Archive for noviembre 2012

ASESINO DEL FUTURO O CÓMO SOBREVIVIR A MI OTRO YO

27 noviembre 2012

Asesino del futuroSuena atractivo contar con la posibilidad de cambiar el propio futuro cuando lo tienes frente a tus ojos: si lo que ves no es de tu agrado o en lo que te convertirás no te parece que cumpla con tus propósitos presentes, ahí tienes la certeza de saber, al menos, lo que no tienes que hacer. Pero si estás bien contigo mismo y de pronto una serie de eventos destruyen tu estabilidad y feliz estado anímico, qué tal darte una vuelta al pasado para intentar, desde ahí, evitar que tu efusivo presente sea alterado. Una paradoja: no te gusta el tipo que fuiste pero tampoco el sujeto que serás, todo según la perspectiva temporal de donde se mire.
Esta premisa, envuelta en un ingenioso guion que por momentos fuerza ciertas coincidencias pero que desarrolla con equilibrio a los personajes y los sucesos, y desplegada a través de una vibrante y abrasiva puesta en escena con cámaras que juegan a partir de dinámicos desplazamientos editados sin miramientos, plantea y sostiene Asesino del futuro (Looper, EU, 12), el blockbuster cienciaficcional más llamativo del año, que se arriesga a pisar un terreno demasiado conocido y trabajado desde diversos géneros –los viajes en el tiempo- solo para encontrar que siempre habrá un resquicio para volver a darle vuelta a la tuerca, como lo hiciera 8 minutos antes de morir (Jones, 11).
Dirigida y escrita por Ryan Johnson (Brick, 05; Estafa de amor, 08), quien ha colaborado con la serie Breaking Bad, esta cinta sobre mercenarios que se mal viajan en el tiempo, despliega un diseño artístico funcional y discreto, enclavado en los ambientes rurales o en las zonas marginales urbanas y solo por momentos abriendo las tomas para mostrar contextos de mayor amplitud, como la mirada a la ciudad o la imposibilidad para esconderse en los maizales. Hay influencia de Philip K. Dick, desde luego, y de una larga tradición en la que se plantean sociedades distópicas dominadas por algún tipo de totalitarismo.
En el año 2044 la telequinesis es común y una chamba bien remunerada consiste en matar tipos enviados por las mafias del futuro (año 2074), quienes aparecen en una lona blanca puesta junto a un campo en medio de la nada: amordazados y en rodillas, solo esperan que el looper del título los aniquile, les quite las barras metálicas de su pago y los incineren, para no dejar rastro. Los viajes en el tiempo ya son posibles pero no están permitidos y, como suele suceder, quienes aprovechan esta lógica prohibicionista son los malosos. Quizá debieran discutir la despenalización de este tipo de (mal)viajes.
Sin embargo, como ningún empleo es perfecto, resulta que a estos matones que gustan de las drogas oculares, se les acaba el chistecito a los treinta años de contrato, situación que se encarga de controlar un grupúsculo de facinerosos comandados por un pausado jefe (Jeff Daniels en el tono justo) que también proviene del futuro –en el que se consideran ridículas las corbatas-, y que se apoya en un violento joven (¿él mismo?) no del todo eficaz pero con bastante tesón y con ganas de mostrarse cumplidor (Noah Segan), como cuando se trata de atrapar a uno de los escapistas (Paul Dano).
El asunto se complica cuando desde el futuro empiezan a llegar los mismos loopers pero treinta años más jóvenes para ser sujetos de una rara especie de suicidio en abonos: como la rueda de la fortuna o frente al espejo, entre asesinos te veas, unas veces arriba, otras abajo, solo para acabar siendo la serpiente que se muerde la cola. Esta paradoja se consigue potenciar, aunque se extrañen ciertas explicaciones de cauces paralelos de desarrollo, cuando uno de los enviados y sentenciados a muerte logra escapar de sí mismo, confirmando que la experiencia sirve para huir de tu propio pasado y no solo para contar anécdotas.
Entran en escena una madre soltera (Emily Blunt con creíble acento rural estadounidense) que vive en una granja alejada del mundanal ruido con su pequeño hijo (Pierce Gagnon), quien ha desarrollado un notable poder para mover objetos cuando hace algún berrinche: éste sí es un hijo tirano y no tonterías, aunque guste del croar de las ranas. El protagónico en su doble versión, de joven y adulto, tendrá un vínculo con esta familia monoparental que se convertirá en el centro del relato, en un audaz movimiento narrativo que provoca una escalada del aparente conflicto central, llevándolo a un territorio de mayor carga dramática, sin descuidar la acción y el frenesí de los acontecimientos.
Bruce Willis, recordando su participación en Doce monos (Gilliam, 95) y en Mi encuentro conmigo (Turteltaub, 00), interpreta con la solvencia acostumbrada a la versión mayor del looper principal, mientras que en modo metrosexual, Joseph Gordon-Levitt hace lo propio en su versión joven, aun pensando en estar 500 días con ella (Webb, 09) o extraviado en El origen (Nolan, 10): ambos tienen una relación amorosa que parece mantenerlos más o menos estables emocionalmente (Qing Xu y Piper Perabo, respectivamente) y mientras uno voltea a China, el otro mira hacia Francia. Pero tienen algo en común: los dos cuidan su presente, a costa de trastocar el pasado o descarrilar el futuro.

INDIO EMERGENTE 2012

20 noviembre 2012

Indio emergentePuebla, Querétaro y Guadalajara le darán la bienvenida a varios grupos que conforman la alineación de este festival patrocinado por una marca cervecera, muy a tono con las estrategias empresariales de los tiempos que corren. Durante el 23, 24 y 25 de noviembre tenemos la oportunidad de escuchar un pop con diversidad de matices, incorporando apuntes electrónicos o acústicos según el caso, desde perspectivas femeninas (vienen Feist y Kate Nash, a quienes reseñé aquí en diciembre del 2011 y en noviembre del 2010, respectivamente) o bien transitando por las rutas de la independencia, conviviendo con otros géneros como el rap, la psicodelia, la electrónica y el punk.

BRILLANDO CON LUZ PROPIA
Primero aparecieron en Albuquerque bajo el nombre de Flake Music y grabaron el álbum You Land Here, It´s Time to Return (97). Ya como The Shins, James Mercer y compañía (Crandall, Hernandez, Sandoval y Langford) firmaron Oh, Inverted World (01), clásico instantáneo en la mejor tradición del pop sesentero, explorando una cautivante capacidad melódica como se advierte en New Slang y Caring is Creepy, por proponer dos ejemplos de un conjunto altamente luminoso, en la línea de Belle & Sebastian.
De mayor dinamismo eléctrico y todavía conservando el filo intacto para la composición, presentaron Chutes To Narrow (03), obra confirmatoria que los daría a conocer más allá de los circuitos indie, a lo que contribuyó, casi sin querer, la película Tiempo de volver (Garden State, 04), dirigida por Zach Braff en un tono de similar atmósfera que la música del grupo: como dice Natalie Portman en el film, The Shins te puede cambiar la vida.
Ya con el reconocimiento a cuestas, grabaron el estupendo Wincing the Night Away (07), mirando al frente pero sin perder el terreno ganado, en contraste con Port of Morrow (12), en el que James Mercer, quien antes formó el proyecto Broken Bells junto a Danger Mouse, parece querer empezar de nuevo con otros cómplices, intención que de cualquier manera le resultó bastante creativa tal como se advierte a lo largo del álbum.

PSICODELIA BLUSERA
De Alaska a Portland y surgiendo de la banda Anatomy of a Ghost, este acoplado de particular nombre y propuesta subidita de volumen para anular el frío ambiental, surgió como proyecto paralelo de John Gurley, quien junto a Zach Carothers, vocalista y guitarrista respectivamente, reclutaron a otros colegas que han entrado y salido para formar la banda cuyo primer largo, Waiter: “You Vultures!” (06), parecía sentar las bases de su sonido con tintes psicodélicos y progresivos, aunque aun mostrando necesidad de una mayor compenetración. Portugal. The Man ya estaba en el circuito.
Ésta llegaría pronto con el ligeramente experimental EP It´s Complicated Being a Wizard (07) y los álbumes Church Mouth (07), de energía renovada; Censored Colors (08), incorporando cuerdas y metales vibrantes y The Satanic Satanist (09), a manera de reverso de la moneda del acústico The Majestic Majesty (09). La paulatina construcción de identidad devino en el sólido American Ghetto (10), ya con ciertas incursiones electrónicas y en In the Mountain in the Cloud (11), obra de consolidación que pareciera sintetizar con brillantez el recorrido realizado hasta el momento, entre saltos sicodélicos con lágrimas en los ojos.
Con una base blusera y de rock de garaje, aunque sin dejar de voltear a las posibilidades melódicas y reflexivas, Band of Skulls juega en la cancha de The Black Keys y hasta el momento no ha desmerecido. El trío originario de Southampton parece levantar la mano como para decir que en la isla también se cuecen canciones en el estilo que The White Stripes puso otra vez en la palestra. Russell Marsden (guitarra/voz), Emma Richardson (bajo/voz) y Matt Hayward (batería) debutaron con el contundente Baby Darling Doll Face Honey (09), seguido por Sweet Sour (12), buscando ampliar el horizonte estilístico. Participaron también en uno de los soundtracks de Crepúsculo, la descremada saga vampírica.

ELECTRÓNICA SENSIBLE
Dan Deacon (1981) se ha desarrollado en el terreno de la electrónica, combinando habilidades informáticas aplicadas la lenguaje musical con una tradición roquera de fuerte sustento alternativo, sobre todo desarrollada en la década en la que nació. Asentado en Baltimore, se empezó a dar a conocer con algunas grabaciones caseras que aterrizaron en diversos álbumes y EP´s hasta que rubricó Spiderman on the Rings (07), basado en una versatilidad digital que nos conduce por senderos inesperados, de la festividad a la experimentación. Lo mejor estaba por venir.
Con Bromst (09) profundizó en sus capacidades compositivas proponiendo contrastantes estructuras sonoras en las que aprovecha los recursos tecnológicos a la mano para ponerlos al servicio de la creatividad: reiteraciones absorbentes, pasajes cautelosos al borde de la sorpresa y rítmica inesperada que en efecto nos coloca en un pequeño refugio bien iluminado en medio del bosque. En America (12) ya parece tener el total control de sus recursos expresivos, tanto orquestales como de íntima instrumentación, tal como se deja escuchar en la suite dedicada a USA, compuesta por cuatro fragmentos de enriquecido contraste que va de la llanura amplia a los territorios rocosos.
Por su parte, Passion Pit empezó como un regalo de Michael Angelakos a su novia en forma de canciones, que se constituyeron en el EP Chunk of Change (08): de un romanticismo unipersonal, nos encontramos de pronto con una banda hecha y derecha, navegando por un electropop de melodías evocativas y letras que remitan a dramas festivos, si cabe la aparente contradicción. Ya como quinteto asentado en Massachusetts, firmaron Manners (09) con un indudable aroma ochentero bien actualizado para oídos y corazones postmilenarios. Con tono delicadamente rítmico que sostiene historias de todos colores, con predominancia de un rosa engañoso, narradas melódicamente para la pronta identificación, entretejieron Gossamer (12), su segundo largo.

ROBERT PLANT: ENTRE EL METAL Y EL BLUES HAY SOLO UNA VOZ

12 noviembre 2012

De pronto, se convirtió en uno de los frontman más influyente de la escena del rock, cuando Led Zeppelin era uno de los grupos distintivos de los ambientes pesados y de más allá. En 1968, el ojo y colmillo de Jimmy Page y John Paul Jones detectaron en este joven a todo un diamante en bruto, gracias a su agresivamente sensual voz y su enorme amplitud de registro, además de una imagen sólida y una notable capacidad para jugar con las elaboradas armonías entre bluseras y metaleras que se deslizaban junto a las letras de las canciones, también acompañadas por la frenética batería de John Bonham, amigo recomendado justamente por Robert Plant para completar uno de los cuartetos más trascendentes de la historia roquera.
Blusero de corazón, nació en 1948 en West Bromwich, Staffordshire. Después de cantar en varios grupos como The Crawling King Snake Blues Band, Black Snake Moan y The Delta Blues Band, fue reclutado para llevar la voz cantante de Led Zeppelin durante sus impagables nueve álbumes; después de la muerte de su amigo Bonham y de la desintegración del grupo, Plant inició su carrera solista con Pictures at Eleven (82), todavía con un sonido demasiado influenciado por su gigantesco grupo predecesor pero en el que demostraba que sí podía solo, aunque bien acompañado, como en Principle of Moments (83), en el que participó Phil Collins y que de alguna manera confirmaba que había vida después de Zeppelin.
En busca de las raíces del rock, formó parte del súper grupo The Honeydrippers para grabar un disco en 1984, pronto regresando a la moda ochentera a través de Shaken ‘n’ Stirred (85), con notoria presencia de teclados y batería enchufada muy new wave. Now & Zen (88) implicó otra vuelta de tuerca al pasado zeppeliano, reforzado por Manic Nirvana (90), disco con el que inauguraba una década dispareja para su trayectoria, continuada con Fate of Nations (93) y su portada premonitoria del planeta derritiéndose delante de un enardecido sol, mientras dos niños y un osito de peluche contemplan el macabro espectáculo. Conciencia social y melodías evocativas llenan esta obra de indudable cercanía.
Después de formar parte del proyecto conocido como No Quartet en 1994, del cual se desprendió un disco firmado junto a Jimmy Page, grabó con su viejo cómplice, Charlie Jones y Michael Lee Walking into Clarkside (98), lo más cercano a una nueva producción de Led Zeppelin, aunque las ausencias de John Paul Jones por problemas personales con Plant y por supuesto de Bonham, terminaron pesando más de lo esperado. El nuevo milenio fue saludado con Dreamland (01), producido junto a la banda Strange Sensation y conformado por covers que parecían indicar un momento de búsqueda para encontrar la nueva ruta a seguir; mientras tanto, el bien seleccionado recopilatorio Sixty Six to Timbuktu (03), calmaba la sala de espera.
Junto a la misma banda con la que grabó su anterior disco en estudio, Plant regresó al hard rock con tintes progresivos en el consistente Mighty Rearranger (05), al que le siguió Nine Lives (06), caja integrada por todos los discos remasterizados más las consabidas sorpresas: se trata de un regalo con todo y envoltura para los fans de este músico que, como como cabría esperar, se ha convertido en todo un sobreviviente no solo de los excesos, sino de los cambios de modas, tendencias y caprichos del mercado.
Y como hay que renovarse para no morir, ahí está el botón de muestra: junto a la connotada cantante de bluegrass Alison Krauss perpetró el soberbio Raising Sand (07), lleno de sabor a raíces bluseras y en el que Plant encontró su nuevo lugar en el escenario musical, un sitio lleno de sensibilidad primigenia y pausada emoción, sin perder la vibrante esencia de su fuerza vocal y compositiva. Se trató de uno de los mejores discos de aquel año que mostraban la importancia de reinventarse y no morir en el intento.
Y como para confirmar su sitio en el mundo de los sonidos, reorganizó la vieja Band of Joy formada en primera instancia durante 1966 y, ya entrados gastos, grabó el ecléctico Band of Joy (10), cual tapiz salpicado de múltiples estilos sonoros que se ciñen a la sensibilidad vocal y a una idea-rectora en términos de estructura musical que le permite contar con una reconocible cohesión, resultando toda una delicia para el escucha en general, fans irredentos de Led Zeppelin incluidos y ortodoxos de las músicas de raíz.
Este lunes en la Ciudad de México, Robert Plant. ¿Alguna mejor forma de empezar la semana, a pesar de la distancia?

SKYFALL O CÓMO REGRESAR A TU PASADO SIN QUE EL CIELO SE DESMORONE

10 noviembre 2012

Ya son cincuenta años de entregarnos espionaje glamoroso con esmoquin siempre recién salido de la tintorería y martinis secos preparados al punto, solo agitados; chicas que llevan el apelativo del apellido que se menciona dos veces, rodeando al primer nombre, y villanos que se burlan de su propia caricaturización, siempre con malas intenciones de alcance mundial. Autos (Aston Martin, de preferencia), moda y gadgets; salones de juego, ciudades fastuosas y paraísos escondidos para lucir anatomías impecables. Intrigas imposibles, resoluciones inverosímiles que juegan con la complacencia del público y una elegante picardía que nos hace guiños constantes, como para que entremos en la lógica de relumbrón exaltada por el consabido score.
A partir de la llegada de Daniel Craig para encarnar a Bond, James Bond (Casino Royale, 06; Quantum of Solace, 08), un poco ha cambiado y otro tanto se ha retomado, sabiendo mantener la tradición pero mirando a los tiempos que corren: expresa ciertos sentimientos, sangra por dentro y fuera, las tecnologías han evolucionado más rápido que su conocimiento y, mejor aún, tiene un pasado del cual se quiere sacudir pero es como si intentara eludir del peso del cielo caído sobre sus hombros: ni la muerte, ni el rincón tropical, ni el alcohol, ni la compañía femenina, ni la picadura de un alacrán, ni buscando el Camino a la perdición (02), Solo un sueño (08) o El mejor lugar del mundo (09)… hay destinos disfrutablemente convulsos y el del nuevo 007 es uno de ellos.
Basada en el personaje creado por Ian Flemming a principios de los cincuenta en la novela Casino Royale (llevada a la TV en 1954 con Barry Nelson en el papel central y al cine en 1967 con David Niven), con guion de los habituales Neal Purvis y Robert Wade, apoyados por la complicidad de John Logan, quien ha trabajado con Burton, Scorsese, Scott y Stone, y dirigida por Sam Mendes (Belleza americana, 99), mostrando sello personal, Skyfall (RU-EU, 12) es la más inquietante, profunda e interesante película que se ha hecho sobre este agente del servicio secreto británico, gracias a una afortunada combinación de elementos que, por la solvente y significativa mano del director, confluyen en una intensa y estética narrativa que sabe integrar los principios del cine-espectáculo y el cine de autor.
Daniel Craig encarna con humanidad al por momentos falible 007, queriendo ser un Soldado anónimo (05), en constante debate interno por cumplir con los estándares que se esperan de él y la tentación de mandarlo todo al diablo. Judi Dench asume con entereza un rol protagónico como M, lidiando con inquisidoras instancias externas, con el maloso y con su propio equipo, mientras que Javier Bardem contribuye a crear un estilizado y monstruoso villano, como si continuara en Sin lugar para los débiles (07), pero con influencia de Hannibal Lecter. Ralph Fiennes y Albert Finney le dan solidez al reparto secundario, mientras que las chicas Naomie Harris y Bérénice Marlohe cumplen con la tradición.
La privilegiada fotografía de Roger Deakins se presenta con fuerte personalidad desde el prólogo y los dinámicos créditos iniciales, hasta las secuencias de drama contenido, pasando por las lucidoras escenas de acción, por momentos saturadas de luz multicolor –notable la pelea en el edificio de Shangai y las acciones en Estambul y la campiña escocesa- y en otros jugando con la oscuridad como encubridora de intenciones y motivaciones indecibles. No faltan los encuadres de sorprendente plasticidad que capturan una atenta puesta en escena, distintivo de Mendes con todo y su formación teatral, integrada a una fluida edición que hace llevaderas las dos horas y media de metraje, sin que el interés decaiga en ningún momento, también alimentado por la música de Thomas Newman, colaborador frecuente del director, y hasta por la voz de Adele.
Si bien el guion nos pide pronto algunas complicidades o desemboca en situaciones no del todo sustentadas, resulta atrayente por los tintes shakespereanos y de tragedia griega que sostienen las motivaciones y acciones de los personajes principales, mismos que se zafan del simplón maniqueísmo y se construyen con el suficiente grado de densidad como para hacer que nos interesen, más allá de la pirotecnia visual de persecuciones, peleas o salvamentos, de cualquier manera filmadas con puntual eficacia. Las creíbles relaciones que se logran establecer no solo entre el trío protagónico (¿dos hermanos en competencia por el amor materno?), sino con el resto de los personajes, denota una indudable habilidad de escritura y de interpretación.
Por supuesto está presente la eterna disyuntiva de casi cualquier organización entre el trabajo de campo y la labor de escritorio, con todo y la ceguera de taller, así como el papel que juega la tecnología informática en contraste con la labor de a pie, manual o de plano, artesanal, incluyendo la fuerza de los puños. Así, los gadgets son reducidos al mínimo, pero con el máximo de efectividad, proporcionados por el joven Q (Ben Whishaw, el ex John Keats de Bright Star), aún con su acné y esa soberbia propia de ciertos jóvenes informáticos, pronto puesta en evidencia por la experiencia de quien sí se ensucia los zapatos. Entretenimiento de altos vuelos en los que la tragedia del héroe es, justamente, no poder dejar de serlo.

IRREVERENCIAS

4 noviembre 2012

Ya sea recurriendo al humor negro o a la comedia con tintes escatológicos, a continuación algunos filmes que intentan, con más o menos fortuna, desafiar ciertos estereotipos y proponer recorridos argumentales que escapen de las estructuras de género convencionales, aunque apoyándose en definitiva sobre ellos.

JUSTICIA ALTERNATIVA
Dirigida por John Michael McDonagh en el tono justo de la pareja dispareja, El guardia (Irlanda, 11) es una inteligente puesta en escena que combina con equilibrio el humor negro, el thriller detectivesco y la construcción de los dos personajes en cuestión, estupendamente interpretados por Brendan Gleeson, como un desenfadado policía irlandés y Don Cheadle, como un correcto agente del FBI enviado a resolver un caso que va tomando dimensiones mayores: el choque cultural y de perspectivas acerca de la vida se establece de manera ingeniosa, sin caer en caricaturas pero tampoco sin pretender recetarnos las grandes verdades.
Casi sin proponérselo, el filme acaba resultando más profundo y evocativo que lo que parecería en una primera instancia. Además, la forma en la que ambos protagonistas van construyendo su relación, en un inicio sumamente ríspida, se percibe de manera creíble y sentida, sin obviar los destellos de humor no como viñetas, sino como elementos sustantivos del desarrollo argumental. Los criminales hacen su parte para redondear este film que pasó inadvertido por las carteleras comerciales y que resulta mejor que la mayoría de los que se exhiben con bombo y platillo.

DEJANDO LA ADOLESCENCIA
Con base en una premisa ya explorada pero llevada a un terreno diferente –la relación de un hombre con un juguete de la infancia que cobra vida- Seth McCarflane escribe, dirige y pone la voz al protagonista de Ted (EU, 12), historia que el creador de The Cleveland Show y Padre de familia centra en la relación de un tipo común de esos que no acaban de crecer son su inseparable amigo, un oso de peluche que cobró vida desde la infancia solitaria y que ahora se ha convertido en un absorbente adolescente perpetuo: en medio, la novia del primero y un amenazante tipo que junto con su hijo buscan apoderarse del mágico plantígrado.
El humor negro funciona por momentos dentro de una estructura argumental que termina por ser demasiado esquemática y previsible, aunque cabe resaltar que ciertos apuntes y secuencias alcanzan un nivel de carcajada, así como algunos diálogos y parodias asumidas e impuestas de personajes de la cultura pop: ahí está Flash en papel preponderante. No hay duda que quien se roba la película, frente a interpretaciones más bien rutinarias, es el intenso oso que entre broma y broma, también sabe querer.
De ahí en más, no parecen aprovecharse del todo algunas rutas como la fuerza de la amistad, la adolescencia a perpetuidad o la incapacidad para comprometerse que tanto padecen los treintones de ahora; tampoco se corrieron riesgos más allá en términos del desenlace de la historia. Vale advertir que no es una película para niños, aunque la cara del osito por momentos parezca tierna: conviene acordarse de Lotso, el púrpura oso pixariano inspirado en el Orson Welles de Sed de mal (58) o del castor que se posesionó de la mano de Mel Gibson en Mi otro yo (Foster, 11).
Por su parte, Un niñero sinvergüenza (The Sitter, EU, 11) es una comedia irregular que bebe de las cintas en las que dentro de una noche sucede todo lo que no pasaba en años; apenas con algunos destellos sobre todo cortesía de Jonah Hill, el director David Gordon Green, quien encontró mejor puntería en Piña Express (08), nos lleva por esta premeditadamente inverosímil trayectoria de crecimiento emocional de un bueno para nada entre niños contrastantes, padres descuidados y malosos de caricatura: ninguno de ellos lo suficientemente memorable como para escribir a casa.

POESÍA AL MARGEN
Con la columna vertebral del poema que le da título, Juicio escandaloso: Howl (EU, 10) combina un poco de pietaje con animaciones y recrea una entrevista con el personaje, el juicio y algunos pasajes de su vida. En efecto, la lectura del mítico poema va sirviendo como una especie de hilo conductor de este film dirigido por la dupla Epstein/Friedman que resulta más descriptivo que analítico, sobre todo en términos de intentar recuperar el alma de Allen Ginsberg, figura emblemática de la contracultura, y de capturar el espíritu de una época. Eso sí, puede servir a manera de introducción al mundo Beat y sus secuelas.

HERMANDAD CONTRASTANTE
Dirigida por el también actor Tim Blake Nelson buscando los contrastes que se dan en las familias, Gemelos opuestos (Leaves of Grass, 09) es una comedia negra que coloca en situación de complicidad forzada a dos hermanos idénticos interpretados con los matices del caso por Edward Norton: uno es profesor de filosofía mientras que el otro es un pequeño productor de mariguana metido en probelmas. Con una mezcla de comedia familiar y criminal, así como de las relaciones que se pueden establecer entre las drogas y el pensamiento filosófico, la película tarda en encontrar su enfoque, quizá ubicándolo cuando ya es demasiado tarde.