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SONIDOS Y VISIONES DEL FIAC 2016: ENTRE LA SINGULARIDAD Y LA REITERACIÓN

30 noviembre 2016

Aprovechamos el desarrollo del Festival Internacional de Arte Contemporáneo en León para sumergirnos en algunas propuestas sonoras y tecnológicas que se alimentan de la innovación y la creatividad, buscando retomar elementos tanto del arte como de la ciencia cual mundos en expansiva colisión. En esta segunda entrega, una mirada y escucha a dos artistas representativos de las nuevas tendencias artísticas, siempre con los referentes históricos como soporte, que por fortuna están entre nosotros.

DEL BIT AL RUIDO, DEL BYTE A LA IMAGEN

Tristan Perich (Nueva York, 1982) ha buscado integrar lógicas provenientes del mundo de las matemáticas y la física con el arte sonoro y visual, cuales fórmulas y modelos puestos a prueba en intrincados pentagramas y encuadres de electrónica manufactura, así como en presentaciones en vivo donde crea escenarios orgánicos a partir de un enfoque digital lleno de bytes inquietos. Con base en ecuaciones y operaciones numéricas, desarrolla entidades musicales, instalaciones y dibujos en papel generados por máquinas que siguen determinados planteamientos programáticos.

Conocida es su pared microtonal de 7.25 metros, que estuvo en el museo de arte de San Diego a finales del año pasado, compuesta por 1,500 bocinas con una frecuencia específica que en conjunto alcanzan cuatro octavas; en este ámbito, también explora los intervalos y la noción de continuidad a través de frecuencias sonoras continuas, distribuidas en paneles de pequeños altavoces colocados estratégicamente. Su álbum 1-Bit Music (2004) fue realizado como un microchip en el que se sintetizó su música electrónica creada en vivo. (http://www.tristanperich.com/).

A largo de sus cinco movimientos y a partir de un solo microchip, 1-Bit Symphony (2010) tristan-perichestablece envolventes secuencias impredecibles de agudeza incisiva que se rompen y restauran en aparente casualidad, imposibles de pasar por alto. Desarrolladas en capas sonoras como si de un teclado multinivel se tratara, las piezas eluden las posibilidades melódicas para centrarse en estructuras de una extraña geometría, formando armonías contrapuestas con un particular sentido de la sinergia. En contraparte, se puede apreciar su obra 1-Bit Video, presentando imágenes en blanco y negro con baja resolución generadas por la síntesis de un microchip y rayos catódicos televisivos.

En este mismo sentido estético, Noise Patterns se integra por seis secciones que exploran las posibilidades del ruido, en cuanto a materia capaz de aparentar evolución y movimiento, creando justamente patrones solo susceptibles de ser descubiertos a posteriori. Si bien se puede escuchar en las plataformas digitales como si fuera un disco, el producto físico es un circuito sobre una tabla negra con un audífono que incluso tiene su pequeño switch de encendido, como para reforzar ese toque de digitalismo anacrónico que remite a imágenes polvorientas y llenas de pelusa.

ILUMINADA ELECTRÓNICA OSCURA

El trío londinense conformado por los artistas electrónicos e instrumentistas Matt Parker y Chris Amblin y por la vocalista nipona Ayu Okakita, navega entre varias influencias sonoras que van de las oscuridades electrónicas propias de los ochenta, al dubstep de reverberación hipnótica que tanta presencia tiene en las propuestas postmilenarias. Se bautizaron como Nedry en referencia al regordete empleado de Jurassic Park que tiene que enfrentarse con algunas de las lindas criaturas que se encontraban en cautiverio.

Ya colaborando directa y presencialmente después de una breve separación, el grupo debutó con el EP SZ (2010) de producción casera, que sirvió como impulso para consolidar su primer disco poco después: Condor (2010) resultó breve pero cautivante, gracias a esas vocales que han sido comparadas con Bjork y al tejido electrónico de creativo diseño, por momentos dejando que la luz lo traspase aunque con el énfasis puesto en una cuidada densidad.

Su segundo disco, titulado muy a propósito In a Dim Light (2012), inspirado en David Lynch y T.S. Eliot, según se ha señalado, marcó una sustentable permanencia que se extendió a una versión de remezclas. Las penumbras siguen rodeando una voz que combina cierto misterio con fragilidad y elementos cercanos al postrock y al trip-hop aparecen cual escenarios fantasmales que se disipan justo cuando podrían ser percibidos con mayor nitidez. La luz difusa, mientras tanto, se resiste a sucumbir del todo.

KRAFTWERK: YO, ROBOT

10 marzo 2014

Existen grupos notables que al paso de los años son más reconocidos gracias a su sensible influencia en géneros y bandas que incluso por sus propias producciones: son como los sembradores, cuya labor no se nota tanto como la de los cosechadores. De ahí que acercarse directamente a su propuesta, usualmente convertida en culto, nos puede deparar grandes sorpresas y revelaciones, además de permitirnos comprender en qué radica su enorme prestigio entre los entendidos, sobre todo después de pasado algún tiempo que permite valorar con mayor certeza qué tan clásica es una obra o grupo.
Un buen ejemplo es Kraftwerk, nexo estético entre la electrónica de origen clásico-experimental y el mundo del rock, entre las propuestas minimalistas y el synthpop, con todo y sus herméticos sabores funkies. Si bien en los años setenta alcanzaron una importante notoriedad, hoy en día parece ser un grupo exclusivo para los iniciados y arqueólogos que buscan las raíces de la electrónica en el mundo de la música: como apunta Half Nelson, “la importancia de una banda puede medirse en diversos ámbitos que quedarían reducidos a tres: repercusión popular, prestigio crítico y respeto por parte de otros artistas” (en Blánquez y Morera, Loops, una historia de la música electrónica, Reservoir Books, 2002).
Dejaron su impronta en buena parte de la música ochentera basada en teclados y en la música electrónica que tomó por asalto la década noventera: de alguna manera, en acordes, guiños o imagen, el cambiante cuarteto de Düsseldorf se ha hecho presente a través de otros artistas que siguen su paradójica ruta, como si fuera trazada por un robot con sensibilidad y corazón de poeta, palpitando detrás de esa aparente presencia imperturbablemente gélida.
Junto con Can y Tangerine Dream formaron el movimiento conocido como Krautrock, dentro del contexto alemán de los sincretismos musicales que se desarrollaron en los años sesenta: la música clásica y la popular encontraban vasos comunicantes de recíproca realimentación. Estudiantes en el conservatorio, Florian Schneider y Ralf Hütter trabajaron juntos en la banda Organisation y, tras participar en un disco, salieron para conformar el grupo con el que serán recordados, junto a varios músicos de breves estancias. Debutaron con Kraftwerk 1 (1971), en el que se empezó a plantear la ruta a seguir, con identificables esbozos de su propuesta ulterior.Kraftwerk
El espíritu robótico cobró más forma en Kraftwerk 2 (1972) y con Ralph and Florian (1973) se consolidó lo suficiente como para allanar el camino: en efecto, el seminal Autobahn (1974) abrió la puerta para la producción de sus obras maestras setenteras. El encendido de un coche parece dar marcha simbólica primero al prolongado corte titular, con un sintetizador Minimoog generando melodía reconocible y coros reiterativos, y después a la cimentación de un estilo que en su aparente frialdad y exactitud dejaba la mesa puesta para que la electrónica se instalara en la forma de entender la composición en el mundo de la música popular.

SOÑANDO CON OVEJAS ELÉCTRICAS

Radio-Activity (1975) resultó ser un álbum conceptual sobre la idea de la comunicación a través de ese medio que todavía subsiste a pesar del imparable desarrollo en esta área: las ondas radiales se esparcen vía los teclados de alcance abstracto. Su obra más reconocida, Trans Europa Express (1977) se convirtió en “un álbum claramente anticipatorio, en el sentido de que preludió el triunfal advenimiento del tecno-pop y de unos nuevos románticos fascinados por la idea de una Europa utópica, inexistente. De hecho, todo el disco es un canto a Europa, a sus mitos y fantasmas” (Luis Lles en Los 200 mejores discos del siglo XX, Rockdelux, 2002).
Como apunta la Rolling Stone en The 500 Greatest Albums of All Time (2005), la distinción entre los hombres y las máquinas quedó eliminada gracias a los grooves provenientes de la música disco y a la influencia de Brian Eno y Afrika Bambaataa, quien a su vez retomó el tema titular para su célebre sencillo Planet Rock (1982). La escucha del disco se siente como un viaje en tren por una Europa que busca olvidarse de las guerras y mirar hacia un futuro, acaso todavía difuso, en el que suene una música integrativa.
La integración entre el ser humano y la máquina alcanzó su plenitud con The Man Machine (1978), porque bajo la consigna de we are the robots se desprendía un gusto melódico que después se advertiría en grupos como Depeche Mode, Pet Shop Boys y OMD. Los artefactos, entendidos como una construcción social, parecen retomarse como mediadores y facilitadores de las relaciones humanas al punto de confundirse, como si se tratara de otras entidades orgánicas: el hombre máquina sigue estando presente en el imaginario colectivo.
La llegada de la década de los ochenta estuvo anunciada por Computer World (1981), como si se tratara de un soundtrack anticipatorio del filme Ella (Jonze, 2013), sobre todo por la reflexión que se desprende de Computer Love, en cuanto a la omnipresencia de los desarrollos tencológicos centrados en la informática; durante estos años, en medio del auge del uso de sintetizadores y cajas de ritmos del cual fueron en parte precursores, presentaron Electric Café (1986), un poco a manera de cerrojazo para sumirse en un silencio que parecía definitivo, a pesar de la aparición del recopilatorio The Mix (1991).
Poco antes de acabar el milenio grabaron el sencillo Expo 2000 que sirvió de lanzamiento para algunos conciertos, mientras que ya con el suéter amarillo por derecho propio, presentaron Tour de France. Soundtracks (2003), rememorando y reconstruyendo la clásica canción de 1983, además de incorporar material nuevo, ya aprovechando los avances tecnológicos, como cabría esperar. El disco en vivo Minimum-Maximum (2005) resulta una buena muestra de sus dotes para crear escenarios de estética electrónica en vivo y a todo color.

MUTEK.MX 2013

30 septiembre 2013

Ya constituido como uno de los festivales sonoros más importantes de nuestro país, esta celebración alrededor de la música electrónica y sus crecientes ramificaciones cumple 10 años de vida: gracias a su propuesta, ha sido posible acercarse a diferentes escultores de ruidos que proponen, desde una lógica vanguardista, rutas alternas para la creación, distribución y disfrute de las manifestaciones musicales confeccionadas de la mano de las tecnologías informáticas, sin olvidar el famoso fantasma en la máquina, cual alma orgánica que guía los influjos expresivos de estos representativos artistas que han optado por la estética digital.
Además de propuestas musicales, incluye simposios, instalaciones interactivas, conferencias y documentales alrededor de los múltiples vínculos entre la creatividad artística y las tecnologías digitales. Diez años y contando de una de las celebraciones estéticas más propositivas y vanguardistas en nuestro país.
Enseguida, un breve recorrido por algunos de los invitados a esta edición conmemorativa cuyo cartel promete convertirse en un festín para el sistema nervioso, siempre y cuando esté dispuesto a recibir las vibraciones que emanen del escenario. Veamos.

DE CALIFORNIA A ESCANDINAVIA
Comandados por el productor sueco Axel Willner, The Field propone una electrónica cercana a la elegancia ambient, tal como se deja escuchar en From Here Go Sublime (2007) su primer largo con esta denominación que parecía pensado para iniciar o terminar la agitada jornada nocturna. Yesterday and Today (2009), su opus 2, expande el campo instrumental y rítmico sin perder la compostura, como para soltar sentencias del tipo de “Yo tengo la luna, tú tienes Internet”, que da título al primer corte, buscando desde ese momento la complicidad hipnótica con el escucha. En tonos de enigmática pausa, siguió abriendo panoramas de aparente placidez con Looping State of Mind (2011).
Desde Madrid, Delorean nos traslada a las fiestas de relajada sofisticación con Subiza (2010), álbum enclavado en el Glo-Fi con harta presencia de teclados y voces como pasadas por filtros múltiples sostenidos por una rítmica que exige seguimiento. En un tono más convencional continuaron con Apar (2013), álbum que transita entre un pop de delicada transparencia y digitalismo de discreción liberada.
Por su parte, The Brandt Brauer Frick Ensemble, trío alemán con gusto por la experimentación que pone énfasis en el proceso más que en el resultado, debutó con You Make Me Real (2010) y continuó con Mr. Machine (2011), dándole acústica a las secuencias que parecen avanzar por un laberinto sin salida, entre rítmica miniatura y un piano que insiste en señalar el camino, sin importar que sea el correcto.
Y desde San Francisco, Matmos llega con una trayectoria respetable no solo por los años, sino por las producciones que ha dejado en la memoria del tecno, tanto en su vertiente experimental como ambiental. Integrado por Drew Daniel y Martin C. Schmidt, el grupo debutó con Matmos (1997), álbum que inició el recorrido por rítmicas que van de la consola a la laptop, como se desliza en Quasi-Objects (1998) y en The West (1999).
El nuevo milenio fue recibido con Full on Night (2000), que preparó A Chance tu Cut is a Chance to Cure (2001), su primera obra mayúscula, a la que le siguió Civil War (2003), manteniendo el listón en todo lo alto. Después de Rat Relocation Program (2004), apareció el sólido The Rose Has Teeth in the Mouth of a Beast (2006), otra de sus crestas creativas al compas de los bytes. Con Supreme Ballon (2008), Jefferson Friedman: Quartets (2011) y The Marriage of True Minds (2013), se han consolidado como uno de los actos centrales de la electrónica norteamericana, con sinuosidades, ofensivas directas y sorpresas que van más allá del copy & paste.

LONDON CALLING
Por su parte, Raime es un dúo londinense integrado por Joe Armstrong y Tom Halstead que integra subculturas varias con un enfoque subterráneo al que no llega la luz, como se advierte en sus EP’s If Anywhere Was Here He Would Know Where We Are, The Raime (2010) y Henail (2011); con su primer largo, Quarter Turns Over a Living Line (2012), nos colocan en una lenta caída por un vacío oscuro, como pareciera mostrar su portada: firme rítmica aderezada por sonidos que por más lejanos que parezcan, acechan de manera amenazante
A Mount Kimbie, el dueto londinense integrado por Dominic Maker y Kai Campos, se le asigna como responsable de darle forma al llamado postdubstep: en efecto, a través de una serie de EP´s que prepararon el camino a Crooks & Lovers (2010) y a Cold Spring Fault Less You (2013), desplegaron elusiva capacidad para entretejer texturas que van de cierta melancolía a una sensación de reparadora ausencia, con teclados que operan como fondo y forma brindando la sensación de atmósfera primaveral, fría, pero al fin enclavada en la estación floreciente.
El inglés James Holden tomará por asalto el escenario para ponernos a bailar con su agudo sentido para las mezclas anímicas. Debutó con Fear of a Silver Planet (2001) y continuó con Balance, Vol.5 (2004), pero fue a partir de The Idiots Are Winning (2006) que logró llevar sus pinchazos más allá del club de la esquina, ruta fortalecida por At the Controls (06) y DJ-Kicks (2010). Ahora viene con The Inheritors (2013), obra que parece confirmar el deseo de seguir manteniendo la fiesta en estado de gracia.
Bajo el nombre de Actress, el productor inglés Darren Cuningham presentó Hazyville (2008), como para abrir boca en los territorios cercanos al house, y Splazsh (2010), para confirmar su talento en la edición de sonidos en apariencia incompatibles; con R.I.P (2012) consiguió moldear las secuencias para construir intensas abstracciones de las que uno no puede quedar ajeno, con un fondo rítmico que funciona para mantenerse alerta en las atmósferas a las que uno es llevado sin remedio.

IMÁGENES DESDE EL ESPACIO EXTERIOR
Amon Tobin es un músico y DJ originario de Rio de Janeiro que anda deconstruyendo sonidos desde mediados de los años noventa. Además de su intrigante discografía de LP´s, ha publicado varios EP´s, colaborado con otros artistas, compartido discos en vivo gratuitamente, realizado la música para la película húngara Taxidermia (Pálfi, 2006) y para el videojuego de Tom Clancy en su versión del 2005. Su música resulta ideal para acompañar filmes tan disímbolos como La estafa maestra (Gray, 2003), Made in America (Peralta, 2008), 21 (Luketic, 2008), Pina (Wenders, 2011) y El lugar donde todo termina (Cianfrance, 2012), por mencionar algunas de ellas.
Con un particular gusto por el jazz y blues, géneros que empezó a utilizar como base para sus intrincados sampleos y juegos informáticos que entreveran beats de medios tiempos con pasajes acelerados adornados con campanillas y retorcimientos, grabó Adventures in Foam (1996) bajo el nombre de Cujo. Ya con el nombre que lo conocemos y separándose un poco de sus inicios, grabó el ecléctico Bricolage (1997), internándose en una selva de indefinida geografía cuyo trayecto continuó con Permutation (1998) en el que igual cabía el Trip-Hop que el Drum’n’bass.
Mutek 2013El cambio de milenio lo llevó a entregar su obra mayor: Supermodified (2000), en donde despliega estructuras más melódicas junto a otras de aparente caos intervenido artificial y maliciosamente; le siguió Out From Out Where (2002), sin perder un ápice de creatividad por lo visto no agotada en la anterior entrega. Tras un álbum en vivo, grabó Chaos Theory: Splinter Cell 3 (2005), que acompañó al videojuego correspondiente, The Folley Room (2007), en el que ya incorporó sonidos generados por propia mano e ISAM (2011), continuando con la manipulación de secuencias y flexibilización de frecuencias.
Ahora viene a presentar su absorbente espectáculo visual ISAM 2.0, como para invitarnos con todo y traje de astronauta por los confines de imágenes nebulosas, partidas por cascadas luminosas que de pronto desaparecen sin dejar rastro alguno, solo para reiniciar desde la oscuridad más prometedora, al calor de una bossa nova transfigurada y disfrazada de trip-hop selvático.
Mientras tanto, el australiano Robin Fox centra su propuesta en el sonido de la luz, creando espectáculos audiovisuales que nos transportan a alguna región sideral en la que las ondas auditivas parecen convertirse en mensajes lumínicos listos para ser codificados: el láser se desdobla para conectarse con hipnóticas intervenciones sonoras que se dejan escuchar en discos como I See Stars (2001), Substation (2007), A Handful of Automation (2010), en el que uno se siente dialogando con Hal 9000 en absoluto plan heurístico, y Connected (2012), su brillante colaboración con el maestro Oren Ambarchi que se destinó a musicalizar el performance de la compañía dancística Chunky Move.

MENSAJES DE LA CALLE DE ENFRENTE
DJ Rashad
es un músico de Chicago con el sello de origen: enclavado, aunque distinguiéndose del montón, en la estética del Juke con todo y su house acelerado, y del Footwork, su complemento bailable casi tribal que evoluciona el break, encarna precozmente una larga tradición musical de una de las ciudades más innovadoras para la creación de sonidos urbanos, como se puede apreciar en Bangs & Works Vol. 1 y 2 (2010/2011), buenas recopilaciones para adentrarse en estos círculos de baile frenético y revoluciones aceleradas sobre el asfalto.
Sus incisivas composiciones que no temen a la reiteración para que el mensaje quede claro, se fueron acuñando en la serie Juxe Trax Online Vol. 3 / Vol. 4 / Vol. 5 / Vol. 13 (2006-2007), que precedió a los álbumes Get It Shorty (2007) y Juke It From Behind (2007), cual cajas de ritmos llenas de intensidad. Con Something 2 Dance 2 (2008), el reconocimiento fue creciendo más allá de los cerrados guetos aunque sin abandonar el alma de éstos, como se advierte en 4 The Ghetto (2010), grabado junto a DJ Spinn. La saturación de beats por minuto en un proceso casi minimalista, continuó en obras como Just a Taste (2011) y EKLIFE Vol. 1 – Welcome to the Chi (2012), en las que los pies trabajan al ritmo de la conciencia identitaria.
En contraste, Barnt (Daniel Ansorge) es un DJ alemán habitante de Colonia que estudiaba un doctorado en biología, pero que fue atrapado por la necesidad de expresarse a través de sonidos y que ahora cuenta con un sello discográfico alejado de las grandes transnacionales. De acuerdo con una entrevista para el diario El País (04/06/13), declara que sus influencias van de Bach a Wolfgang Voigt y Rebolledo; gusta de combinar teclados analógicos y digitales, así como proponer texturas más cercanas al trance, como se puede advertir en los cuestionadores EP´s What Is a Number, That a Man May Know It? (2010), Is This What They Were Born For? (2012) y Ariola (2013), que terminan resultando de una inquietante elegancia.

BAILANDO EN EL SUBSUELO
Se presenta también Kode9 (Steve Goodman), personaje clave del dubstep que además es plurifuncional: productor, DJ, dueño de una disquera y lo que se ofrezca. En efecto, el originario de Glasgow grabó una especie de homenaje a Prince en Sine of the Dube (2004), junto a la vocalista conocida como Space Ape (Daddi Gee), con quien estableció una fructífera complicidad que se expresa en álbumes como Memories of the Future (2006) y Black Sun (2011), transitando por el tiempo y el espacio entre voraces capas de teclados fundidas con vocales de irresistible nubosidad.
En este ambiente se mueve Ikonika (Sara Abdel-Hamid), una DJ y productora que ha grabado en el sello de Kode9, al igual que actos tan fascinantes como misteriosos como Burial. Debutó con Contact, Love, Want, Have (2010) y muy pronto los clubes retomaron sus acordes, entre ataques melódicos de agradecible cercanía y estructuras más iconoclastas acaso derivadas de su nombre, más pulidas en Aerotropolis (2013) llamado a ser uno de los discos electrónicos del año, por su potencial para movernos de nuestro cómodo asiento sin que pongamos demasiada resistencia.

MUTEK 2012: ARTE DIGITAL EN TIEMPOS ANÁLOGOS

28 septiembre 2012

Estamos cerca de disfrutar nuevamente del Festival internacional de creatividad digital y música electrónica, mejor conocido como MUTEK, que se llevará a cabo en la Ciudad de México y como parte del Festival Internacional Cervantino, a través de la celebración de conciertos tanto en Guanajuato como en León. En esta primera entrega comento a dos de los artistas presentes en el DF, para posteriormente revisar la trayectoria de los bienvenidos visitantes a nuestro Estado que compartirán sus dotes sonoras.
De acuerdo a su página de Internet, el Festival es “una plataforma para la diseminación y el desarrollo de la creatividad digital en el sonido, la música y las artes audio-visuales. Su mandato es proveer una plataforma para los artistas más originales y visionarios que actualmente trabajan en estos campos, con la intención de proveer un espacio de iniciación y descubrimiento para las audiencias que deseamos desarrollar” (www.mutek.mx). Una buena oportunidad para conocer más de esta cada vez más sólida celebración se presenta el martes 2 de octubre, para no olvidar, a través del documental Freedom, en el que se muestra la vida que ha tenido el propio Festival.
Un día antes se apoderará de orejas y latidos Holy Other, misterioso músico cuyo verdadero nombre y rostro son desconocidos, dado que se presenta con máscara en los conciertos y no aparece en las portadas de sus discos, cargados de reverberaciones, vocales subterráneas, lances espaciales, recortes imprevistos y una fuerte indefinición en sus collages digitales, lo que convierte sus piezas en una serie de aventuras con una gran carga sorpresiva. Tras un par de EP´s, por fin debutó con Held (12), su primer largo en el que se decanta por una electrónica expansiva y de dislocación, no tan fácil de asir pero sí de disfrutar.
Asentado en Berlín, el compositor y productor alemán apenas llegando a la treintena Nils Frahm, se ha caracterizado por combinar su formación clásica con los terrenos de la electrónica avant-garde, desde Streichelfisch (05) hasta Felt (11), pasando por Electric Piano (08), The Bells (09) y Juno (11), además de algunos EP´s y diversas colaboraciones con otros músicos. Rasgando un piano que se despliega sobre una superficie de inquietas sonoridades, las sensaciones fluyen en armónica exploración como si de un paseo astral se tratara: altamente recomendable escucharlo con audífonos de esos que te aíslan de toda realidad circundante.

THE XX: SABER COEXISTIR CUANDO EL FINAL ESTÁ CERCA
Sus ambientaciones son pequeñas, discretas, como si fueran acomodadas con mucho cuidado para dar una sensación de armonía. Sus canciones tienen finales imprevisibles y siguen la máxima de expresar lo más posible con lo mínimo indispensable: la electrónica sirve como forma de un fondo que combina géneros varios, del indiepop al R&B, pasando por texturas más oscuras pero siempre con algún tipo de iluminación que pronto nos vuelve a la calma: Everything But the Girl, Portishead y The Cure parecieran estar en el radar de sus influencias.
Con apenas un par de discos ya son referente del rock del nuevo milenio, siguiendo la fórmula del dueto mixto en las vocales buscando la contrastación como sutil provocación, cortesía de los amigos desde la infancia Romy Madley Croft y Oliver Sim, acompañados por Baria Qureshi y el especialista en el mundo digital Jamie Smith, compañeros en el bachillerato. Con esta formación se presentaron con XX (09), álbum debut que de inmediato los puso en unos inesperados reflectores a los que ellos parecían rehuir, solo para escaparse a bailar con movimientos apenas perceptibles.
Con una electrónica cálida que se entrevera con episodios de quietud sombría, nunca aterradores, el grupo originario del sur de Londres, formado en el 2008, mostró en cortes como Crystalised, Islands y Basic Space que tenían no solo sonidos que compartir, sino también una propuesta lírica que entiende de estados de ánimos diversos, con la tristeza y los sueños entendidos como espacios para soltar la imaginación a media luz: los apuntes de dreampop y las salpicadas de electrónica de géneros diversos, los ubicaron en el gusto de tirios y troyanos.
En Coexist (12), además de pasar la dura prueba que implica una segunda entrega después de un inicio que genera tantas expectativas, demuestran que saben mantener estilo y propuesta pero eludiendo el inmovilismo o el autoplagio. Ya como trío, suenan convencidos pero abiertos a abrir fronteras, sobre todo en la estética electrónica, acaso más rocosa todavía jugando con la contención, y en sus letras pausadamente deslizadas a través de una guitarra que llora rítmicas lágrimas secadas por un bajo intrusivo, como se deja escuchar en Chained, Fiction, Swept Away, Sunset y Angels: en efecto, somos como el sueño de estos seres alados que está por terminar.
Se presentan en el DF, jueves 27 y viernes 28 del presente: para corazones que transitan en calma las rupturas, mirando el atardecer como si de un dulce beat se tratara.

MUTEK CERVANTINO

25 octubre 2011

Parte de esta celebración sonora, visual y sensorial conocida como Festival Internacional de Creatividad Digital y Música Electrónica llegará a Guanajuato en el marco del Cervantino: sinergia pura orientada a compartir manifestaciones artísticas en nuestras dos capitales: estatal y nacional. Un festival con larga tradición y otro que se abre espacio gracias a su enfoque y a su innovadora propuesta confluyen felizmente para albergar este festejo de música electrónica por el que han desfilado nombres tan poco conocidos como interesantes, así como personajes que ya tienen su lugar apartado en el trono de las tornamesas y demás artilugios enchufables.
Un par de propuestas canadienses que vienen a Guanajuato para convertir las herramientas tecnológicas y la multiplicidad de cables en trances musicales de altos vuelos. Después, un grupo que visita la capital del País y que igual merece nuestra atención.

KID KOALA: CONVERSACIONES DIGITALES
El originario de Vancouver con ascendencia china, nacido en 1975 como Eric San, debutó en solitario con el intrincado y absorbente Carpal Tunnel Syndrome (00), cargado de matices y mezclas que igual viajan del hip-hop a las conversaciones a ras de piso, con reiteraciones que de pronto se rompen a partir de la inclusión de instrumentos comunes, que terminan por conectar con audiencias de corte más analógico: construcciones sonoras de riqueza no solo sensible sino conceptual, jugando con ritmos y scratcheos continuos, entrelazados con un verbalismo de múltiples facetas.
Su siguiente grabación oficial, Some of My Best Friends Are DJ’s (03), mantuvo estilo y espíritu buscador, a pesar de tener la fama a cuestas que lo llevó a compartir escenario con los Beastie Boys y Radiohead; un CD/DVD titulado Live from the Short Attention Span Audio Theater (05), precedió al juguetón Your Mom’s Favorite DJ (06), seguido del continuista Phon-O-Victo (07), con apenas 38 minutos de duración y del también breve Space Cadet (11), con todo y puntual paginación que muestra la incansable capacidad de buscar laberintos auditivos, más que salidas fáciles.

GUILLAUME COUTU DUMONT: REITERACIÓN INCISIVA
Con una mezcla de la música electrónica arquetípica y una rítmica africana que se entremezlca con aromas esteuropeos, este canadiense de Montreal se dio a conocer con Face A Lést (07), su álbum debut que propone desde ya una hipnótica amalgama de estéticas sonoras diversas, enclavadas en géneros consolidados susceptibles de convertirse en materia maleable: su viaje a Senegal parece ser que resultó un proceso clave para abrir horizontes a su propuesta conectada con ánimos y conciencias en pos del movimiento corporal.
Con Breaking the Fourth Wall (10) nos invita, desde el propio título del álbum, a romper con cuadraturas de cualquier tipo para embarcarnos en un viaje sonoro que si bien se sustenta en el ritmo repetitivo, logra tocar nuestras neuronas que de inmediato mandan la orden al cuerpo para entrar en un trance de actividad física. Un sólido tapiz atmosférico cobija a lances ocasionales de trompeta o teclado para llamar una atención que se encuentra bien atrapada por la telaraña de las piezas. De pronto y cuando menos te lo esperas, el disco ha terminado por envolverte sin que hubieras puesto la menor resistencia.

METRONOMY: NOSTALGIA PARA NOCHES EN COMPAÑÍA
Continuando con las ilustres visitas aunque no en Guanajuato, contaremos con el proyecto de Joseph Mount que se ubica en el terreno del rock bailable con miras al pasado, pero que no tiene mayores miramientos para atreverse a buscar en el futuro. Después de andar dando de qué hablar durante varios años, apareció Pip Paine (Pay the 500 You Owe) (06), enclavado en una propuesta dance con los pies en la tierra de la melodía.
Ya con la incorporación en pleno de Oscar Cash y Gabriel Stebbing, Metronomy propuso al respetable el espléndido Nights Out (08), obra que nos llevaba a las noches de antaño en los barrios donde uno se convertía en todo aquello que alguna vez habría soñado. Con un pop de sintetizador y aires de cierta melancolía, el disco transcurre entre apuntes tecno y una vocal que acude al falsete como genuina emoción.
Manteniendo el nivel tanto armónico como melódico, en esa particular combinación de vanguardia retro, si cabe, The English Rivera (11) discurre entre la exaltación de la rítmica contenida y el susurro cómplice. Los cambios en la alineación parecieron no afectar el desarrollo de la propuesta del grupo, quien conservando estilo y empuje, da un viraje hacia un rock más elaborado, sin caer en rebuscamientos, que permite apreciar un interés por movilizarse dentro de sus márgenes habituales.
Propuestas varias para seguirle la pista al giro del mundo de la música, buscando conectar con los avances tecnológicos sin olvidarse de su misión central: generar emociones.