Ahora las segundas partes, en varios casos, ya están previstas de antemano. Ya sea desde la tendencia de la literatura juvenil de proponer trilogías, tetralogías o las que aguante el mercado, o desde la lógica del cómic, que admite alguna secuela, precuela, reboot, spin-off y toda una gama de posibilidades, el cine ha retomado estas ideas y, sobre todo a partir de El Señor de los anillos, propone películas seriadas que mantiene taquilla cautiva durante varios años. Películas en las que el bien y el mal, casi sin los matices de gris, luchan para apoderarse de tierras medias, distritos o planetas, según el caso.
DE CALABOZOS Y DRAGONES
Dirigida por Peter Jackson, El Hobbit: la desolación de Smaug (EU-NZ, 2013) sigue el viaje del grupo de los enanos y Bilbo Bolsón rumbo a la recuperación del reino perdido, apoyados por Gandalf el Gris, quien se tendrá que enfrentar a un creciente enemigo poderoso. Perseguidos por los orcos, se toparán con un bosque desconcertante plagado de arácnidos, un hombre oso de extraña dualidad, el reino de los elfos y un poblado cercano a la montaña donde aguarda el implacable dragón del título, impresionantemente recreado y con una voz profunda cortesía del maloso de Star Trek, Benedict Cumberbach.
A diferencia de su más contemplativa predecesora, esta entrega apuesta por una edición de mayor vértigo y una inserción de secuencias de acción más prolongadas, resueltas con destreza por la plasticidad de la puesta en escena y por la estrategia un poco de parque de diversiones que se emplea en las escapatorias. Las historias secundarias se integran con pertinencia a la trama central, ahora divida en dos vertientes, dada la necesaria separación del mago gris para enfrentar un mal más abstracto –notable la escena de Saurón- que con el que se las tienen que ver los enanos. Así, el universo tolkiniano tiene una digna representación en la pantalla.
El reparto de costumbre con algunas adiciones resuelve con dinamismo el desarrollo argumental que no se extravía a pesar del impresionante trabajo visual, potenciado por los 48 cuadros por segundo y la 3D que no dejan alternativa: formas parte de la caravana, los orcos te acechan sin miramientos, las arañas te envuelven en sus siniestras conversaciones, el enorme oso te quiere devorar, los elfos te atrapan, te las ves cara a cara con el mismísimo mal en proceso de encarnación, deambulas por las callejuelas de Laketown y dialogas con el imponente dragón lleno de fuego y muerte: hasta el poder del anillo empieza a formar parte de tu actuar y sientes que Gandalf te protege.
EL PODER DE LA FAMA
Dirigida por el vienés Frances Lawrence (Agua para elefantes, 2011) y basada en la segunda entrega de los libros escritos por Suzanne Collins, Los juegos del hambre: En llamas (EU, 2013) retoma la historia de la pareja ganadora de la mortal competencia anterior, ahora usada como arma propagandística para mantener al pueblo con la necesaria esperanza para que no haya revuelta alguna, hasta que, dadas las circunstancias, conviene convocar a unos nuevos juegos con rivales de habilidades diversas.
Con un diseño de producción que no escatima en locaciones, vestuarios y maquillajes que por sí mismos valen la pena, la cinta transcurre en apego a su par literario aunque por momentos no queden del todo asentados ciertos antecedentes de los personajes, como el encarnado por el gran Phillip Seymour Hoffman, quien le imprime una buena dosis de tablas actorales al ya de por sí renombrado elenco, disfrutando con todo de sus magníficas sobreactuaciones a tono con el sentido de sus personajes.
La narrativa logra equilibrar romance triangular, amistad a prueba de totalitarismos, drama silenciado y acción, así como un giro argumental que abre la puerta a una nueva veta argumental. Se mantiene la intención de plantear una sociedad futurista con rasgos que podemos encontrar en el pasado y presente de las sociedades humanas, además de integrar los juegos políticos en las resoluciones de los conflictos, acaso más peligrosos que las guerras armadas francas y directas: un poco de hambre, con algo de esperanza y un mucho de miedo para que las llamas no alcancen una fuerza que después sea imposible controlar.
TINIEBLAS CÓSMICAS
Dirigida por Alan Taylor, quien se ha distinguido como realizador televisivo de altos vuelos, Thor: el mundo oscuro transcurre justo cuando un arma milenaria reaparece en escena junto a un grupo de malosos interplanetarios que parecían exterminados; como si de invasores bárbaros se tratara, empiezan a atacar el centro imperial para poder controlar el universo conocido. Mientras tanto, el protagonista lidia con su hermano encarcelado, el romance en espera y una relación conflictiva con su padre.
La cinta acierta cuando no se toma en serio a sí misma y se atreve, incluso, a insertar detalles de un humor bienvenido que rompe con una solemnidad poco propicia para este tipo de historias: el cameo de Stan Lee y la secuencia en el metro, son las que se quedan en la memoria. Ayuda también, además de los efectos visuales y el intenso montaje, la ambigüedad de Loki, quien se termina por robar una película sedienta de matices morales.