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DISCOS 2018 (TERCERA): LA VOZ FEMENINA

31 enero 2019

En esta entrega se repasan algunas de las obras llenas de talento, intuición y convicción concebidas por mujeres, cuya presencia en la música sigue creciendo para fortuna del desarrollo cultural de nuestra especie. Las más veteranas se incluyeron en la primera parte y otras se integran, según el género musical, en otras entregas. Vamos para allá.

LAS CONSOLIDADAS

Neko Kase nos condujo por los caminos internos de la duda infernal que suele quemar por dentro a través del luminoso Hell-On, en tanto Tracey Horn, incorporando su bagaje tecnopop, se pregunta sobre la vivencia para la mujer madura en la sociedad actual con el brillante Record: dos de los grandes discos del año. El proyecto de Chan Marshall conocido como Cat Power por fin regresó con Wanderer, refinando canciones y alegorías, en tanto con Rebound, la ex The Fiery Furnaces Eleanor de Friedberger transita entre el análisis calmo sobre los tiempos idos. Ezra Furman, con el pasional Transangelic Exodus, nos conduce por cuerdas sensibles hacia la tierra prometida.

Laura Veirs nos puso de nuevo en la mira con  The Lookout, su décimo disco en el que confirma su convicción por el amor y la sutileza en la composición. Joan as a Police Woman advirtió los peligros de la admiración con Damned Devotion, mostrando las cicatrices en lucha por cerrar y Florence + The Machine volvió a levantar el ánimo con High As Hope, lo suficientemente exultante para tiempos inciertos. La canadiense Mélissa Laveaux retoma raíces haitianas en Radio Siwel, obra que implica atención para ingresar en sus tejidos profundos, como Alela Diane y su obra Cusp, enclavada en un folk de diversas alternativas melódicas y letrísticas, aunado al de Georgia Anne Muldrow, continuando su exploración los recovecos del R&B con el sentido Overload.

ORÍGENES DIVERSOS Y ELECTRÓNICA

Un encuentro afortunadamente creativo de una artista total y un conjunto de cuerdas con ecléctico y largo recorrido por tierras y sonidos: Laurie Anderson & The Kronos Quartet produjeron Landfall, entre recitaciones anunciando la esperada y siempre anhelante llegada y las habituales cuerdas absorbentes, mientras que la maliense Fatoumata Diawara, asentada en Italia, grabó el globalista Fenfo con intuitiva mezcla de sabores locales y aromas internacionales, como a la que nos tiene acostumbrados Angelique Kidjo, acá mostrada en Remain in Light. Levantando la mano, Julia Holter entregó Aviary, confirmando su talento para la experimentación entre jazzera, electrónica y folkie orientada a crear desasosiego, en tanto Josephine Foster grabó el sincero y evocador Faithful Fairy Harmony.

Asentada en Estambul, la bajista/cantante/compositora Ipek Gordon, nos envió el usurpador e incisivo Ecce Homo y la japonesa Eiko Ishibashi realizó The Dream My Bones Dream, incorporando la noción occidental del rock a la mano; la de Minnesota Anne Guthrie realizó Brass Orchids, de escucha que amerita una inmersión en los sonidos apenas encontrados, como si se tratara de un trabajo arqueológico, y la oriunda de Hamburgo Helena Hauff produjo el igualmente inquietante Qualm, en la tendencia que ha trabajado Jlin, (Jerrilynn Patton), la joven de Chicago ahora produciendo el intrincado y dancístico Autobiography, como para romper la banqueta a zapatazos.

Desde Canadá, Marie Davidson conversa y reflexiona sobre una electrónica sinuosa en Working Class Woman, abordando temáticas cercanas a su realidad y Sarah Davachi hizo lo propio por partida doble con Let Night Come On Bells End The Day y Gave in Rest, adentrándose en los contornos de la estética digital en vibrante comunicación con la organicidad de los sonidos acústicos. En Metal Aether, Lea Bertucci, confeccionó sonidos alterados y saxofones gozando de absoluta libertad a través de una cuarteta de piezas. Elizabeth Bernholz compuso Pastoral, firmando como Gazelle Twin e imbricando cánticos misteriosos con una rítmica cortante y Laurel Halo, ya habituada a estos ecosistemas electrónicos, grabó el incierto Raw Silk Uncut Wood.

POP, COUNTRY, ROCK, R&B: INTERACCIONES

Desde Suecia, Lykke Li y su sugerente synthpop inundaron So Sad So Sexy, de aparente contradicción, y Robyn volvió a ponernos en festiva pista de baile con Honey, tras siete años de silencio; compartiendo vertiente, Christine and the Queens, el grupo de la francesa Héloïse Letissier, presentó Chris y también desde tierras galas, Melody’s Echo Chamber entregó el onírico Bon Voyage, para trasladarse por rutas variadas con tintes de sicodelia y dreampop. En tanto, Amanda Shires nos ilumina desde el horizonte con To the Sunset y su reconfortante pop melódicamente consumado, como Lily Allen y su directo No Shame. La actriz emergente y ya cantante en vías de consolidación Janelle Monáe produjo su tercer disco bajo el título de Dirty Computer, bien cobijada por insignes convidados y desparramando un pop salpicado de negritud.

El country pop alcanzó una de sus cimas con el impecablemente producido Golden Hour, tercer álbum de Kacey Musgraves, en el que en cierta forma somos partícipes de alguna de sus canciones, línea a la que se suman Interstate Gospel, integrando raíces y también tercera entrega del trío Pistol Annies; apareció el conciliador By the Way, I Forgive You de Brandi Carlile, plagado de hermosas composiciones que se conectan con el corazón vía cuerdas y vocales por completo entregadas a la causa afectiva, y el conmovedor Sparrow, en el que Ashley Monroe se vuelve mujer ave paseriforme.

Con Be the Cowboy (disco del año para Pitchfork), la japonesa-estadounidense Mitski se instala en el feminismo cuestionador, con intensidades y sensibilidades a tope. Desde Melbourne, Courtney Barnett nos hizo una petición con canciones directas y sin rodeos vía Tell Me How You Really Feel, mientras queMeg Remy entregó el diverso In a Poem Unlimited, firmando como U. S. Girls y combinando con soltura covers y piezas propias, en la línea de tUnE-yArDs, nombre de presentación de Merrill Garbus, también apostando por los caminos inesperados vía I Can Feel You Creep Into My Private Life, como Lucy Dacus aventurándose a producir Historian, su segundo álbum entre la guitarra chirriante y el tono confesional.

I’m All Ear’s del dueto femenino Let’s Eat Grandma, encontró el equilibrio entre el tecnopop y el folk de avanzada, en tanto Natalie Prass viajó  a través de tiempos idos y venidos en The Future and the Pass, y KT Tunstall se derretía en Wax, obra de absoluta continuidad; la experimentada Mary Gauthier confirmó su  capacidad para expresar sentimientos con Rifles and Rosary Beads y la ex The Pipettes, ahora conocida como Gwenno entregó Le Kov, su segundo disco en el que integra un toque atmosférico pero sin separar los pies de la tierra, en contraste con la escocesa Kathryn Joseph, quien compuso en clave oscura con el piano de frente From When I Wake the Want Is, lleno de sentimiento desencarnado.

Dawn Landes siguió en el carril del country con el elusivo Meet Me at the River, mientras que la cantautora Adrianne Lenker (Big Thief) bajó la luz y nos sumergió en Abyskiss, mayormente acústico para enfatizar las emociones cotidianas. Courtney Marie Andrews grabó su etéreo May Your Kindness Remain, coincidiendo con la sutileza de Olivia Chaney expresada en Shelter. Anna Calvi nos persiguió con Hunter, apuntando hacia el conflicto de géneros con la intensidad ya reconocida y Soccer Mommy entregó Clean, uno de los álbumes más celebrados del año, con todo y su acusado espíritu indie.

DISCOS 2018 (SEGUNDA): CONSOLIDADOS, REGRESOS Y POSTMILENARIOS

26 enero 2019

Vamos con la segunda entrega del recorrido por los discos del año. Van integradas las producciones de grupos y solistas que llevan tiempo con nosotros, algunos que se fueron pero al fin volvieron y los que surgieron en el siglo que corre con envidiable continuidad.

DE LO 80’S Y 90’S PARA ACÁ: AÚN SONANDO

El disco del año para algunas publicaciones (UNCUT, Rockdelux) y mencionado en casi todas las listas (MOJO, Pitchfork) y con mucha razón, fue el Double Negative del trío de Minnesota Low, que en el nombre lleva la penitencia, ahora distorsionando la quietud gélida acostumbrada y produciendo una obra clave de los primeros años del siglo XXI. Stephen Malkmus & The Jicks dejaron su huella de rock noventero refinado con Sparkle Hard, al igual que The Smashing Pumpkins, reagrupándose en su mayoría y grabando de la mano de Billy Corgan Shiny and Oh So Bright, Vol. 1: No Past. No Future. No Sun, con ese espíritu noventero entre el rock y la emoción epidérmica que busca el presente.

Spritualized advirtió con el bello Nothing Hurt que hay paliativos melódicos de alta eficacia, sobre todo cuando se atisba el sentido de vida. There’s a Riot Going On, décimo quinto álbum del trío vuelto ya institución Yo La Tengo, es buen ejemplo de cómo seguir moldeando el ruido para darle un enfoque sensible y reposado, en tanto el trío Beak> con la presencia de Geoff Barrow (Portishead), produjo >>>, como señalando una mayor condensación en sus lances progresivos alimentados con la esencia del krautrock. Ondeando la bandera de la independencia, Superchunk grabó What a Time to be Alive, como sorprendiéndose en clave guitarrera por los tiempos que corren y los galeses de Stereophonics rockearon sin obstáculos en Scream Above the Sounds.

Como afirma George Saunders (el escritor premiado por el Man Booker por su gran novela Lincoln en el Bardo), el reciente disco de Jeff Tweedy (Wilco) se conecta directamente con la gente: Warm es un puente para compartir emociones comunes en ambiente de calidez y de cuestionamiento. El ex Super Fury Animals Gruff Rhys grabó el orquestal Babelsberg, acaso buscando el idioma común y el también ex Supergrass Gaz Coombes entregó su cuarto disco solista titulado World’s Strongest Man, acaso en ánimo confirmatorio. Damien Jurado abrió perspectiva irónica con The Horizon Just Laughed y bordeando una de las líneas divisorias con más vertientes en el mundo, Alejandro Escovedo With Don Antonio realizó The Crossing, virtuoso country pop, mientras que Calexico volvió a levantar polvo fronterizo con The Thread That Keeps Us.

Steve Perry, el reconocido vocalista de Journey, volvió después de un largo silencio de casi 25 años con Traces, muy disfrutable quizá por su tiempo de reposo, en tanto Simple Minds consiguieron contrastar realidades en Walk Between the Worlds. Desde Manchester, James nos recordó las particularidades de época actual con su pop emocional distribuido en Living In Extraordinary Times y They Might Be Giants se sigue divirtiendo como desde hace más de treinta años: I Like Fun es la muestra de su privilegiada infantil imaginación. La Dave Matthews Band se hizo presente con Come Tomorrow, recurriendo a su eficaz fusión de pop, rock, jazz y funk. Death Cab for Cutie, que iniciaron su actividad en 1999, confeccionó Thank You for Today, rock indie que no olvida agradecer a sus influencias, en tanto que Snow Patrol, banda que debutó en 1998, le puso el sentimiento acostumbrado a Wildness.

Dead Can Dance volvió de la aparente muerte bailable para entregarnos su mezcla de misticismo mortuorio y rock oscuro en Dionysius, con todo y cráneo mexicano en su portada. Otro regreso muy afortunado fue el de The Breeders con alineación completa desde 1994 para entregar All Nerve, mostrando esa vena noventera de guitarras primigenias y todavía vigentes,. The Prodigy siguió moviendo consolas y apretando teclados con énfasis roquero en No Tourists, levantando la voz de muchos ciudadanos que habitan lugares poblados efímeramente por seres temporales usualmente descuidados.

El cuarteto canadiense Cowboy Junkies volvió después de seis años con All That Reckoning, enclavado en la tendencia conocida como americana que tanto han cultivado y apelando al recuerdo necesario, como Belle and Sebastian, integrando sus anteriores EP´s en el pop de falso optimismo y Suede empezó a dar el anuncio de que The Blue Hour está llegando, a partir de un sensible britpop, en la ruta de los Manic Street Preachers y su efervescente pop empaquetado en Resistance is Futile, alertando sobre las peligrosas falsas expectativas. Tracy Anne & Danny, sensible dueto formado por Tracyanne Campbell (Camera Obscura) y Danny Coughlan (Crybaby), compusieron el hermoso disco homónimo Tracy Anne & Danny, de melódica y mordaz apuesta sonora.

ALGO DEL SIGLO XXI

Father John Misty continuó su imparable producción solista con God’s Favorite Customer, ya en plan de compositor clave del momento y Arctic Monkeys se pusieron elegantes con Tranquility Base Hotel + Casino, retomando a Roxy Music con reverencia e innovación, en tanto Interpol produjo Marauder, conservando el revival como estilo y abordando al personaje que da título al disco, tal como Franz Ferdinand y su positivo Always Ascending, y el disco de MGMT titulado con cierto dejo de parodia Little Dark Age, pasado por una ingeniosa mezcla de atmósferas. The Decemberists cultivaron su folkrock de aire campirano en I’ll Be Your Girl y Django Django hicieron Marble Skies, con ciertos tintes entre roqueros progresivos y bocanadas folk.

El también productor Richard Swift realizó The Hex, integrando estética roquera y country, y por medio de su proyecto conocido como Amen Dunes, Damon McMahon elaboró el evocativo Freedom, gravitando alrededor de una cierta nostalgia que se resiste al encarcelamiento, tal como Dev Haynes y su apelativo Blood Orange, cercano a los conflictos recientes expresados en Negro Swan, navegando con soltura entre el dance y el rock. Kurt Vile sigue mostrándose como uno de los cantautores clave del siglo XXI con Bottle It In, como Ryley Walker lo denota en Deafman Glance, con poco espacio para el optimismo y amplio campo para la reflexión, sin rasgarse la camisa a cuadros ni mucho menos.

El proyecto de Mathew Houck conocido como Phosphorescent, volvió en aparente reposado plan country con C’est La Vie, séptimo disco en estudio que rompió un silencio de cinco años; el quinteto de folk londinense Stick in the Wheel abrió fronteras con Follow Them True, mientras que Beach House, haciendo honor a su agrupación, entretejió su dreampop en Bella Union y Field Music entregó Open Here, ensanchando los márgenes del pop fino con alternativas melódicas que permiten abrir puertas hacia otros derroteros. Formado en Brooklyn, el trío Sunflower Bean trabajó su segundo álbum con aliento rockindie y de ahí el título: Twentytwoinblue, porque crecer duele.

Dirty Projectors regresan al terreno más cercano del sonido indie, sin dejar la sutil experimentación en Lamp Lit Prose, mientras  Go-Kart Mozart presentó Mozart’s Mini-Mart, en efecto lanzando canciones de breve y entusiasta duración, mientras que el trío del sur de Londres Virginia Wing dio en la diana para ensanchar su extático enfoque artpop vía Ecstatic Arrow, buscando trayectorias divergentes. The 1975 se sumergió en los vínculos actuales a la sombra de las redes virtuales en su aclamado A Brief Inquiry into Online Relationships. Gweeno realizó Le Kov, segundo disco más enclavado en una psicodelia proveniente de tierras ignotas; por su parte, The Lemon Twigs se introducen en el mundo de la escuela juvenil con Go To School, su segunda entrega en clave roquera-emocional.

DISCOS 2018 (PRIMERA): DE APRENDICES AVANZADOS A EXPERTOS CONSUMADOS

16 enero 2019

Iniciamos el tradicional recorrido por algunas de las obras sonoras que marcaron el año recién terminado. Como si de una comunidad de aprendizaje se tratara, van los prometedores discos de los novatos y los de quienes ya saben más por viejos.

INICIO PROMETEDOR

Desde Kentucky, Tomberlin se estrenó con At Weddings, a partir de un folk de celebraciones, mientras que la joven de Baltimore Lindsey Jordan, apenas de 18 años y conocida como Snail Mail, se puso reflexiva con el emotivamente contenido Lush, en la línea de Miya Folick, anunciando con vocal intensa en Premonitions que ha asimilado bien las lecciones de sus colegas más experimentadas, en tanto Ashley McBryde, retomando la música de raíces desde Arkansas y con voz rasposa, se presentó con Girl Going Nowhere. Boygenius, súper grupo integrado por las cantautoras Julien Baker, Phoebe Bridgers y Lucy Dacus, dejó constancia de cómo aprovechar talentos individuales para la causa común en el ídem EP Boygenius.

Cardi B se colocó en la mira mediática con su exitosísimo Invasion to Privacy, similar al conseguido por Kali Uchis en Isolation, muy bien acompañada con todo y su sabor latino; SOPHIE le entró a la experimentación popera con Oil For Every Pearl’s Un-Insides y se dejó escuchar Room 25 de la poetisa-rapera de Chicago conocida como No Name, constituyéndose quizá como el debut del año; en esta vertiente lírica, la oriunda de Filadelfia Tierra Whack entregó Whack World, integrado por 15 reflexiones de un minuto cada una en clave Hip-Hop y R&B. El cuarteto femenino japonés Chai mostró prematura habilidad para combinar géneros y llegar a finales felices en Pink, porque el mundo, en efecto, puede ser color de rosa.

El trío neozelandés The Beths se presentó con Future Me Hates Me, de aliento colegial con salpicadas retro, en similar tesitura que Dream Wife, las chicas de Sussex que le pusieron su cuota de intensidad al homónimo Dream Wife y las londinensas de Goat Girl entregando como para registrar la marca el ídem Goat Girl, tejido con creativa combinación de géneros. Oriundo de Cardiff, el cuarteto Boy Azooga entregó el revitalizante 1 2 Kung Fu!, combinando momentos festivos con efluvios roqueros y el cantautor británico Matt Maltese se estrenó con Bad Constestant. En tanto, los jóvenes británicos conocidos como The Orielles, nos regaló el colorido Silver Dollar Moment.

El cuarteto mixto de Manchester Pale Waves entregó el memorioso My Mind Makes Noises, escuchando los ochenteros sonidos internos, también animados por Ross From Friends y su house festivo destilado en Family Portrait, bien complementado por León Vynehall, que tras algunos sencillos y EP’s, nos sacó a bailar entre penumbras pausadas con Nothing is Still No Name y por los de Brooklyn conocidos como Bodega, adhiriendo la reflexión a su dance-punk en Endless Scroll. Como si de una criatura compleja se tratara, el octeto multicultural Superorganism empezó su trayectoria a partir de un elaborado pop de intrincadas texturas plasmadas en el ídem Superorganism.

Desde Australia surgió una esperanzadora camada de música: Rolling Blackouts Coastal Fever roquearon a gusto con Hope Downs, de los grandes debuts del año, en consonancia con Tropical Fuck Storm, armando un buen relajo punketo con A Laughing Death in Meatspace y dejando que la fiesta continuara gracias al cuarteto Confidence Man, estrenándose con el festivo Confident Music for Confident People, mientras que Middle Kids en calve indiepop nos manda un recordatorio vital lleno de guitarras enriquecidas a través de Lost Friends, bien complementado por el roquero Flow State, el primer largo de la veinteañera Tash Sultana, después de un EP que atrajo buena atención desde el rincón del mundo.

El escocés Proc Fiskal levantó la mano con Insula, dentro del sonido grime tal como el prometedor rimador surlondinense Novelist y su disco, para no dejar dudas del nombre de referencia, titulado Novelist Guy; en esta vertiente, Serpentwithfeet le puso sensibilidad R&B a Soil, su primer largo, tras algunos sencillos.Y  apareció Songs of Praise, firmado por los del sur de Londres Shame, con nombre de programa televisivo en el que retomaron el postpunk con la acostumbrada cuota de rebeldía. The Magic Gang, incorporando con buena capacidad de aprendizaje las influencias sonoras de Weezer, de acuerdo con ellos, firmó el homónimo The Magic Gang.

CONTINUIDAD A LARGO PLAZO, EL GRAN DESAFÍO

Uno de mis preferidos: convertida en una reina hada y gitana y armando equipo con Nick Cave, Warren y Rob Ellis, Ed Harcourt y Mark Lanegan, entre otros notables, Marianne Faitfhull grabó con la sensibilidad a flor de piel Negative Capability, entre cuerdas y vientos que apoyan a una voz que destila sabiduría: el disco femenino del año. Por su parte, Barbra Streisand exploró su mente en Walls, con el teatral sello vocal de la casa y la punketa eterna Alice Bag produjo el indicativo cromático Blueprint, su segundo álbum solista tras larga carrera grupal, conservando energía y mirada rebelde.

Joan Baez, con sesenta años de carrera, nos obsequió el evocativo Whistle Down the Wind; y la permanente Loretta Lynn produjo Wouldn’t It Be Great, nutriendo su country clásico con sonidos provenientes de diversos compartimentos de la música popular estadounidnese, en la línea de la folklorista y poeta texana Eliza Gilkyson, conservando propuesta y creatividad con Secularia, disco que confirma su inacabada intención de seguir pensando el mundo, mientras que la experimentada Bettye Lavette retomó a Dylan con alma, corazón y ritmo para producir Things Have Changed.

Otro de mis favoritos: Elvis Costello regresó con Look Now, incluyendo participaciones de Burt Bacharach y Carole King y plagado de composiciones intervenidas por un espíritu jazzero, a través de las que desfilan personajes que cobran vida conforme las sentidas orquestaciones se van desenvolviendo. Paul Weller siguió con su imparable racha creativa vía True Meanings, dándole significado a los sonidos para construir sentidos y Graham Parker buscó en el cielo las interpretaciones necesarias para el Cloud Symbols: ambos con la vena creativa palpitando reposadamente entre el rock, el folk, el blues y acentos jazzeros, campo bien cosechado por Van Morrison and Joey Defrancesco en el revitalizador y confesional You´re Driving Me Crazy.

Richard Thompson siguió con su folk británico que nunca se agota con 13 Rivers, en tanto la cabeza parlante principal David Byrne divisó la esperanza con espíritu bailador en American Utopia, apoyado por el patriarca Brian Eno y, cada vez se más lejos que nunca, sin posibilidad de marcar rumbo por los muros impuestos; por no dejar, el ex ZZTop Billy Gibbons con la barba inconfundible, entregó el rocoso The Big Bad Blues y el líder de Dire Straits Mark Knopfler, alejado desde hace tiempo de los reflectores del mainstream, compuso Down The Road Wherever, ya en completo estado country sin ambiciones de reconocimiento masivo, como Rod Stewart en plan ahora de crooner otoñal entregando Blood and Roses.

El ancestral John Prine regresó tras diez años de no grabar canciones nuevas con The Tree for Forgiveness, bien sostenido por raíces largamente plantadas y Paul McCartney mantuvo el tono jovial y genial en Egypt Station, aprovechando que su olfato melódico no caduca a pesar de no tener nada más que demostrar a sus 76 añitos. La leyenda americana Willie Nelson nos recordó que sigue firme y de pie en The Last Man Standing, dejando que Ry Cooder, icónico guitarrista todoterreno, abordara en lenguaje de parábola los regresos filiales vía góspel, country y folk en The Prodigal Son. Coleccionando una serie de covers y versiones, John Mellencamp se dio tiempo para entregar Other People’s Stuff.