Un par de comedias con salpicados momentos dramáticos se centran en las relaciones de pareja y entre padres e hijos, intervenidas por lo que se espera de los demás, lo que se dice al respecto y lo que se oculta, a veces con buenas intenciones, mientras se buscan caminos para la creación ya sea musical o literaria: los conflictos inherentes se abordan con más o menos dificultad, si bien en el sustrato se mantiene un amor que se manifiesta en los momentos más complicados, mientras fluye la pluma o se escuchan los acordes.
La neoyorkina Nicole Holofcener (Amigos con dinero, 2006; Encuentros en Nueva York, 2010; I Hate That I Love You, 2011; Sobran las palabras, 2013; guiones de ¿Podrás perdonarme algún día?, 2018, y El último duelo, 2021) dirige con soltura You Hurt My Feelings (EU, 2023), en la que se aproxima a una acomodada pareja en la mediana edad formada por una escritora con un one hit wonder en su haber -su autobiografía- (Julia Louis-Dreyfus, natural) y un psicólogo cuya práctica terapéutica parece que no está dando los resultados esperados (Tobias Menzies, paciente). Conviven con su hijo (Owen Teague), aspirante a escritor que trabaja en una tienda de venta legal de mariguana, y con su hermana (Michaela Watkins), decoradora de interiores, cuyo esposo atraviesa un momento complicado en su carrera actoral (Arian Moayed).
Ella está intentando colocar su nuevo libro, que no promete gran cosa, mientras da algún disperso taller de escritura, visita a su madre de sinceridad rotunda (Jeannie Berlin, en la justa necedad) y reparte ropa de forma caritativa con hermana; él se cuestiona sobre su envejecimiento y si sus estrategias están funcionando con sus pacientes, entre quienes están una pareja insoportable (Amber Tamblyn y David Cross, cobrones) y un treintón que reniega de las sesiones con comentarios entre dientes (Zach Cherry). Son tiempos de cuestionamientos y valoraciones sobre los logros profesionales, la forma de educar al hijo y al respecto de la propia relación matrimonial: todo de golpe.
De Walking and Talking (1996) a La tierra de las buenas costumbres (2018), la también directora televisiva plantea los puntos de vista y las tensiones de sus personajes con un toque de humor y la suficiente profundidad como para reflejarse en ellos: expresar agrados, acuerdos y comentarios positivos sobre las actividades de la pareja, al tiempo de callarse ciertos disgustos para no herir susceptibilidades: el repetitivo regalo siempre es bienvenido, sobre todo cuando todo se comparte, incluyendo el helado. En un matrimonio, en la terapia y en la vida en general, ¿hasta dónde debe llegar la prudencia para ceder paso a la sinceridad? Probablemente nunca lo sabremos, pero lo que sí sabemos, es que en estos menesteres se suele caminar por la cuerda floja.
Por su parte, John Carney continúa su mirada amable y sincera sobre cantautores en ciernes o en
proceso de recuperar la forma (Once, 2007; Empezar otra vez, 2013; Sing Street: éste es tu momento, 2015) y presenta Flora e hijo (Irlanda-EU, 2023), en la que una joven madre soltera (Eve Hewson, aventada) lidia con su retoño adolescente metido en constantes problemas (Orén Kinian, canalizando la agresión), mientras su ex y padre del susodicho (Jack Reynor), ya con otra pareja, trata de seguir con su carrera: este trío roto irá encontrando el punto de encuentro justamente en la música, aprovechando el talento natural del joven, la experiencia del papá y el arrojo de la mamá, animada a tomar clases de guitarra a distancia con un maestro estadounidense (Joseph Gordon-Levitt, también haciéndole a la cantada).
Con sencillez y sensibilidad, la cinta va avanzando por los barrios de trabajadores en Dublín, atravesando dificultades y acomodos de las relaciones familiares: quizá desde la basura se pueda partir para encontrar la guitarra detonadora y de ahí construir las posibilidades de congeniar, sobre todo impulsadas por la joven madre que del trabajo doméstico se lanza, apoyada por una amiga, al aprendizaje musical y a enfrentar las broncas con el hijo, su exnovio, la policía y con quien sea necesario con tal de no rendirse: suena el soundtrack, en tanto, con un poco de pop, hip-hop y apuntes electrónicos cortesía de Gary Clark y el propio director.