Archive for agosto 2016

AMISTAD EN GRANDE

25 agosto 2016

A la memoria de Nacho Padilla, gran amigo de la infancia.

A la par y en consonancia con su obra literaria, el versátil autor galés Roald Dahl (1916-1990) tuvo una estrecha relación con la televisión y el cine, participando como guionista en Solo se vive dos veces, (Gilbert, 1967) y en Chitty Chitty Bang Bang, (Hughes, 1968), ambas basadas en novelas de Ian Fleming, así como en El enterrador nocturno (Reid, 1971), insertando una combinación de romance, tensión sexual y misterio, cual sello de la casa: elementos narrativos en apariencia contradictoria o subversiva confluyendo en un mismo relato para ser leídos en distintos niveles.

Además, su vínculo con la pantalla fílmica se ha fortalecido como creador de historias irresistibles que pedían a gritos su traslado al mundo de las imágenes, tanto por su originalidad temática, imaginería visual y creación de personajes atípicos, como por su capacidad para incorporar perspicaces ideas de diferente nivel de profundidad en un mismo argumento, en particular las que en apariencia se orientan a un público infantil en el que se confronta el mundo adulto con el de la niñez, pero con personajes que a pesar de la edad conservan cierto espíritu inocente.

Los ejemplos más notables son Willy Wonka y la fábrica de chocolate (Stuart, 1971), con el guion del propio Dahl y que mereció una segunda mirada bajo el título de Charlie y la fábrica de chocolate (Burton, 2005); Las brujas (Roeg, 1990), que bien merecería volverse a ver; la animada Jim y el durazno gigante (Selick, 1996); Matilda (DeVito, 1996), capturando su toque de rebeldía y El fantástico Sr. Zorro (Anderson, 2009), quizá la mejor adaptación que ha recibido la obra del también cuentista (Relatos de lo inesperado, 1979; Historias extraordinarias, 1977) que padeció una vida familiar signada por la tragedia.

Steven Spielberg ya había visitado tangencialmente el universo del escritor cuando produjo Gremlins (Fante, 1983), filme en el que se recuperaba en cierto sentido a las criaturas del folklore inglés dándoles una cara amable; de alguna manera parecía que, por la trayectoria de ambos, en algún momento habría un punto de encuentro entre el texto literario y el traslado fílmico, más allá de cuestiones de derechos, agendas y casas productoras.

Los avances tecnológicos para la producción de imágenes (en este caso la motion capture que funciona muy bien para la gestualidad), la posibilidad de adaptar un texto que cabía en la mirada del afamado director y el interés de la casa Disney, abrieron la puerta para que por fin se pro
dujera el filme sobre el gigante y una huérfana, que ya había detonado The BFG (Cosgrove, 1989), cinta animada para televisión.

DADOR DE SUEÑOS

En cuanto a los rasgos del personaje principal, este acosado y bienintencionado grandulón de útiles orejas expandidas aunque pequeño en comparación con los de su género, parece ser la cara opuesta del gigante egoísta de Oscar Wilde y estar más cerca del gigante de hierro de Ted Hughes, inspirador de la emotiva película de animación homónima de Brad Bird, también perseguido aunque apoyado en una sólida amistad con un niño, tal como le sucede a este amistoso ser.

El buen amigo gigante (The BFG, RU-EU-Canadá, 2016) narra la historia de una amistad entre Sophie, una huérfana con espíritu aventurero (Ruby Barnhill) y un gigante bonachón, vegano y bebedor de un licor artesanal por si hacía falta, que guarda, comparte y asigna los sueños de las personas. Mientras que la primera se las arregla para vivir en el orfanato esperando al monstruo de las tres de la mañana, el segundo resiste el acoso y las burlas de sus congéneres, un grupo de gigantes caníbales de maneras rupestres que no entienden de sueños y quimeras, sino solo de carne y ronquidos.

BFGLa propuesta de la escritora recién fallecida en noviembre del 2015 Melissa Mathison, responsable también de los guiones de El corcel negro (Ballard, 1979), The Escape Artist (Deschanel, 1982), la memorable E.T. El extraterrestre (Spielberg, 1983), La llave mágica (Oz, 1995) y Kundun (Scorsese, 1997), recupera la premisa esencial de la historia enfatizando un humor alejado de las tonalidades oscuras y planteando, sobre todo, la importancia del vínculo que se puede establecer entre dos personas marginadas.

Después de retomar otro clásico europeo en Las aventuras de Tintín (2011), Spielberg opta por cocinar esta historia de buenos amigos a fuego lento, de manera sencilla y parsimoniosa con un enfoque cuidadosamente familiar, quizá perdiendo intensidad emotiva pero ganando tiempo para el hermoso despliegue visual, en consonancia con las ilustraciones originales del libro, mostrado desde las primeras de cambio con la secuencia del gigante recorriendo las calles londinenses y recurriendo a ingeniosas estrategias de camuflaje, notablemente capturado por una cámara que se ubica en los ángulos precisos y se desplaza con la misma soltura que el escurridizo dreamcatcher.

El episodio en el Palacio de Buckingham, particularmente durante el desayuno ofrecido por la reina (Penelope Wilton) y organizado por su asistente (Rebecca Hall), termina por ser el más logrado en términos de entretenimiento, mientras que la secuencia del lago de los sueños resulta visualmente absorbente, si bien el significado que implica la invitación por parte del gigante en términos de confianza, no alcanza a plasmarse del todo. Las escenografías, por su parte, están llenas de detalles que bien vale la pena revisar, como la de la habitación del niño que había llegado antes a la tierra de gigantes.

Está presente el cumplidor score de John Williams para acompañar a las secuencias, ya sea de cierta acción o de emotividad, puntual y expansivamente creadas por la cámara experta del habitual Janusz Kaminski, abriendo espacios para que la luz ilumine los registros actorales del gran Mark Rylance (que repite con Spielberg tras su soberbia actuación en Puente de espías), potenciados por la excelsa técnica de animación que se inscribe como un avance en relación con otros absorbentes esfuerzos vistos en cintas como El expreso polar (Zemeckis, 2004), Una mirada a la oscuridad (Linklater, 2006) y Beowulf (Zemeckis, 2007).

 

LA APROPIACIÓN COMO FORMA ARTÍSTICA

18 agosto 2016

De acuerdo con el texto de Douglas Crimp acerca de la apropiación, habrá que entender el concepto desde diversas perspectivas y abordajes, dado que no hay una sola manera de desarrollar procesos artísticos de apropiación, que pueden ir desde la integración de formas y estilos del pasado para integrarlos eclécticamente, hasta la recuperación de un objeto del presente que no es posible de reproducir en otros ámbitos o en distintos objetos, tal como se plantea en al comparación del edificio en Portland diseñado por Graves y la casa realizada por Gehry en Santa Mónica.

En este sentido, la exposición Double Trouble de Sturtevant (1924), expuesta en el MOMA de noviembre del 2104 a febrero del 2015, se inserta en la idea de la recreación de obras producidas por artistas contemporáneos a ella como Andy Warhol, y Jasper Johns. Al parecer se trata de una apropiación directa con la finalidad de explorar y profundizar en la autoría, la originalidad y el proceso creativo. Interesante es que reproduzca, por ejemplo, la obra Cow Paper de Warhol que en sí misma está integrada por repeticiones de la misma imagen, siguiendo la idea del artista pop de cuestionar la autenticidad y recurrir a la reproducción a través de la serigrafía.

Double TroubleLa instalación de Sturtevant, en la que se puede observar la réplica de Target With Four Faces de Johns, invita a la reflexión también en cuanto a la presencia de copias en un espacio museístico, estando presente la obra “original”, si cabe hacer la distinción. Un doble problema, en efecto, que obliga a cuestionarse acerca de la innovación artística y la apropiación, acaso también considerada como una postura inédita en cuanto se lleva a cabo de manera explícita, entrando en el terreno del homenaje y la experimentación.

En el caso de la obra Suns de Penelope Umbrico, consistente en un conjunto en crecimiento de coloridos recuadros fotográficos cuyo denominador común es el sol. La reiteración se integra a la idea de la diferencia: cada presencia de esta estrella que nos permite existir es distinta y aunque en las fotografías aparezca el mismo objeto, la sensación va cambiando, tal como nos sucede cuando observamos los atardeceres en función de nuestro estado de ánimo: puede haber nostalgia o algarabía, según el momento vital, a pesar de estar mirando el mismo fenómeno o, en este caso, esta obra interminable.

De acuerdo con Juan Martín Prada (2012), la idea de apropiación posmoderna durante los 80’s y 90’s estuvo vinculada al desplazamiento, mientras que hoy en día, en los contextos digitales, se enfatiza la noción de integración, transformación y fusión. Si consideramos la instalación de Double Trouble en su conjunto, pareciera que la pretensión no está tanto en la actualización o desvinculación de los contextos, sino en el encuentro casi cara a cara, en igualdad de circunstancias, entre la obra-copia y su referente-original.

Cabe recordar la película Copia fiel (2010) de Abbas Kiarostami en la que se construye una mirada juguetona entre la realidad y la simulación, la originalidad y la reproducción, así como la posibilidad de recrear situaciones acaso ya vividas o que se desearían haber experimentado.

EL ESGRIMISTA O LA PEDAGOGÍA DEL TOUCHÉ

11 agosto 2016

La vieja confrontación entre el individuo y el sistema; el sujeto en aras de convertirse en agente, es decir, con capacidad para tomar decisiones sobre el curso de su vida y modificar los contextos en los que se desenvuelve, frente a las estructuras que obstaculizan su desarrollo o bien, en determinados y felices casos, que lo potencian. Sin caer en determinismos absolutistas, la persona tiene algún margen de maniobra, incluso en las sociedades más dictatoriales, aunque en ello se ponga en riesgo la existencia.

La experiencia del estalinismo es reveladora en este sentido. Ahí están Shostakovich y su atribulada relación con el poder unipersonal de Stalin, magistralmente novelada por Julian Barnes en El ruido del tiempo (Anagrama, 2016); o el caso de Vida y destino (De bolsillo, 2007), obra cumbre de Vasily Grossman que sobrevivió gracias a las fotografías clandestinas tomadas al borrador, y el premio Nobel Solzhenitsyn, dando a conocer sus vivencias en el Gulag y abriendo los ojos del mundo ante uno de los mayores horrores de la historia.

CONSTRUYENDO LA VOCACIÓN

Abundan las películas sobre entrenadores de equipos de fútbol, beisbol, fútbol americano, básquetbol y rugby, con todo y sus tribulaciones para convertir a sus equipos en dignos contendientes; también la figura docente ha sido revisitada de múltiples maneras, desde el profesor motivador al límite de lo creíble, hasta quienes padecen dificultades más realistas para poder acompañar a los alumnos en su aprendizaje. Pero combinar estas dos vertientes no ha sido común en el cine y tampoco retomando la práctica del esgrima.

Basada en el caso real del estoniano Endel Elis y dirigida por Klaus Härö El último duelo – El esgrimista (Finlandia-Estonia-Alemania, 2015) presenta la historia de un hombre inscrito forzadamente de joven en las filas nazis tras la conquista de la provincia de Estonia –como sucedía con muchos adolescentes en esa época, Gunther Grass incluido- que tiene que dejar Leningrado, una vez que el ejército rojo tomó el control de la situación, para evitar caer preso en los infernales campos de trabajo forzado, situación descrita en Koba el terrible (2004), libro de Martin Amis en clave personal con desgarradora puntualidad y dura crítica a los intelectuales de occidente.

Tratando de pasar desapercibido, quien alguna vez fuera un esgrimista reconocido (Märt Avandi, ecuánime) ingresa a una escuela para hacerse cargo del club de deportes. Alentado por Marta (Liisa Koppel, de mirada decidida), una enjundiosa niña de ánimo inquebrantable, se pone a dar clases los sábados ante un grupo sorpresivamente numeroso: son niños que soportaron, en muchos casos, la pérdida de sus padres en la guerra y buscan de alguna manera tanto figuras tutelares como referentes afectuosos en su vida. De esta forma, la sencilla escuela del pequeño pueblo ya contará con El maestro de esgrima (Olea, 1992)

EsgrimistaEl improvisado profesor se enfrenta primero a la resistencia en la misma escuela, encarnada por un burócrata prototípico de grises tonalidades que hará cualquier cosa por salvar el pellejo, sin ningún tipo de interés por la innovación y siempre apoyado por un asistente con aspecto copiado del jefe supremo incluyendo bigotito ridículo, quien se hace presente, además, en todos los cuadros visibles de las estructuras gubernamentales.

Como sucedía en Los coristas (Barratier, 2004), la fuerza del proyecto se empezará a abrir paso gracias también al apoyo de los familiares participando en una inusual votación considerando la dominante cultura autoritaria, en particular la de un abuelo (Lembit Ulfsak, sereno), cuyo nieto es de los alumnos más entusiastas con el nuevo club deportivo (Joonas Koff). Finalmente, hasta el mismísimo Marx practicó este deporte en sus juventudes.

Una cámara pausadamente persecutoria sigue al protagonista, mientras hace los recorridos rumbo a la escuela o en busca de algún destino que le devuelva el sentido y el gusto por vivir: la docencia en un inicio parecía no ser la mejor alternativa para tal efecto, aunque paulatinamente, al ver a los niños interesados en aprender, la perspectiva va cambiando, además de iniciar una relación amorosa que lo saca un poco de su ensimismamiento. Pero eso sí, que en una clase opcional el salón esté lleno de rostros llenos de expectativas, resulta ser una fuerte motivación para cualquier profesor.

Sin recursos suficientes para la enseñanza, se buscan las opciones: varas humedecidas en lugar de floretes y, sobre todo, expresar el gusto por el contenido y ayudarle a los pequeños estudiantes a que encuentren los significados que puede tener para sus propias vidas. En cierta forma, compartir sus saberes para los elegantes desplazamientos, la defensa y el ataque, revive un entrañable pasado en el improvisado maestro: el touché pedagógico, acompañado de un suspensivo score de Gert Wilden Jr., terminará en promesas vueltas compromisos formativos.

Vale asumir los errores en la práctica docente, como el excesivo regaño o la autolimitación, pedir ayuda a la colega con más experiencia (Ursula Ratasepp), detonando de paso un vínculo romántico, y actuar en consecuencia para mejorar y acompañar los despertares de estos niños, asombrados con la llegada del equipo para practicar el esgrima, cortesía del amigo esgrimista, como cuando los pequeños chinos recibían los gises de colores en Ni uno menos (Yimou, 1999). La estación del tren, siempre tan evocativa, se convierte en espacio para despedidas y encuentros anhelados.

La relación entre la gran ciudad y la periferia se plasma de manera conmovedora en el viaje que realizan los niños seleccionados para participar en el torneo de esgrima: fotografía salpicada de nieve y emoción que captura el logro de los pequeños, festejados también por los compañeros que no fueron elegidos. Los primeros años de la década de los cincuenta se ambienta no solo a partir del diseño artístico, sino también en el perfil de los personajes, con esas miradas de cierta tristeza aún en los momentos de alegría.

INFANCIA BUSCA DESTINO

4 agosto 2016

Para entender quién eres ayuda saber de dónde vienes, si bien es necesario seguir reflexionando sobre la propia condición presente como base mínima para más o menos dibujar un futuro deseable, sobre todo porque uno nunca termina de configurarse del todo. En general, incluso los niños que tienen claro su origen se hacen preguntas al respecto, pero con la seguridad de saber que ocupan un lugar en una comunidad o familia; los que no, se invaden de cuestionamientos acerca de su propia identidad y buscan adherirse a su entorno próximo, aunque de inicio no pertenezcan a él.

Un par de películas en las que un niño y una niña respectivamente, tratan de entenderse a sí mismos: porqué son como son, cuál es la historia de sus familias y cómo pueden interpretar las claves que se les van presentando, sobre todo las que parecen venir de otros lugares y épocas. Ambas están curiosamente vinculadas con la hermosa y sutil obra animada La leyenda de la princesa Kaguya (Takahata, 2013), una por temática similar y otra por pertenecer a la misma casa productora, la imprescindible Ghibli, y por ende compartiendo orientación estilística y en cierto sentido argumental. Luminosidad y luminiscencia como fenómenos cercanos pero distintos en cuanto al grado de temperatura, en este caso emocional.

NIÑO LUMINOSO

Escrita y dirigida por el aún treintón oriundo de Arkansas Jeff Nichols (Shotgun Stories, 2007; Atormentado, 2011; El niño y el fugitivo, 2012), uno de los directores actuales más consistentes de la escena fílmica, El elegido (Midnight Special, EU-Grecia, 2016) transita con fluidez entre la fantasía, el apunte social y el drama familiar, centrándose en Alton, un niño con habilidades sobrenaturales y una particular fragilidad que le impide entrar en contacto con el sol. Un ser diferente ante el cual las estructuras sociales no saben qué hacer, a diferencia de su núcleo familiar, que lo protege con fe y por un amor lejos de la conveniencia relacional.

ElegidoDadas sus notables e indescifrables capacidades, el pequeño de gogles permanentes se convirtió en una especie de enviado para El rancho, la secta donde ha vivido -que recuerda en parte a la retratada en Red State (Smith, 2011)- cuyo líder interpreta sus aparentes desvaríos y monólogos en clave como mensajes de la divinidad, anunciando eventos trascendentes y dignos de ser materia para el sermón adoctrinante; por su parte, el gobierno y sus diferentes agencias no siempre en sintonía, detectaron el caso y lo ubican como un aliado, o un peligro según el caso, para efectos de seguridad nacional.

Pero entre estos dos grupos de interés está el padre del niño, quien ayudado por un amigo de la infancia, lo consigue extraer del grupo religioso para emprender la huida y reunirse con la madre, dando pie a una inquietante persecución en la que confluyen los distintos y antagónicos propósitos de los involucrados. Entre algunos episodios extraños padecidos o provocados por el protagonista, entretenido en leer un cómic de Superman, va descubriendo de dónde viene y, en consecuencia, quién es y cuál es su propósito.

Con intrigante edición que deja suspendidas las secuencias, dosificando la información para que el espectador vaya insertándose en las ambigüedades del relato, el filme se despliega a la par de los amplios horizontes y espacios capturados en las escenas transicionales, enfocadas a cimentar la noción del trayecto como búsqueda, sin destinos claros pero con acciones definitivas. El enigmático y atmosférico score de David Wingo, por momentos con intenciones de acelerar la marcha, se integra de manera puntual, reforzando significados explícitos cuando se trata de escape o resignación ante las fuerzas militares y sectarias.

Michael Shannon, habitual del director, brinda otra de sus grandes actuaciones como el decidido padre del pequeño, interpretado con la necesaria dosis de inocencia por Jaeden Lieberher y acompañado por un eficaz Joel Edgerton, como el amigo incondicional, y por un dubitativo agente encarnado por Adam Driver, asumiendo por entero la confusión. El gran Sam Shepard, como el mandamás de la secta, y Kirsten Dunst como la madre confundida pero siempre amorosa, complementan un reparto que contribuye a trascender la anécdota del infante con poderes.

La cinta acaba por ser una confirmación de la competencia narrativa y de dirección de actores de Jeff Nichols, aprovechando los recursos propios del lenguaje cinematográfico, para convertir una historia que podría quedarse como una buena anécdota, en campo para la emoción y reflexión, con todo y un mundo imaginario de diseño arquitectónico emparentado con las vanguardias.

NIÑA LUMINISCENTE

En El mundo secreto de Arrietty (2011), el director Hiromasa Yonebayashi plasmaba el Marnieemotivo encuentro entre un niño enfermo y la diminuta adolescente del título, pertenecientes a dos especies humanas diferentes, en particular distinguidas por el tamaño. Ahora, en El recuerdo de Marnie (Japón, 2014), construye la amistad entre una niña adoptada que gusta del dibujo, y otra jovencita que habita una casa misteriosa en un pantano, cuidada por una severa ama de llaves con todo y su castigadora forma de peinar, y un par de mucamas que no parecen guardarle demasiado aprecio.

Basada en la novela de Joan G. Robinson, la historia sigue a Anna, una niña introvertida que tiene que mudarse a un pueblo por cuestiones de salud; ahí será bien recibida por un matrimonio, cuya hija ya voló del nido, que le ayudará a cambiar de aires tanto físicos como emocionales. Pronto logra hacer amistad con la misteriosa habitante de una casa que parece transformarse ante su mirada, como si de otra época se tratara: se trata de una rubia jovial que poco a poco la va sacando de su ensimismamiento, mientras un silencioso barquero y una estilizada pintora aparecen en escena cual testigos de tiempos idos.

El halo de misterio y la posibilidad de la luminiscencia se articulan en una animación sello de la casa, cuidadamente artesanal y evocativa, tal como la experiencia que empieza a vivir Anna cual viaje a un mundo pasado cargado de explicaciones acerca del propio origen: la posibilidad de comprender los sucesos anteriores en relación con sus padres fallecidos abre la puerta para reparar en los propios rencores entremezclados con la culpa, presentes desde hace tiempo pero difícilmente explicables a partir de la confusa información que tenía: nada como saber para perdonar(se).