Archive for octubre 2010

UNKLE: COLECTIVIDAD ELECTRÓNICA

31 octubre 2010

Aparecido en formato de trío justo en el momento en el que los DJ´s y los productores tomaban por asalto la palestra combinando diversas pócimas surgidas de las posibilidades de la electrónica, UNKLE se integró por James Lavelle, mandamás de la seminal disquera Mo’ Wax; Tim Goldsworthy, viejo conocido de éste y Kudo, un productor japonés de amplio espectro en la escena de los breakbeats combinados con lances hiphoperos y hasta de jazz ácido. Las habilidades de estos tres personajes se pusieron a tono para empezar a hacer ruido durante mediados de los 90´s, particularmente en el campo de los remixes.
Sin embargo, a la hora de grabar su primer largo, Lavelle se quedó solo y reclutó a DJ Shadow, quien venía de perpetrar el inmenso Entroducing… (96), para presentar el intrigante y explorador Psyence Fiction (98), álbum tapizado de nombres entre quienes se encontraban Thom Yorke y Richard Ashcroft, entre otras luminarias del mundo de las consolas y del corta y pega.
La complicidad entre estos personajes generó expectativas amplias en el circuito que pronto se vinieron abajo con la separación de DJ Shadow, por lo que nuevamente Lavelle reformuló la propuesta e invitó al vocalista Richard File para grabarel rupturista Never, Never, Land (04) y War Stories (07), girando alrededor de la guerra en Irak: ambos álbumes se acercaron a un rock más pesado en combinación con la línea trazada por sus colegas de Massive Attack. La siguiente acometida, con algunos cortes de la colaboración que hicieron para el director de culto Abel Ferrara, se tituló End Titles… Stories for Film (08), de innegable estética cinematográfica.
Ya cada vez más lejos de la etiqueta de supergrupo y de la costumbre de contar con invitados de renombre, el proyecto ahora secundado por Pablo Clements se mantiene más vivo que nunca, tal como se deja escuchar en esta entrega desarrollada con la participación del gran Mark Lanegan, Gavin Clark y The Black Angels, entre otros. Lo que parecía ser sólo una efímera buena idea, se ha convertido en discreta presencia dentro del escenario electrónico con miras a expandirse por diferentes campos más cercanos al espíritu rockero: para muestra este botón titulado Where Did the Night Fall (10), que dentro de su aparente energía, sigue escondiendo el tradicional halo de enigmáticas rupturas, en la línea de los artistas pertenecientes al camaleónico trip-hop, comandados por los renacidos Portishead. Ya disfrutaremos la música de Lavelle y compañía en su paso por México.

UNA PROPUESTA ATREVIDA: LA VERDAD ES DE QUIEN LA CUENTA

24 octubre 2010

Atom Egoyan (El Cairo, 1960) ha desarrollado su propuesta fílmica con base en su propia naturaleza mestiza (armenio-canadiense), expresada sobre todo en las cintas Calendario (93) y Ararat (02), y en su gran capacidad para explicar un fenómeno o una condición social amplia, a partir de una particularidad, como lo muestra la depresiva Dulce porvenir (97) o las búsquedas personales y familiares desprendidas de El viaje de Felicia (99) y de Adoración (08).
En Una propuesta atrevida (Chloe, 09), título en español más propio de una película de Adrian Lyne, la piedra de toque es la desconfianza de una ginecóloga hacia su marido, profesor universitario, quienes conforman un matrimonio de buena posición económica con un hijo que, como sus padres, anda metido en sus asuntos: de ahí aparecen, sin la profundidad lograda en Exótica (94), los celos, la infidelidad, el sexo sobre todo desde una perspectiva femenina y el inmisericorde paso del tiempo que tiende a enfriar pasiones y angustias por igual, como lo podrían hacer los medios, en particular la TV, como lo planteó Egoyan en Family Viewing (87).
La intrusión de una joven prostituta de lujo removerá la distante relación familiar y sus propias obsesiones y expectativas, como ya el director exploraba en Partes habladas (89) o las complejidades de los juegos de máscaras vistos en Parientes cercanos (84), El ajustador (91) y en Donde la mentira es verdad (05). La imposibilidad de controlar sensaciones, sentimientos y personas, estalla en la cara de las mujeres, ahora internándose en habitaciones afectivas poco exploradas por ambas.
Las mentiras envueltas en fantasía probable, deseablemente dolorosa, se despliegan con lujo de detalle en la narración oral, como sucedía en Nathalie X (Fontaine, 03) cinta de igual premisa interpretada por Fanny Ardant, Emmanuelle Béart y Gerard Depardieu, en los papeles acá encarnados por la sutilmente expresiva Julianne Moore, Amanda Seyfried, dando un salto cualitativo en su carrera, y Liam Neeson, asumiéndose como el receptáculo de dudas
Mujeres de contraste bien delineadas desde las primeras secuencias de una trama que a pesar de sus convencionalismos, consigue envolvernos gracias a su atmósfera cuidadosa y puntualmente fotografiada, enfatizando perspectivas y traslapando narraciones. Ahí queda el hitchconiano sujetador de pelo como apertura y cierre de una relación condenada a la tragedia.

PIXIES O CÓMO TRASCENDER HACIENDO RUIDO

22 octubre 2010

A diferencia de los seres creados por la mitología británica que gustaban de confundir los caminos de los viajeros o los cantos de los niños, los integrantes del cuarteto bostoniano así llamado se dedicaron, al parecer, a lo contrario: marcar propositivas rutas para el rock de finales de los ochenta y la década de los noventa, tal como se puede advertir en bandas como Nirvana, Smashing Pumpkins, Pearl Jam, Lemonheads, Guided By Voices, Pavement y un sorprendentemente largo etcétera.
En efecto, Pixies es una de esas bandas que han sido más reconocidas en sus influencias que en sus propios discos: caprichos del destino… o de la mercadotecnia. Formados en 1986 por un rebelde marginal llamado Charles Thompson (a.k.a. Black Francis y después Frank Black) junto a la bajista Kim Deal, al guitarrista Joey Santiago y al baterista David Lovering, muy pronto conjuntaron rumbo estético: audaces combinaciones entre la dureza punk y la distorsión en la guitarra cediendo el paso a una protagónica base rítmica que sustentaba, a su vez, secuencias de un pop labrado con inteligencia y contrastado por letras oscuras y complejas (sexualidad, violencia, religión, OVNIS, culturas marginales) más cercanas a la crítica un cuanto tanto críptica que a la rima pegadiza.
Los pasajes explosivos y crudos intercalados con momentos de acústica calma empezaron a configurarse desde Come On Pilgrim (87) miniálbum de ocho cortes que tomó a todo mundo con los dedos en la puerta, sólo para machucarlos aún más con el imprescindible Surfer Rosa (88), obra clave de los años ochenta y pieza fundamental para entender al rock en toda su magnitud. Como si no bastara, Doolittle (89) confirmaba la presencia de un grupo especial: ligeramente más pulido, se convirtió en referencia obligada para todos los que escuchábamos música, así fuéramos metaleros, poperos, darketos, alternativos o punketos (indies y emos no figuraban): para todos había.
Con un discreto toque surf y entrando a los terrenos de la ciencia ficción tipo Ed Wood, presentaron Bossanova (90) para cerrar de tajo con Trompe Le Monde (91), obra que ya quisieran muchos tener en su currículo pero que no estaba a la altura de la leyenda ya establecida por el cuarteto de Boston, que incluía un notable y arriesgado trabajo de arte para sus portadas, vueltas también referencia a seguir. El anuncio de su reunión en el 2004 daba esperanza de nuevo material: por lo pronto, sólo conciertos; por acá los vemos. ¿Se puede pedir más?

ELECTRÓNICA CERVANTINA: CARIBOU Y THE FIELD

21 octubre 2010

El Festival se invade por música de notoria diversidad, entre la que se cuentan colectivos o artistas en solitario que han optado por conectar consolas, cajas de ritmos, teclados, laptops y todo gadget que se pueda integrar a su propuesta expresiva. Como parte del programa Mutek, cual saludable injerto para el Cervantino, este jueves se presentan un par de alternativas que no hay que dejar pasar sin que nuestras orejas se alimenten de sus texturas entre vibrantes y reposadas.
Con el ropaje de Caribou, el graduado en matemáticas Dan Snaith ha grabado una tripleta de álbumes que surcan la electrónica postmilenaria desde una perspectiva orgánica, cercana al escucha cual puerta de acceso a una necesaria evasión, como si se estuviera resolviendo gustosamente una ecuación que de alguna manera es conocida y en cuyo proceso se va disfrutando tanto como llegar al resultado.
Primero conocido con el proyecto llamado Manitoba, con el que grabó Start Breaking My Heart (01) y el espléndido Up In Flames (03), el canadiense se introdujo en ecosistemas sonoros múltiples que incluían el folk y el pop para continuar fortaleciendo su apuesta siempre con base en un pulido tecno de exquisita manufactura. A sabiendas de que los lenguajes matemático y musical pueden tener felices encuentros en la estética de la abstracción, lo mejor estaba por venir.
Como tanteando nuevos terrenos, presentó The Milk of Human Kindness (05) ya como Caribou, álbum de ubicación que funcionaría como pista de lanzamiento para Andorra (07), obra que regala sorpresas dada su confección ecléctica y que lo colocó en el tupido panorama de la escena independiente. Ya con esa posición, Swim (10) nos invita en efecto a zambullirnos en tibias aguas termales donde es imposible quedarse estático: olas de rítmica acompañadas de apuntes melódicos que se integran a los músculos sin previo aviso.
Comandados por el productor sueco Axel Willner, The Field propone una electrónica cercana a la elegancia ambient, tal como se deja escuchar en From Here Go Sublime (2007) su primer largo con esta denominación que parecía pensado para iniciar o terminar la agitada jornada nocturna. Yesterday and Today (09), su opus 2, expande el campo instrumental y rítmico sin perder la compostura, como para soltar sentencias del tipo de “Yo tengo la luna, tú tienes Internet”, que da título al primer corte, buscando desde ese momento la complicidad hipnótica con el escucha.

LINCOLN CENTER ORCHESTRA: WYNTON MARSALIS NOS VISITA

19 octubre 2010

Fundada en 1988 con la finalidad de preservar y difundir la cultura jazzística en los Estados Unidos, la orquesta perteneciente al programa del Centro Lincoln de Nueva York ha sido conducida desde cerca de 20 años por Wynton Marsalis, el músico de jazz más famoso del planeta, perteneciente a un renombrado clan familiar y líder de los llamados Young Lions, especie de proyecto no escrito encaminado a retomar la fuerza de una música que nació popular y se convirtió en elitista casi sin darse cuenta.
Además de sus actividades didácticas y sociales, la Orquesta se ha dado tiempo de grabar algunos discos, tanto en estudio como en vivo, que le hacen honores a grandes monstruos del género como Duke Ellington (Portraits of Ellington, 92), John Coltrane (A Love Supreme, 05) y Charles Mingus (Don´t be Afraid: The Music of Charles Mingus, 05). Con piezas propias de Marsalis, grabaron Cast of Cats (06) y rindiendo homenaje a pintores famosos, firmaron Portrait in Seven Shades (10) como una especie de conjunción mágica entre trazos y notas.
Algunos de sus conciertos han sido capturados en grabaciones que igual rinden tributo a gente como Paco de Lucía (Vitoria Suite, 10), que al swing, concepto que se siente en el ritmo corporal más fácilmente de lo que se puede explicar (They Came to Swing, 94; Live in Swing City: Swinging with the Duke, 99); no han faltado Thelonious Monk, Jelly Roll Morton y desde luego Miles Davis, máxima influencia para la trompeta de Marsalis (The Fire of the Fundamentals, 94).
El radio de acción no se ha limitado a Estados Unidos: sabemos que el jazz está por encima de dictaduras, bloqueos económicos y guerras verbales. El encuentro de Wynton Marsalis y la Lincoln Center Orchestra de Nueva York con prominentes músicos cubanos como Chucho Valdés, entre muchos otros jóvenes entusiastas, representa una muestra más de cómo los lazos musicales pueden fracturarse por decisiones políticas pero nunca romperse: el tiempo se encarga de volverlos a unir.
La isla acaba de ser testigo de una serie de conciertos y actividades que colocaron al jazz en el centro de la atención no sólo musical, sino social, dado el acercamiento de síncopas con espíritu libertario. De ahí, los jazzistas estadounidenses estarán de visita en nuestro país en la que se incluye una presentación en Guanajuato, cual fiesta organizada por una Big Band no sólo en número, sino en calidad interpretativa, particularmente por la presencia de su talentoso director huésped.

DESGRACIA: ENTRE EL PERDÓN Y LA VIOLENCIA

16 octubre 2010

Nada fácil aventurarse a plasmar en imágenes una novela de J.M. Coetzee, sobre todo considerando la fuerza depresiva de sus historias que no obstante atisban cierta esperanza. El director estadounidense-australiano Steve Jacobs (La Spagnola, 02), quien ha trabajado desde una veta experimental, asumió el reto y realizó Desgracia (Australia-Sudáfrica, 08), filme escrito por él mismo junto con su esposa Anna Maria Monticelli, basado en la novela homónima del también escritor de Hombre lento.
De múltiples lecturas que van de los conflictos personales y familiares hasta un desencantado análisis de la realidad postapartheid en la tierra gobernada por Mandela, el texto del premio Nobel se centra en la figura de un profesor blanco de literatura inglesa (acá interpretado con maestría por John Malkovich) que es expulsado de una institución educativa en Ciudad del Cabo, tras admitir con insolencia que en efecto se aprovechó de su posición para seducir a una alumna: los papeles pronto se invertirán y tanto sus ínfulas como su egocentrismo se tendrán que poner a prueba en forma drástica.
Una vez fuera del circuito universitario, decide ir a visitar a su hija en reciente ruptura amporosa (Jessica Haines), quien vive en una comunidad rural donde se respira una tensión latente por la posesión de los terrenos en la que se inmiscuye el componente racial: muchos años de segregación no se olvidan tan fácil, a pesar de la notable política del perdón impuesta por el mandatario sudafricano, abordada de manera tangencial en la cinta En mi tierra (Boorman, 04). Ahí está el simbólico centro de sacrificios de perros para confirmarlo: la rabia no se extermina tan fácilmente, sino que parece resurgir cuando menos se espera.
La cinta retoma con habilidad los trazos centrales de la premisa original expresados sobre todo en la figura del docente caído en desgracia ahora obligado a cambiar de perspectiva: entre la sumisión y la bíusqueda de perdón la línea no es del todo definitiva y los límites ya no son del todo perceptibles, como bien queda planteado en esa acallada lucha por los espacios físicos o en la salvaje violación que sólo puede ser asumida en doloroso silencio, incluso aceptando las consecuencias de toda índole.
A diferencia de la mirada más de carácter celebratorio de Clint Eastwood en Invictus (09) y más cerca de la desolación de Tiempo de perdón (Gabriel, 04), Coetzee-Jacobs lanzan su mirada a una perifera con rasgos de salvajismo a partir de una oportuna combinación de angulaciones de la cámara, con picados y contrapicados en momentos clave y tomas panorámicas que de alguna manera consiguen dibujar un mapa no sólo geográfico, sino más bien relacional en cuanto a los acomodos atropellados para definir las nuevas normas de difícil convivencia.

ARCADE FIRE EN GUANAJUATO

13 octubre 2010

Del espíritu épico a la intimidad del hogar: emocionar estadios o conversar musicalmente en la sala de tu casa; conmover con miradas múltiples sobre la muerte y la guerra o dar un paseo por el barrio testigo del fin de la infancia: de las ideas de largo aliento a las vivencias comunes esperando a la vuelta de la esquina. Todo empieza con un encuentro causal nunca casual. Un joven llamado Win Butler se topó con Régine Chassagne, quien cantaba algo de jazz: la chispa musical y personal se encendió y Arcade Fire nacía entre la conjunción de talentos y sentimientos. Corren los primeros años del milenio en Montreal.
Alrededor de la pareja, Richard Reed Parry (órgano), Tim Kingsbury (bajo), William, el hermano de Win (sintetizador, percusiones), Howard Bilerman (batería, guitarra), después suplido por Jeremy Gara y Sarah Neufeld (violín), conformaron una bienvenida multitud, tipo Belle & Sebastian o sus comaptriotas de Broken Social Scene, armonizando intenciones, ambiciones y pasiones. Buena señal es que David Bowie y su tocayo Byrne se conviertan en tus fans y la influencia de tu propuesta se presente casi de inmediato en algunos colegas como en Coldplay, para no ir más lejos.
Después de un EP aparecido en el 2003, presentaron Funeral (05), álbum que retoma la muerte como temática central y que resultó ser la más grande revelación de aquel año. Cambios de ritmo cual estados de ánimo de colisión, melodías memorables y corazones encendidos por pianos efervescentes, cuerdas dinámicas y guitarras que se conjugan con una exquisita variedad de instrumentos. El resultado: uno de los diez mejores discos de la década.
Neon Bible (07), obra titulada como la novela del escritor freak John Kennedy Toole, no es más que una confirmación: grabada al interior de una iglesia del siglo XIX con un órgano que le daba un sonido discursivo de largo aliento, se desentrañaban estructuras más complejas con coros infantiles y espejos oscuros convertidos en cuerpos apresados por cajas. Con The Suburbs (10) se vuelven más cercanos: ahora las canciones rondan las calles de la juventud (de Houston en este caso), cual asfalto donde se vivieron las experiencias que nos han configurado entre la melancolía y la energía adolescente a tope.
Arcade Fire se presenta el jueves en Guanajuato: para prepararse, conviene disfrutar del video interactivo (www.thewildernessdowntown.com), además de su imprescindible tercia de grandes discos.

BELLE & SEBASTIAN Y COCOROISE EN MÉXICO

8 octubre 2010

Cual viajeros de los años 60´s instalados en el cambio de milenio, por momentos recordando la capacidad melódica de Simon & Garfunkel, el septeto de estudiantes escoceses conocidos con el nombre de una caricatura francesa y lidereados por Stuart Murdoch, ha representado una alternativa estética dentro del rock que apuesta por los tonos pastel pero de trazo profundo y definido, dibujando paisajes de belleza cálida, nunca cursi, e invitando al placer de la música directa, como un día de campo lleno de genuinas emociones y sensibilidad a flor de piel.
Se presentaron en 1996 por partida doble, como para no dejar dudas: Tigermilk, su álbum debut, e inmediatamente complementado por If You´re Feeling Sinister, un clásico reciente que los convirtió prematuramente en un grupo clave de la escena noventera, más bien dominada por el hip-hop, la electrónica y el britpop: de pronto, se erigieron como unos bienvenidos extraños de camisas estampadas y actitud desenfadada, con melodías que parecen demasiado cercanas incluso desde la primera escucha.
Después de un trio de EP’s, firmaron The Boy With the Arab Strap (98), ya como grupo de referencia, al que le siguieron Fold Your Hands Child, You Walk Like a Peasant (00), su álbum más discreto a la fecha, y Storytelling (02), su contribución para la película de Todd Solondz. Retomaron el camino con Dear Catastrophe Waitress (03), lleno de un elusivo folkrock con letrística metafórica describiendo realidades comunes entre dolorosas y esperanzadoras: las voces mixtas se entrelazan con trompetas contenidas y panderos campiranos, dejando que las cuerdas sostengan canciones como tejidas a mano, casi de estética artesanal, tal como se continuó escuchando en The Life Pursuit (06) y que esperemos suceda en el recién salido del horno Belle and Seabastian Write About Love (10), a punto de llegar a las estanterías.
Por su parte, el dueto de las hermanas Sierra y Bianca Casady, cuyos apodos puestos por su madre dieron origen al nombre de la banda –Cocoroise-, han desarrollado una propuesta que parte de un folk quietamente enloquecido con vocales aniñadas, apuntes electrónicos y letras llenas de referencias. Iniciaron con su aún insuperable La Maison de Mon Reve (04) y continuaron con Noah´s Ark (05) en el que contaron con invitados de lujo; su tercer álbum fue The Adventures of Ghosthorse and Stillborn (07), su obra más conocida, para dar paso a Grey Oceans (10) con todo y falsos bigotes.

CLAUDE CHABROL: LA CÁMARA COMO PLUMA

5 octubre 2010

Es lo que se decía frecuentemente de él: escribía con la cámara, como Balzac; a diferencia del movimiento fílmico del realismo poético (Vigo, Renoir), del que no obstante fue alumno aventajado, su obra se enmarcaba más en una búsqueda de la complejidad humana desde su lado oscuro e impresentable, siempre en contraste con una mirada crítica pero no solemne: profundidad en los personajes dentro de historias en apariencia sencillas, llegó a comentar acerca de su propio cine, como se puede apreciar en El carnicero (69), una de sus obras emblemáticas.
Fue todo un gourmet y colaborador de la mítica revista Cahiers du cinema, para después dirigir El bello Sergio (58), Los primos (58), ganadora del Oso de Oro en Berlín y Una doble vida (59), trío de cintas precursoras de la Nueva Ola. La influencia hitchconiana se verificaba en el constante empleo del thriller como estructura narrativa que servía de base para reflexiones acerca de las diferencias entre clases sociales, la política y los conflictos familiares (La ruptura, 70; La década prodigiosa, 71; Violette Nozière, 78; La ceremonia, 95; Gracias por el chocolate, 00; La flor del mal, 02; La comedia del poder, 06).
El cine de Claude Chabrol (París, 1930-2010), influenciado por Lubitsch y expresado en alrededor de 80 films (TV y cine), se caracterizó por tramas puntual y enigmáticamente urdidas; verosimilitud en el tratamiento temático; justo manejo de las tonalidades y de los desplazamientos de cámara, sin artilugios gratuitos y, desde luego, análisis de la realidad social a partir de micro relatos salpicados de doble moral y crítica a la burguesía, ubicados frecuentemente en provincias (Pollo al vinagre, 85, En el corazón de la mentira, 98; La dama de honor, 04) con personajes que van de la superficialidad (Madame Bovary, 91) a la complejidad (Un asunto de mujeres, 88).
El asesinato y los triángulos amorosos se daban la mano (Las amigas 68; Al anochecer, 71; Bodas sangrientas, 73; Una dama para dos 07) para dejar paso a la infidelidad como detonadora de instintos destructivos (La mujer infiel, 69; Una fiesta de placer, 75; Inocentes con manos sucias, 75; El infierno, 94). Tras dirigir El inspector Bellamy (09) y un par de capítulos televisivos, partió al olimpo fílmico y aparentemente No va más (97): nos quedamos con el recuerdo de su personalidad desenfadada, su visible trascendencia y con su enorme capacidad para deletrear con su cámara ese inasible objeto que se difumina entre la diversidad y el misterio: la condición humana.

EL ESCRITOR FANTASMA: EL PODER EN CLAVE

3 octubre 2010

¿A quién le puede interesar la autobiografía de un político? Ya sea por la soberbia que genera el poder o porque realmente se llevó una vida digna de contarse (políticos mexicanos, favor de abstenerse y perdón por la generalización), personas que han detentado cargos públicos se lanzan a escribir sus memorias: cuando por lo menos aceptan que su escritura no es la mejor, la editorial o ellos mismos contratan a un escritor que quedará en el anonimato para que los apoye. Desde luego, la autocrítica suele brillar por su ausencia: así es el poder.
Basada en la novela The Ghost de Robert Harris, coguionista del film junto al director Roman Polanski (Repulsión, 65; Oliver Twist, 05), El escritor fantasma (Francia-Alemania-Inglaterra, 09) es un clásico thriller acerca de la vida de un político justo cuando el poder se ha ido, de qué forma estallan las consecuencias de sus decisiones contra el terrorismo y su apoyo a Estados Unidos, y cómo se busca permanecer en el escenario del espectáculo público, aunque sólo ya no exista con claridad un papel para ser interpretado, salvo el de El inquilino (76) de su propio encierro, tema recurrente del director (recordar El pianista, 02).
Ahora el ex primer ministro (Pierce Brosnan) se ha convertido en un personaje macabro, justo cuando está a punto de entregar su autobiografía con el apoyo de un escritor recién contratado (Ewan McGregor) dada la muerte del anterior en circunstancias extrañas. En un escenario tenebroso enigmáticamente fotografiado en tonos siempre grisáceos por el viejo compinche Pawel Edelman, con playas heladas, ferrys atemorizantes, bosques bifurcados y casas aisladas, se encuentra el búnker del político, tratando de escabullirse por La última puerta (99) y saturado de un ambiente enrarecido: pugna entre la esposa (estupenda Olivia Williams) y la asistente (Kim Cattrall, dejando la ciudad y el sexo); continua tensión por las presiones externas de los manifestantes, los medios y de algún ex colaborador en apariencia despechado (Robert Pugh).
Polanski pone en juego toda su experiencia para darle un tono hitchconiano al film: personajes misteriosos (Tom Wilkinson, Elli Wallach); secretos paulatinamente develándose, acompañados por la oportuna partitura de Alexandre Desplat; peligro creciente y acechante y un versátil juego de perspectivas, incluyendo el fuera de campo, con ventanas enfrentando la transparencia con la distancia. Detrás de todo gran político hay una gran mujer, rezaba el sexista cliché: quizá también un buen escritor u otra mujer… nunca se sabe. Las claves del poder suelen estar encriptadas.