Posts Tagged ‘Perdón’

REIVINDICACIÓN

16 abril 2009

Dos hombres buscan regresar a la posición en la que se creían más felices sin acaso aceptar del todo los errores por la que la perdieron. Hasta que no queda más remedio: convertidos en sus propios jueces, más allá del clamor mediático y popular, se enfrentan a sí mismos en una dura e íntima batalla para poder encarar a los demás y solicitar, indirectamente, su comprensión. Perdedores de cepa que frente al triunfo, regresan a su condición original. Se trata de Richard Nixon y de Randy “The Ram” Robinson.

LA ENTREVISTA DEL ESCÁNDALO: ENTRE LA FAMA Y LA REDENCIÓN

Basada en la obra teatral de Peter Morgan y dirigida con astucia y en clave de docudrama por Ron Howard, quien consigue presentar su mejor película a la fecha, Frost/Nixon: La entrevista del escándalo (EU, 08) es una realista recreación del encuentro y sus circunstancias entre el mañoso ex presidente caído y el hábil pero en apariencia anodino conductor televisivo, convincentemente interpretados por Frank Langella y Michael Sheen, más preocupados por meterse en la piel de los sujetos que simplemente por parecérseles.

Colaboran para el despliegue actoral las sólidas presencias del reparto, representando los sendos equipos de apoyo del entrevistado y entrevistador, no exento éste último de acres discusiones al interior. Como una pelea boxística a cuatro asaltos entre dos pesos de diferentes divisiones y con los consabidos arreglos previos, el encuentro se irá desarrollando entre golpes francos, aparentes KnockOuts e impredecibles regresos de la lona, siempre manteniendo un resquicio de caballerosidad.

Además de las puntuales reflexiones sobre la fuerza de la televisión –capaz de reducir en un primer plano toda una vida-, como apreciamos en el díptico de George Clooney Buenas noches, Buena suerte (05) y Confesiones de una mente peligrosa (02), los diálogos nos conducen por los intrincados territorios del poder, la importancia de la imagen, las vertientes del periodismo, la lealtad, la seducción del dinero a cualquier nivel y la conciencia personal.

Una edición sorprendentemente eficaz que permite fluidez sin perder detalles, iluminación en un doble plano, para las entrevistas y para el propio film, y una puesta en escena que nos involucra en la época y en el ambiente social, redondean esta obra cual entrevista reveladora, autoanalítica y de contundente desenlace. Quizá no era una última oportunidad para ambos pero sí una decisiva. Ahí están los zapatos afeminados para corroborarlo.

EL LUCHADOR: LOS ABISMOS DE LA TERCERA CUERDA

Dirigida por Darren Aronofsky, tras su discutida La fuente de la vida (06), e interpretada por Mickey Rourke haciéndose uno con su personaje, El luchador (The Wrestler, EU, 08) es un viaje depresivo, con algunas paradas esperanzadoras rápidamente difuminadas, por la vida de un hombre roto y de estoica tolerancia que se ha quedado al margen después de ser estrella ochentera del ring. Ahora enfrenta sus más terribles batallas más allá del cuadrángulo: con su descenso sin escalas, con el desprecio de su hija (Evan Rachel Wood) y con la indefinición de su amiga nudista (Marisa Tomei), vuelto interés romántico.

Sin poder entrar a su casa, ocasional diversión de los niños del vecindario, vendedor de autógrafos y paciente despachador de supermercado según el estado de ánimo, mantiene su presencia en el amigable pero aún salvaje mundo de las luchas de segundo nivel. Como marcan las exigencias del medio, mantenerse en forma implica emplear medios artificiales, sobre todo cuando el cuerpo ya no está para esos trotes: camas de bronceado, sustancias de dudosa legalidad y cabellera de lucidora falsedad.

En contraste con sus acostumbradas pirotecnias visuales expuestas en Pi, el orden del caos (98) y Réquiem por un sueño (00), Aronofsky apuesta por la sencillez en la forma para que sea el contenido lo que resalte, en particular la constante imposibilidad del protagónico por establecer nuevas formas de mantenerse en pie fuera del mundo al que perteneció y que no puede dejar, acaso porque la vida transcurre más bien dentro del encordado y en los vestidores de atmósfera solidaria.

No es casual que suenen olvidados grupos hardrockeros de melena cuidadosamente despeinada para dejar que Bruce Springsteen ponga punto final con su canción homónima: la parafernalia siempre será tan espectacular como efímera. No existe corazón que resista el desprecio ajeno combinado con el propio; quizá uno u otro, pero nunca ambos: es como un salto desde la tercera cuerda a un vacío largamente construido.

TIEMPO DE PERDÓN

11 febrero 2009

En el contexto de la llamada Comisión de la verdad y la reconciliación en Sudáfrica, revisada desde otra perspectiva en aquella película titulada En mi tierra (Boorman, 04), se vivieron historias que profundizaban en la naturaleza humana en cuanto a su capacidad de perdón: una sociedad partida entre la necesidad de venganza y la posibilidad de reconciliarse como especie, buscando trascender y acabar con la espiral de violencia iniciada por el gobierno totalitario y racista.

Dirigida por Ian Gabriel, Tiempo de perdón (Forgiveness, Sudáfrica, 04) coloca a una familia frente al asesino de uno de sus miembros, quien ha vuelto para asumir su culpa y esperar, en primer término, perdonarse a sí mismo. El dolor y la aceptación de los padres contrastan con la predecible agresión de los dos hijos, quienes se vuelcan contra el recién llegado al grado de urdir un plan con la ayuda de tres amigos de su hermano. En una escenografía tan desolada como el estado anímico de los personajes, cabe la posibilidad de transformación, aunque sea imposible olvidar por completo.

Nos leemos después.

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TRES MONOS: NO VEO, NO OIGO, NO HABLO

11 febrero 2009

BUSCANDO CULPABLES

Un par de películas que aluden, en diferentes contextos, a la tentación de la inocencia de la que hablaba Pascal Bruckner y, en sentido opuesto, a la actitud de asumir la responsabilidad por los hechos cometidos. Una como parte del programa de la 50ª. Muestra Internacional de Cine y la otra disponible en los videoclubes de la Ciudad.

TRES MONOS: NO VEO, NO OIGO, NO HABLO

Un político abusivo y perdedor (Ercan Kesal) atropella a un hombre y le pide a su chofer (Yavuz Bingül) que asuma la culpa con un pago de por medio; éste acepta y deja a su esposa (Hatice Aslan) y a su joven hijo (Ahmet Rifat Ungar) para pagar la condena de nueve meses. La premisa de arranque desatará una serie de eventos culposos en lo que los cuatro involucrados se enfrentarán a sus propias pasiones, ambiciones, recuerdos y consecuencias de sus actos.

Dirigida por Nuri Bilge Ceylan (Nubes de mayo, 99; Lejano, 02; Los climas, 06) el cineasta turco más reconocido del momento, Tres monos: no veo, no oigo, no hablo (Turquía-Francia-Italia, 06) es una intromisión a la vida de una familia nuclear con secretos y equilibrio apenas sostenido, afectada por un suceso que sacará a flote un caos relacional en el que la estabilidad se pondrá duramente a prueba: la madre sacrificada después auto denigrándose; el hijo en suspenso vital sin trabajar ni estudiar y el padre tras las rejas soportando las propias sospechas.

Las culpas transferidas se reflejan en la combinación de planos cerrados con aperturas mirando al mar, combinando los tonos verdes apagados de los interiores con un colorido realista que se asoma por las ventanas; encuadres de elocuencia absoluta y de una belleza tan depresiva como liberadora, rescatada por ciertos apuntes de humor notablemente insertados. De pronto, ciertos desenfoques combinados con efectos de ralentización que anteceden un nuevo curso de la historia, iniciada con la paulatina oscuridad total para dejar que el sonido refiera al suceso desencadenante.

Entre amaneceres y atardeceres, desplazamientos del tren y tormentas que anuncian decisiones arriesgadas, los acontecimientos van desdoblándose para buscar el punto de origen, influenciados por la presencia del fantasma infantil y hasta por el, en apariencia intrascendente, mesero del salón de té (Cafer Köse). La sabiduría de los monos que se niegan a decir, ver y oír, en esos angustiantes silencios y puertas cerradas sólo para aparentar lo que ya todos suponen.

Nos leemos después.

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REENCONTRÁNDOSE CON EL AMOR

4 octubre 2008

El asunto es tan inabarcable que nunca se filmará la película definitiva al respecto. El cine vuelve a él una y otra vez y lo seguirá haciendo: la esencia es la misma aunque las variantes son interminables, desde las más convencionales y superficiales, hasta las más profundas e imaginativas, pasando por la ironía y humor. El enamoramiento con todos sus misterios maravillosos, dolorosos y hasta de pena ajena, continuará como una realidad múltiple imposible de capturar en la pantalla: por lo pronto, disfrutemos de las aproximaciones.
Sabemos que en cuestiones amorosas las oportunidades ni se crean ni se destruyen, sólo se presentan: pasan por nuestras narices –como si tuviéramos varias- y podemos dejarlas pasar, seguir el aroma equivocado o hasta atrevernos a capturarlas. El problema es que después de algunas experiencias al respecto, uno puede perfeccionar el olfato pero volverse demasiado quisquilloso o de plano irse tras cualquier perfume de mujer (u hombre). Aceptar el reencuentro con el amor puede ser una decisión salvadora pero también una buena estrategia para terminar de hundirse bien y no tan bonito.
Recuperemos un par de cintas para analizar los componentes fundamentales de las películas románticas cuyo desarrollo puede orientarse a dos grandes estructuras narrativas: el drama y la comedia. Ambas centran su propuesta en cómo una nueva relación puede transformarnos en mejores personas y brindarnos ese segundo aire que parecía nunca llegar, dadas las circunstancias.
Dirigida por el también guionista Peter Hedges (Momentos de perdón, 03), Dan en la vida real (Dan in Real Life, EU, 07) transcurre por la vía de la comedia, salvo ciertos apuntes melodramáticos, sin mayores pretensiones. Basada en la obra de Nicholas Spark, fuente para cintas como Mensaje en una botella (Mandoki, 99) y Diario de una pasión (Cassavetes, 04), y dirigida por el hombre de teatro entrando al mundo fílmico George C. Wolf, Noches de tormenta (Nights in Rodanthe, EU, 08) es una ya vista aunque funcional historia de amor otoñal.
La primera clave está en el diseño de la pareja protagónica y en los responsables de encarnarla. En el primer caso, Steve Carell y Juliette Binoche despliegan una notable habilidad para darles vida a un padre viudo, escritor de una columna de consejos familiares –que él no sabe cómo aplicar- y a una encantadora mujer en proceso de búsqueda. En el segundo, Richard Gere y Diane Lane, quienes vuelven a reunirse después de Cotton Club (Coppola, 84) e Infidelidad (Lyne, 02), resultan convincentes como un doctor cargando culpas y como una mujer llena de problemas familiares.
La segunda clave estaría dada a partir del guión: mientras que Dan en la vida real se construye con inteligentes y situacionales ganchos humorísticos, aunque sin eludir ciertas salidas fáciles, la cinta de Wolfe por momentos parece forzada a pesar de los inesperados golpes dramáticos. En cuanto a los personajes secundarios, destaca la presencia de los hijos en las dos cintas y un par de actuaciones llamativas, cortesía de Dianne Wiest en la primera y de Scott Glenn, emotivamente seco, en la segunda.
Un tercer elemento estaría dado a partir de la construcción de atmósferas y contextos en los que se desarrolla la historia. En las dos películas los personajes salen de su rutina para envolverse en una situación propiciatoria, no exenta de obstáculos: ya sea la molesta presión familiar en la que todo mundo dicta cátedra sobre lo que se debe hacer o un aislamiento aparente en el que no obstante se continúa enlazado con los problemas persecutorios.
Un cuarto componente –sin querer decir que sean todos- es la forma propiamente cinematográfica: Noches de tormenta recurre a ciertos flashbacks con variación de texturas y paleta cromática, como para darle cierto respiro a la narración. Por su parte, el film de Hedges se plantea de manera sobria sin mayores artilugios, apenas jugando con la perspectiva, sobre todo en la reunión familiar, y aprovechando la combinación de planos.
Una lavadora que da vueltas sin cesar, unos caballos corriendo por la playa… reencontrándose con el amor.

Nos leemos después.
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LEJOS DE ELLA: AMOR AÚN EN EL OLVIDO

25 julio 2008

La memoria es uno de los cimientos de la relación de pareja, aún cuando entre algunos de los recuerdos se desgrane cierto dolor: la historia construida en común, con sus episodios luminosos y los obstáculos salvados más por el amor que la costumbre, sostiene el vínculo justo cuando las cosas se ponen más complicadas de los roces habituales. Pero cuando el olvido involuntario (¿existe otro?) se empieza a entrometer en la convivencia, acaso nos damos cuenta que la felicidad puede encontrarse nuevamente y concebirse de manera distinta, aunque sea en mundos paralelos que allá en una improbable distancia modifiquen su órbita para reencontrarse.

Basada en el relato Ver las orejas al lobo (The Bear Came Over the Mountain) incluido en el libro Odio, amistad, noviazgo, amor, matrimonio (RBA, Barcelona, 2001) de la brillante escritora canadiense Alice Munro, especialista en la brevedad profunda, y dirigida por la actriz debutante tras de cámaras Sarah Polley, recordada por sus emotivas interpretaciones en las películas Mi vida sin mí y La vida secreta de las palabras, ambas dirigidas por Isabel Coixet, Lejos de ella (Away From Her, Canadá, 07) es una inmersión al matrimonio sobreviviente y a los recovecos de la memoria recreada en pareja.

Un matrimonio ha sobrellevado una relación funcional a lo largo de cincuenta años. La vejez empieza a cobrar las facturas en la memoria de Fiona (Julie Christie, notable), que muestra síntomas de Alzheimer, situación que la lleva a solicitarle a su marido Grant (Gordon Pinsent, contenido) que la ingrese a un centro especializado para recibir la atención necesaria, donde establecerá un vínculo especial con otro paciente (Michael Murphy) mientras que su esposo, ante el olvido, se mantiene estoico y convive con la esposa de éste (Olimpia Dukakis, derrochando sabiduría pragmática) y una de las enfermeras.

Como sucedía en Iris (Eyre, 01), la biopic sobre la famosa escritora, y en la sentimental Diario de una pasión (Cassavetes, 04), la relación matrimonial se topará frente a la prueba definitiva: la ruptura que implica dejar de ser reconocible para el otro. Quizá con un uso reducido del flashback, que impide una mayor compenetración con la vida de la pareja, vamos descubriendo que el trayecto no ha sido fácil y que han existido extravíos, como la búsqueda ya imposible para regresar a casa.

La construcción narrativa rompe la linealidad y entremezcla las lecturas de poemas con imágenes que buscan escenificar la tragedia del olvido y la esperanza del recuerdo. El empleo de cuidadosos encuadres y de la luz natural que se cuela por las ventanas o que estalla en los campos nevados, remite a la posibilidad de que la oscuridad de la desmemoria pueda ser vencida en algún momento, por más que las evidencias vayan en sentido contrario.

Un libro sobre Islandia apenas funcionará como salvavidas en el indeseado traslado al segundo piso cuando la condición de la protagonista ha empeorado. No obstante que estamos frente a un drama que bien podría derrapar en exageraciones argumentales y actorales, la dirección de la aún veinteañera Polley consigue mantener a sus personajes como seres humanos cercanos, sin juzgarlos de antemano y permitiendo que sean sus propias decisiones las que los definan: es en los diálogos en donde mejor funciona la adaptación del texto de Munro.

Y aunque el abandono y el desamor acecharan, siempre quedará el agradecimiento de la permanencia, a diferencia de tomar el camino fácil y al fin equivocado de evitar la trascendencia como pareja, vuelta compromiso liberador.

Nos leemos después.

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