cuenta con un museo en Tokyo, asentado en una hermosa casa que parece sacada de alguna de sus películas; desde que se llega, en un camioncito propio, la sensación inmediata es formar parte de un mundo fantástico pintado a mano, lleno de colores e historias emotivas. Desafortunadamente, Ghibli se encuentra en una reestructura  dadas las dificultades económicas por las que atraviesa, crisis acentuada con el anuncio dado a conocer por Miyazaki acerca de su decisión de colgar los lápices a color.

Justamente del cómplice Takahata, bien conocido por la imprescindible La tumba de las luciérnagasPrincesa Kaguya (1988), llega La leyenda de la princesa Kaguya (Japón, 2013), cuya historia se basa en el antiguo cuento El cortador de bambú, acerca de una pequeña niña que nace en una de estas plantas y es recogida por una pareja de ancianos campesinos sin hijos, quienes la educan como propia en el campo pero que al crecer deciden llevarla a la gran ciudad para que viva como lo que se supone es: una princesa en espera de un príncipe, aunque no sea azul.

De la natural y fresca vida en la comunidad rural, la heroína tendrá que pasar por el duro proceso de aprendizaje para ser de la realeza, recibir candidatos para casarse con ella y averiguar su identidad: de dónde vino, cuál es su destino y cuál es el significado de su presencia en este mundo, que parece ajeno al de su origen. A través de poéticas pinceladas vamos acompañando a esta pequeña para encontrar las respuestas a sus preguntas, mientras intenta ser feliz estrechando lazos afectivos.

Hermosamente dibujada, con trazos sencillos y colores apagados que se soportan en líneas negras, muy en consonancia con la tradición de la pintura japonesa que tanto influenció a los impresionistas, el filme encuentra un pausado dinamismo en ciertas secuencias con emotivos desplazamientos que permiten a los personajes, delineados con claridad y acompañados de un luminoso score, disfrutar de los amplios espacios naturales que contrastan con la vida en palacio. Una obra maestra de sutileza pictórica.

UN NEURÓLOGO SENSIBLE HACIA LA DIFERENCIA

2 septiembre 2015

Si bien estamos definidos como especie por nuestras características comunes, son las diferencias las que nos enriquecen, nutren y permiten que sigamos hacia delante en términos evolutivos y culturales. La normalidad no existiría sin la anomalía y los rasgos singulares permiten ampliar la mirada y reconfigurar justamente lo que entendemos por lo común, lo genérico. Porque nuestra complejidad implica, necesariamente, escaparnos de patrones peligrosamente homogeneizadores.

Ahora que se viven momentos de repudio hacia los otros, particularmente con el ascenso de ciertos partidos políticos radicales en Europa, la siniestra pornografía del Estado Islámico y la presencia del xenófobo precandidato republicano a la presidencia de Estados Unidos, que ha dejado de ser una mala broma para convertirse en una peligrosa vergüenza para la humanidad, parece urgente recordarnos lo valioso que resulta encontrarse y comprender a los de junto con todas sus distinciones.

ENGLISHMAN IN NEW YORK

Estas diferencias fueron justamente la materia prima para Oliver Sacks (1933-2015), neurólogo nacido en Londres y asentado en Nueva York, que trasladó su actividad científica, específicamente la desarrollada con varios de los casos médicos que atendió, a brillantes textos literarios, llenos de humanidad y cercanía con las personas protagonistas, no obstante haber recibido críticas por transitar sobre la delgada línea que divide la explotación de un paciente para fines personales y la difusión de sus condiciones en aras de construir conocimiento acerca de la mente y el cerebro.

En lo personal, la lectura de sus textos me ha permitido comprender mejor mi condición humana y en ningún momento percibí que los pacientes fueran retratados como fenómenos de feria, sino al contrario y gracias a la capacidad literaria del afamado médico y químico aspirante, como lo dejó claro en El tío Tungsteno (2001), identifiqué un rescate de sus atributos y una valoración de sus vidas en cuanto personas singulares. Además, se agradece que los grandes científicos, con todos los riesgos de rigurosidad que ello implica, intenten acercarse al gran público para hacer asequibles temas reservados a especialistas, aunque a las comunidades científicas no les gusten las celebridades.

Esta labor de difusión de la ciencia, oportunamente traducida al español por la imprescindible editorial Anagrama, empezó con Migraña (1970), volumen reseñado y alabado por el mismísimo poeta W. H. Auden (ver el artículo de Luis Miguel Aguilar, Un problema musical, Milenio 02/09/15), al que le siguió su célebre Despertares (1973), convertido en película homónima con tintes autobiográficos y dirigida en 1990 por Penny Marshall, en la que Robin Williams –otro hombre diferente- encarnaba al doctor que lograba el milagro de regresar a la actividad, vía la aplicación de una droga experimental, a pacientes con encefalitis letárgica, entre los que se encontraba el interpretado por Robert De Niro.

En Con una sola pierna (1984) el sujeto de estudio se vuelve él y reflexiona en torno a un accidente que sufre en una montaña de Noruega, afectándole una de sus extremidades inferiores, al grado de sentirla como si fuera un organismo externo. Publicó después su afamado El hombre que confundió a su mujer con un sombrero (1985), que incluye el caso de un cantante de ópera con agnosia visual y que dio origen a una obra teatral realizada por ni más ni menos que por Peter Brook y Marie Heléne Estienne, así como a una película para la televisión dirigida por Christopher Rawlence y coescrita por Michael Nyman.

TRANSITAR POR LOS VERICUETOS DE LA MENTE

En papel más antropológico dado el análisis de poblaciones específicas, publicó Veo una voz (1989), en la que se sumerge en las particulares condiciones de una comunidad en Massachusetts que presentaba una especie de sordera hereditaria, y La isla de los ciegos al color (1999), en el que analiza la incapacidad de una población de un par de islas de Micronesia para ver la diversidad cromática, y otro padecimiento de parálisis que convierte a los habitantes de la isla de Guam en estatuas o bien les provoca un padecimiento similar al Parkinson y demencia.

Uno de sus relatos, en el que se enfatiza la importancia de saber ver, sirvió de base para la olvidable cinta A primera vista (Winkler, 1999). Siete casos que nos permiten ampliar nuestra capacidad de admiración y de entendimiento hacia nuestros congéneres integran Un antropólogo en Marte (1995), una de sus obras más redondas y absorbentes que nos colocan de lleno en el proceso vivido por estos sobrevivientes.

En Diario de Oaxaca (RBA, 2002/2010) exploró la literatura de viajes y qué mejor que aprovechar unOliver Sacks recorrido por estas fascinantes tierras con el objetivo inicial de acompañar a la Sociedad Americana del Helecho (en efecto, existe), pero que trascendió a una descripción de la geografía humana. Musicofilia (2009), uno de mis favoritos, se interna por este misterioso mundo de los sonidos y silencios pero desde la perspectiva de las reacciones y sensaciones que puede provocar en diferentes tipos de escucha, además del gozo o la sublimación.

El mundo visual también resultó de su interés. Los ojos de la mente (2011) cohesiona peculiares casos de personas que, a pesar de haber perdido algunas habilidades para entender cierto tipo de textos escritos, se pueden seguir comunicando gracias al funcionamiento global de la mente, misma que puede generar visiones de cosas que no existen en la realidad tangible como se presenta en Alucinaciones (2012), libro en el que amplía la mirada acerca de este fenómeno que no es exclusivo de casos avanzados de pérdida de razón.

La muerte anunciada de manera sensible y celebratoria en una carta publicada por el New York Times (se puede consultar en español en Milenio o El País), le permitió escribir la necesaria y esperada autobiografía cuyo título, On the Move (2015), expresa de manera precisa la avidez y el disfrute de conocer, aprender, crecer, admirarse y, desde luego, vivir. Con nuestra propia mente. Con los demás, parecidos y diferentes, familiares y extraños.