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OSCAR 2012: METACINE

25 febrero 2012

Parece que este año la Academia estadounidense ha decidido celebrar al cine en general y a Hollywood en particular, sobre todo si atendemos la temática de las dos películas más nominadas: el cine naciendo como espectáculo y constituyéndose como industria. Además, una de las dos siguientes con más menciones se ubica en un clasicismo difícil de obviar que mira a una época en la que los filmes apelaban a estructuras argumentales bien ubicadas en géneros delineados. Creo que lo mejor que aportan los Oscares es la posibilidad de distribución para cintas estupendas que de otra forma solo se conocerían en su colonia.
Como suele suceder, hay olvidos inexplicables, raras inclusiones y actos tanto de justicia como de reivindicación. A fin de cuentas, se trata solamente de una premiación que realiza un grupo de personas con una visión particular, mucho poder y gran influencia mediática. No es la última palabra pero tampoco únicamente un ejercicio por completo banal. Sabemos que en el cine no importa tanto si un filme recibe el premio y otro no, de cualquier manera podemos disfrutar igual de ambos; no es una celebración deportiva: más bien hay que considerarlo como un divertimento. Demos un vistazo a las nominaciones.

PELÍCULA, DIRECCIÓN, ACTUACIÓN, ESCRITURA
En lo personal, me gustaría que el premio a mejor película fuera para El árbol de la vida, sin embargo, supongo que se lo llevará El artista, que no desmerece para nada, como tampoco Hugo, Los descendientes o Medianoche en París. En cuanto a mejor película extranjera, A Separation tiene fuertes posibilidades y en el terreno de la animación debiera ser premiada Rango y en corto animado The Fantastic Flying Books of Mrs. Morris Lesmore, no obstante la presencia de Pixar con La luna, puede pesar.
El premio a director podría recaer en el gran Martin Scorsese, aunque también Michel Hazanavicus se apunta como favorito. Nada mal que ganara Alexander Payne, uno de los realizadores recientes más talentosos del circuito, o Woody Allen y Terrence Malick, par de outsiders que trabajan al margen de las lógicas de la industria. Como mejor actor se presenta con amplia sonrisa Jean Dujardin y Meryl Streep como mejor actriz: George Clooney y Viola Davis también pueden subir al podio, respectivamente. El reconocimiento a mejor actor de reparto, debería caer en alguno de los dos octogenarios: Christopher Plummer o Max Von Sydow, mientras que la actriz secundaria puede ser Octavia Spencer.
El Oscar a documental largo parece que será para Pina de Wim Wenders o para Undefeated de Lindsay y Martin, mientras que para documental corto se apunta The Tsunami and the Cherry Blossom de Walker y Carstensen, seguido de Saving Face, mientras que Raju de Max Zähle y Stefen Gieren, hace lo propio como mejor cortometraje de ficción.
El premio a guión original debiera ser para A Separation o Medianoche en París, ambos girando en torno a rupturas de pareja aunque en contextos y tonos contrastantes; el riesgo asumido por El artista también es digno de reconocerse; por lo que toca al guión adaptado, podría ser para Los descendientes, la comedia dramática indie de rigor, si bien el trabajo de traslado de las páginas a la pantalla en Hugo, resulta notable.

ESTÉTICA VISUAL Y AUDITIVA
La mejor edición puede ir a parar a las manos de Hugo, al igual que el premio a mejor dirección de arte; por vestuario se apunta Jane Eyre. La fotografía debería ser para Emmanuel Lubezki por su deslumbrante y absorbente trabajo cósmico en El árbol de la vida, aunque se enfrenta a tres grandes: Kaminski, Cronenweth y Richardson. Los efectos visuales podrían ser para El planeta de los simios: (R)evolución o para Harry Potter, al igual que el maquillaje, categoría en la que la cinta del mago debiera ser premiado, salvo cuando aparecen ya mayorcitos convertidos en sosos cuarentones.
La música para una película podría recaer en John Williams, ya sea para Las aventuras de Tintín o Caballo de guerra, ambas de Spielberg; los premios para la mezcla de sonido y para la edición de sonido pueden ir a parar a la colección de Hugo o a la de Caballo de guerra, mientras que para mejor canción, se anota Man or Muppet, en una obtusa competencia que por algún extraño designio solo consideró dos opciones.

ALGUNAS AUSENCIAS Y UN LARGO ETCÉTERA
Directores: Duncan Jones, Lars Von Trier, Lynne Ramsay.
Películas: Drive, Shame, Margaret, 8 minutos antes de morir, Melancholia y Miss Bala.
Animadas: Las aventuras de Tintín, Operación regalo, Arriety y el mundo de los diminutos.
Documentales: The Interrupters, Senna, Nostalgia for the Light.
Actores y actrices: Michael Fassbinder, Tilda Swinton, Ryan Gosling, Leonardo Di Caprio, Albert Brooks, Charlize Theron, Patton Oswald, Kisten Dunst Woody Harrelson, Michael Shannon.
En fin, parte de la gracia del asunto de las listas y candidaturas es disentir con argumentos. Ojalá y todas las propuestas puedan pasar por nuestros ojos.

COMEDIAS Y AVENTURAS PARA CHICOS Y GRANDES

19 febrero 2012

Una serie de películas disponibles en la cartelera o en los videoclubes de la ciudad que transitan por pretensiones, alcances y públicos diversos, como para que todos en casa tengan su momento para ver alguna alternativa sin provocar discusiones innecesarias. Veamos.

1. Basada en un caso real y dirigida por Cameron Crowe, con todo y música de Jonsi, Un zoológico en casa (We Bought a Zoo, EU, 11) sigue la aventura liberadora de un padre y sus dos hijos que resienten la pérdida de su esposa y madre respectivamente. Con especial énfasis en la relación conflictiva que mantienen el recién viudo y su vástago adolescente y de éste con la chica que trabaja en el lugar recién comprado, el film alcanza momentos de genuina emoción, gracias a las convincentes interpretaciones de los jóvenes y de Matt Damon, así como a la inserción de diálogos que se mantienen cercanos, quizá no demasiado reveladores pero sí funcionales.

2. Dirigida por Brad Payton, Viaje 2: La isla misteriosa (EU, 11) continúa con la inacabable vernemanía que sigue dando ideas para que los estudios desarrollen y actualicen sus clásicos, no siempre con la mejor de las fortunas. Desarrollada un cuanto tanto de manera lineal, esta versión del encuentro con un pedazo de tierra extraviado donde todo lo pequeño es grande y viceversa, busca encontrar el gusto de las audiencias jóvenes incluyendo un romance y algunos efectos visuales que no cuajan del todo. Eso sí, un gusto volverse a encontrar con el gran Michael Caine que incluso ayuda a que el rudo Dwayne Johnson resulte simpático

3. En clave de comedia femenina para los tiempos que corren, sin el glamour artificioso de Sex & the City, Damas en guerra (Bridesmaids, EU, 11), alcanza hilarantes momentos de incómodo humor con el sello Apatow, a pesar de acusar falta de síntesis y presentar saltos narrativos bruscos que originan problemas de continuidad. Se coloca la amistad ante todo a través de una galería femenina de personajes arquetípicos cuya interacción detona jugosas secuencias cómicas: la de gran corazón a pesar de la rudeza que la acompaña; la que ya no aguanta a sus hijos y al marido; la rica nueva plato de segunda mesa; la tímida que se empieza a rebelar, la próxima a casarse y en medio de ellas la protagonista, una mujer con baja autoestima en proceso de neurosis y tocando fondo, con negocio recién quebrado, madre que no se cansa de aconsejar, compañeros de casa frikies, amante de cuarta y un policía querendón, soso pero al fin amable y comprensivo.

4. Dirigida por Richard Levine, quien debuta en el terreno de los largometrajes fílmicos, Todos los días (Every Day, EU, 10) posa su mirada sobre una familia en proceso de resolución de conflictos, a través del recurso de las secuencias paralelas: el hijo adolescente asumido como gay, el hermano pequeño a la deriva, la mamá cuidando al recién llegado abuelo y el papá en crisis silenciosa entre los reclamos de su histérico jefe por la ineficacia de sus guiones para televisión. Si bien falta cierta profundidad la presencia de Helen Hunt, Carla Gugino, Brian Dennehy, Eddie Izzard y Liev Schreiber, así como las actuaciones de los hijos, le dan un toque de verosimilitud a la historia.

5. Dirigida por el londinense Nicholas Stoller sin alcanzar la consistencia humorística de Cómo sobrevivir a mi ex (08), de cuyos personajes secundarios se deriva, y dentro de los dominios de la factoría del nuevo rey de la comedia Judd Apatow, quien funge como coproductor, Misión Rockstar (Get Him To the Greek, EU, 10) se sustenta en chispazos humorísticos –particularmente mediados por el exceso de sustancias sin receta- y parodias un cuanto tanto obvias acerca de la industria musical, la eterna adolescencia y, sobre todo, de la insoportable pesadez de ciertas estrellas rockeras que abrazan causas, más para su vanagloria que para ayudar, y se empiezan a considerar mesiánicos, entre que van y vienen anunciando sus caídas y levantadas de sus adicciones, como si el mundo pendiera de ello. La pareja protagónica antagónica (Jonah Hill y Russel Brand, ni mandados a hacer) sostiene la serie de gags un cuanto tanto inconexos que se van desarrollando en su trayecto de Londres a Los Ángeles.

6. La chica de mis sueños (Youth in Revolt, EU, 09) se desarrolla como una comedia romántica juvenil pero con apuntes una cuanto tanto al margen de las convenciones: la pareja protagónica interpretada por Michael Cera y Portia Doubleday, va configurándose en medio de simpáticas animaciones, personajes estrafalarios, viajes con hongos y situaciones que navegan entre la improbabilidad y la cercanía de quienes se encuentran en estos trances de amores juveniles. La dirección de Miguel Arteta (Una buena chica, 02) mantiene atinadamente el tono desenfadado de la propuesta.

THEO ANGELOPOULOS: LA ETERNIDAD DE ULISES EN LA NIEBLA

12 febrero 2012

El cine como recurso amplio para la expresión de posturas políticas, sentimientos encontrados, perspectivas históricas y mundos poéticos. No solo como un medio para contar historias, sino también como una oportunidad para darle forma visible y audible a una cosmovisión y a una postura ante la vida, desde un punto de vista siempre contextual y con interrogantes más que conclusiones, desenlaces abiertos más que resultados definitivos. El gran director griego Theo Angelopoulos falleció a los 76 años a consecuencia de un atropellamiento por parte de una moto. Fue el máximo representante del cine de su país a partir de los setenta, cuando los coroneles se convirtieron en dictadores, hecho que fue retratado de diversas maneras por el cineasta. Nació el 27 de abril de 1935 y murió el martes 24 de enero del 2012, estudió Derecho para después volverse discípulo del estructuralista Claude Levi-Strauss en la Sorbona; multichambas, regresó a Grecia a mediados de los sesenta y colaboró como crítico de cine en un periódico de tendencia izquierdista. Su primer trabajo fílmico fue Forminx Story (65), una especie de promocional que quedó a medias para este grupo de rock; le siguió un corto de 23 minutos titulado Ekpombi (68), en el que un grupo de periodistas va inquiriendo a la gente acerca de su opinión sobre el hombre ideal. Con Reconstrucción (70), en forma de thriller pasional cargado de simbolismos que nos remiten a conflictos de mayor amplitud, inició su proceso de mundialización como uno de los directores más importantes del siglo pasado. En El viaje de los comediantes (74) recorrió a lo largo de cuatro horas parte de la historia griega contemporánea, desde una perspectiva crítica: planos secuencias prolongados en los que se permitía al espectador reconstruir la escenificación; el filme formó parte de una trilogía integrada por Días del 36 (72) y Los cazadores (77), de alto contenido político y con los dardos dirigidos hacia el totalitarismo en que estaba sumida su patria: una paradoja cuando fueron ellos quienes le donaron al mundo la democracia. La fotografía poética captura a personajes solitarios en espera de un imposible futuro que ya se quedó muy atrás. Amigo de los festivales, ganó dos veces la Palma de Oro y el León de Oro en Venecia con Alejandro el grande (80), a la que le siguieron Viaje a Cythera (84) mejor guión en Cannes, El apicultor (86) en tono sicológico y la mirada sobre las fronteras en El paso suspendido de la cigüeña (91), ambas con Marcello Mastroianni. El silencio como recurso expresivo fue presentándose cada vez con mayor frecuencia en sus filmes. Dos personas y su aporte fueron muy importantes en la trayectoria fílmica del director: la música llena de melancolía de Eleni Karaindrou y el lirismo del poeta-guionista Tonino Guerra, colaborador también de Antonioni y Fellini, con quien empezó a trabajar en Paisaje en la niebla (88), viaje iniciático de dos niños en busca de un padre quimérico que habita en Alemania, justo antes de la caída del Muro. Europa en suspenso con una atmósfera borrosa cargada de elementos simbólicos: un árbol invisible, la mano gigante petrificada que surge del agua, el caballo muriendo, las motos como panal, carreteras nevadas y los comediantes una vez más rindiéndose. Escrita junto con Guerra, La mirada de Ulises (95) lo colocó en definitiva ante los ojos de todo el mundo: Harvey Keitel recorría pasados y presentes, mientras que La eternidad y un día (98) se constituyó como una intensa reflexión sobre la muerte. Y el estilo visual ya entrando en total madurez: planos generales para contrastar la pequeñez humana en comparación con las estructuras; manejo de los grises con el contraste del negro, la cámara que se queda fija atendiendo las reacciones de los personajes, mientras que la acción parece continuar fuera de cuadro; la composición armónica de los encuadres, a pesar de estar narrando rupturas y coreografías con personas como suspendidas mientras se desarrolla algún movimiento. Con Trilogy I: The Weeping Meadow (04), empezó a retratar la historia griega reciente; en un tono épico que arranca en 1919 con un grupo de refugiados de Odessa y la revolución bolchevique en apogeo, mientras se atraviesa parte del conflictivo siglo XX a partir del romance entre Alexis y Eleni, nombre recurrente que  aparece en Trilogy II: The Dust of Time (08), en donde un director de cine rememora a manera de ensoñación su historia y la de sus padres, con el escenario de los sucesos de los 50 años recientes. La filmación de El otro mar quedó suspendida por el abrupto fallecimiento del genio griego, al igual que el sueño de ver a una Europa más igualitaria, en la que su patria fuera parte integral del proyecto comunitario y no una nación cargada de problemas sociales y económicos, tal como hoy se encuentra.

LOS PLACERES DEL CINÉFILO: SCORSESE INVITA AL MUNDO DE LOS SUEÑOS

6 febrero 2012

Además de ser uno de los más grandes directores de la historia del cine, Martin Scorsese es un cinéfilo empedernido, un sólido puente entre el cine europeo y estadounidense, y un gran rescatador no solo de la cultura fílmica, sino también de la música popular, como se manifiesta en la serie discográfica sobre los imperdibles del Blues y el episodio Feel Like Going Home: The Blues from Africa to the New World (03), así como en sus documentales sobre The Band (El último vals, 78); Bob Dylan (No Direction Home, 05); The Rolling Stones (Shine a Light, 08) y George Harrison (Living in the Material World, 11).
Y su pasión por el cine ha quedado plasmada en A Personal Journey with Martin Scorsese Through American Movies (95), filme en el que además de plantear puntos de vista sobre estética cinematográfica, quedan claras influencias y admiraciones; en Il mio viaggio in Italia (99), recorrido absorbente por la historia del cine italiano, con énfasis en el neorrealismo y la aparición disruptiva de Antonioni, y en el corto/anuncio La clave reserva (07), en donde aprovecha la realización de un comercial de Freixenet para rendirle un homenaje a Hitchcock.
A raíz de que fue invitado como redactor del número 500 de la mítica revista Cahiers du Cinéma en 1996, se publicó el volumen Mis placeres de cinéfilo (Paidós, 2000), en el que este habitante de Little Italy recorre una buena parte de su intensa relación con el mundo del séptimo arte: se trata de una obra clave para comprender el contexto y la manera en la que se desarrolla una trayectoria artística mayor: dedicación, talento, visión propia, intensidad reconstructiva y enorme conocimiento del medio en el que se desenvuelve, en este caso, el cine y por extensión, la cultura popular.
De ahí que su reciente película, La invención de Hugo Cabret (Hugo, EU, 11), es una sensible expresión de un largo y emotivo vínculo entre Scorsese y el poder mágico del cine, cual vehículo para viajar al mundo de los sueños tal como lo promulgaba Georges Méliès, a quien se le rinde sentido homenaje en el film y que, ni más ni menos, descubrió que el cinematógrafo no solo servía para registrar, sino sobre todo, para narrar: el cine espectáculo tiene su origen en este visionario francés que, junto con parte de su obra, fue rescatado del olvido gracias a un periodista que lo encontró atendiendo una juguetería en la estación de Montparnasse en 1928, una vez que los monopolios y la I Guerra Mundial lo habían obligado a deshacerse de sus películas y sus fantásticas escenografías.
Siguiendo las artes de prestidigitador del director de La conquista del Polo (1912), a quien ya su tocayo Georges Franju había homenajeado en El gran Méliès (53), Scorsese aprovecha de manera brillante la 3D para darle elusividad y profundidad visual a la aventura de un niño huérfano (Asa Butterfield) que vive en las entrañas de la estación de trenes supliendo a su fallecido tío (Ray Winstone), intentando reactivar a un autómata probable portavoz de un mensaje de su padre fallecido (Jude Law), para lo cual contará con la ayuda de Isabel (Chloë Grace Moretz), cuyo malhumorado abuelo atiende, justamente, la juguetería de la estación (Ben Kingsley, conmovido). De hecho, su nieta escribió una biografía en 1973 titulada Méliès l’enchaunter, de alguna manera sugerida en el film.
La adaptación del hermosamente ilustrado libro de Brian Selznick por parte del guionista John Logan (Gladiador, 00; El aviador, 04; Rango, 11), consigue capturar la esencia del relato eliminando algún personaje -el amigo de Isabel, por ejemplo- y sirve de firme sustento para una puesta en escena de fantasía en la que la iluminadora cámara de Robert Richardson, cumpliendo 30 años como cinefotógrafo, se desplaza por los intramuros de la estación, siempre husmeados por el agente de seguridad (Sacha Baron Cohen, de risa contenida) con su perro-espejo y habitados por la pareja otoñal, la florista (Emily Mortimer), el bibliotecario (Christopher Lee, enorme) y el grupo de Django Reinhardt (Emil Lager), o bien se asoma de manera panorámica a París y se entromete al departamento del abuelo para encontrarse con su esposa o para capturar la exhibición de la mítica Viaje a la luna (1903), gracias al escritor fan (Michael Stuhlbarg, el hombre serio de los hermanos Coen), cual el propio Scorsese de finales de los 20´s y principios de los 30´s, efusivamente recreados con todo y la presencia de Joyce y Dalí.
La edición funciona como relojito para articular las secuencias de acción y angustia onírica, musicalizadas exhaustivamente por Howard Shore, con momentos de nostalgia pura, en los que el homenaje alcanza a varios de los pioneros del cine como Griffith, Porter, Wiene, Harold Lloyd, Chaplin, Buster Keaton y Douglas Fairbanks, entre otros. Cambiando de registro, Martin Scorsese ha realizado una familiar obra maestra para cinéfilos con llave de corazón, como el suyo o el de Méliès, con la imaginación suficiente para soñar frente a la pantalla.