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JESUCRISTO EN EL CINE DEL SIGLO XXI

20 abril 2019

En anteriores colaboraciones revisamos las principales cintas que se han realizado en torno a la figura de Jesús y de temática religiosa en general. En esta oportunidad, daremos un recorrido por algunas obras rodadas en el nuevo milenio, dentro de las cuales todavía no se encuentra alguna que esté al nivel de la profundidad social con orientaciones marxistas de El evangelio según San Mateo (Pasolini, 1964); de la imaginativa irreverencia desparramada en La vida de Brian (Jones, 1977), obra del famoso grupo de comedia inglesa Monty Phyton, que termina por sugerir mirar el lado bueno de la vida por más que estés crucificado: basta con silbar. Y sin la articulación entre las dimensiones humana y divina de Jesús de Nazareth (1977), obra demostrativa del director católico Franco Zeffirelli.

Por supuesto, tampoco al nivel de La última tentación de Cristo (1989), un clásico del cine religioso dirigido con absoluta convicción por Martin Scorsese, apoyado en el guion de Paul Schrader basado, a su vez, en la gran novela de Nikos Kazantzakis, recuperando en su centro narrativo el gran dilema moral y los cuestionamientos de alcance místico a los que se enfrenta Cristo (Willem Dafoe), entre los acordes de Peter Gabriel y, finalmente, a la alegoría propuesta en Jesús de Montreal (Arcand, 1989), en la que una compañía de teatro formada por un actor contratado por la iglesia, empieza a representar la vida de Cristo que inevitablemente se entremezcla con la realidad presente.

Casi un subgénero en sí mismo, el cine relacionado con este hombre, para sus seguidores de naturaleza también divina, presenta varios desafíos, dado el peso histórico y la enorme trascendencia de la figura en cuestión, más allá de las creencias depositadas en ella por cada quien. La excesiva distancia y veneración con los relatos pueden derivar en acartonados panfletos, en la búsqueda del morbo o de las versiones complotistas que corren el riesgo de acabar como versiones de un insulso amarillismo: en general las biopics se enfrentan a estos problemas de navegar entre la santificación absoluta o el detalle irrelevante.

SIGUIENDO LA TRADICIÓN

Para cerrar el siglo, una lograda aventura que combina momentos de animación, sobre todo en los relatos de los eventos milagrosos, con personajes y escenarios de plastilina, cobró forma en El hombre que hacía milagros (Sokolov y Hayes, 1999), contando con la voz de Ralph Fiennes como Jesús. La cinta italiana para televisión Amigos de Jesús – Tomás (Mertes y Marchetti, 2001), se centró en los apóstoles y las dudas generadas después de la muerte de su maestro y el legado de propagar el evangelio por el mundo. El evangelio según San Juan (Saville, 2003) es una épica de tres horas narrada por Christopher Plummer, retomando en su totalidad el texto descrito.

En contraste, La pasión (2004), controvertida cinta de Mel Gibson, apostó por una cuidada producción de realismo extremo, incorporando diálogos en arameo y mostrando sin recato el sufrimiento vivido por Jesús (Jim Caviezel) en sus últimos días: para algunos resultó una mirada cercana al subgénero gore y racista (coincidiendo con un suceso personal de Gibson en el que se mostró antisemita), en donde predomina la sangre, el sufrimiento y la violencia sobre la palabra y las enseñanzas; para otros se trató de un retrato fiel y necesario de este periodo final de la vida del nazareno. En el otro extremo vital, la directora Catherine Hardwicke realizó Jesús, el nacimiento (Nativity Story, 2006), adoptando un tono más bien descriptivo de los momentos que rodearon al origen de lo que hoy conocemos como Navidad.

The Disciple (Ruiz Barrachina, 2010) intentó explorar sin demasiada fortuna el lado humano de Jesús y la TV cinta María de Nazaret (Campiotti, 2012), de escasa difusión, colocó a la madre de Jesús como la protagonista, en tanto El hijo de Dios (Spencer, 2014) se basó en la miniserie del canal History Channel y se inscribe en la lógica del blockbuster para presentar la conocida narración evangélica; también por el medio televisivo, se produjo Killing Jesus (Menaul, 2015), con cierto énfasis conspiratorio y apostando por la vertiente política de los sucesos relacionados con la muerte del proclamado hijo de Dios.

A partir de una polvosa fotografía de Lubezki y dirección de Rodrigo García, Últimos días en el desierto (2015) es una meditación sobre vínculos familiares, retomando el pasaje de los cuarenta días que Jesús pasó en una tierra inhóspita. Con algunos valiosos momentos de reflexión sobre esta relación paterno-filial, la cinta presenta a Jesús y al Diablo, ambos interpretados por Ewan McGregor (como después lo haría con los gemelos en la serie Fargo), así como a Ciarán Hinds y Taye Sheridan, como padre e hijo en conflicto. Por su parte, La espina de Dios (Parra de Carrizosa, 2015) recorre los años de predicación desde la perspectiva de los apóstoles, en contraste con El Mesías (Nowrasteh, 2016), orientándose a seguir la infancia de Jesús, ese periodo desconocido, presentándolo a los siete años y viviendo en Egipto, pronto para regresar a Nazaret.

Un tribuno romano encarnado por Joseph Fiennes es comisionado para averiguar qué sucedió con el cuerpo de Jesús en La resurrección de Cristo (Reynolds, 2016), en tanto la española Santiago Apóstol (Coton, 2017) resultó una lograda revisión del personaje en cuestión. Jim Caviezel volvió al tema de la cristiandad interpretando a Lucas en Pablo, apóstol de Cristo (Hyatt, 2018), quien visita al famoso converso atrapado en una celda tras ser torturado y sentenciado a muerte: el médico de almas escribirá un libro fundacional de la iglesia, antes de que Nerón pretenda acabar con los seguidores de Cristo. Dirigida con sobriedad y acaso con cierta falta de emoción, si bien incorporando la perspectiva feminista en forma explícita, María Magdalena (Davis, 2018), contó con las actuaciones de  Rooney Mara y Joaquin Phoenix para presentar la vida de esta mujer que tantas versiones ha generado en torno a su interacción con Jesús.

ACTUALIZANDO

Los dos miles iniciaron de manera inesperada con Jesucristo cazador de vampiros (Demarbre, 2001), cinta canadiense de serie B que buscó el sampler entre vampirismo, actos mesiánicos insertados entre un kung-fu de banqueta, y hasta la presencia nuestro querido Santo, el enmascarado de plata, acá para ayudarle al predicador en su se segunda venida para propagar su mensaje: todo un absurdo de factura casera por momentos disfrutable; en esta vertiente, el corto español Fist of Jesus (Muñoz y Cardona, 2012), enfrentó al salvador ante un grupo de zombies a partir de la resurrección de Lázaro. En otro tono y trayendo el conocido relato a tiempos actuales, Chris Cullen dirigió con aliento alternativo Jesús, el remake (2012), en la que el mesías es un rockero que gana adeptos con sus canciones y vía las redes sociales, al tiempo que algunos curas se alarman por la pérdida de su poder y deciden poner manos a la obra.

El documental ¿Qué compraría Jesús? (Van Alkemade, 2007) sigue al reverendo Billy y su congregación que busca detener el mercantilismo en el que ha caído la navidad y en la comedia alemana Jesús me ama (Fidz, 2012), basada en la novela de David Safier, una mujer sin mucha fortuna en las relaciones sentimentales se enamora de un hombre que dice ser Jesús, remitiéndonos a la siempre polémica María Magdalena. Por su parte, la comedia El nuevo nuevo testamento (Van Dormael, 2015) encuentra un imaginativo tono satírico para presentar a Dios como un tipo que vive en Bruselas, casado, malhumorado y ocioso, usualmente en bata y sin rasurar, dedicado a fastidiar a sus criaturas: su hijo anda predicando, cual debe, y su hija de diez años decide hacer la travesura de avisarle a todo mundo la fecha de su muerte, generando reacciones diversas, de tragicómicas proporciones.

LOS SONIDOS DEL SILENCIO

6 abril 2017

Dios se mantiene callado, sin brindar respuesta alguna, acaso ausente. No se complace ni muestra molestia; tampoco juzga. Dios se manifiesta y el ser humano no alcanza a comprender, acaso es incapaz de identificar el mensaje. La comunicación es de carácter simbólico, llena de abstracciones y aparentes contradicciones; es más, ni siquiera parece existir. En el primer nivel de oración se ruega por una señal, se pide, se agradece, incluso se cuestiona; en el segundo nivel se empieza a escuchar la voz divina, todavía interrumpida por nuestras súplicas y prejuicios, y en el tercero, se guarda silencio para reinterpretar sus designios. ¿Qué quieres de mí, Señor? ¿Por qué me has abandonado? ¿Cuál es tu voluntad? ¿Puedes quitar de mí este cáliz?

Silencio (2016) se inscribe en la tradición del cine religioso construida por grandes realizadores como Dreyer (La pasión de Juana de Arco, 1928; Ordet, la palabra, 1955), Bresson (Los ángeles del pecado, 1943; Diario de un cura de aldea, 1951; El proceso de Juana de Arco, 1962; El diablo, probablemente, 1978), Kieslowski (Decálogo, 1989-90) y Bergman, quien abordó la ausencia y presencia de Dios en su conocida trilogía (Como en un espejo, 1961; Luz de invierno, 1962; El silencio, 1963), entre otros. También se inserta en una de las temáticas recurrentes de Martin Scorsese (Kundum, 1997), quien ha reflexionado acerca de la resignificación de la fe y la relación humana con la divinidad.

Basada en la novela homónima de Shûsaku Endô, publicada en 1965 y llevada al cine previamente por Masahiro Shinoda en 1971, aquí respetuosamente vuelta guion por Jay Cocks y por el propio Scorsese, la cinta reflexiona con sobriedad y necesaria parsimonia sobre el sentido de la fe y la acción misionera ante una realidad que parece ir en dirección contraria. Trascendiendo el posible tono panfletario y desde una perspectiva analítica y crítica, el desarrollo del protagonista se conecta directamente con el Jesús de su obra maestra La última tentación de Cristo (1989), en cuanto al dilema sobre renunciar al sacrificio y abrazar una vida normal o continuar con la encomienda que de pronto parece no producir frutos y carecer de significado.

Un par de jóvenes jesuitas portugueses (Andrew Garfield y Adam Driver) convencen a su superior (Ciarán Hinds) para emprender la búsqueda del padre Ferrara (Liam Neeson), cuyo destino no se conoce con certeza, a pesar de los rumores sobre su apostatía. Así, se internan por el Japón medieval y pantanoso del siglo XVII, cuyas autoridades ven a la religión católica como un peligro cultural y una invasión de ideas occidentales ajenas a sus tradiciones, al igual, por cierto, que las salvajes acciones que llevaba a cabo la Santa Inquisición, todo menos santa: la intolerancia religiosa y la necesidad de imponer las propias creencias en una batalla en la que todos pierden.

Como en el caso del sacerdote jesuita en el Quebec del siglo XVII de Black Robe (Beresford, 1991) y de los curas de La misión (Joffé, 1986), ambos religiosos se internan en una realidad, guiados por un huidizo campesino cargando sus propias culpas (Yôsuke Kubozuka, en plan de Judas dubitativo), que los empieza a confrontar y a provocar opiniones diferentes acerca de cómo lidiar con la persecución religiosa que padecen algunos japoneses, celebrando rituales en la clandestinidad y acosados por el pragmático y experimentado inquisidor (Issei Ogata, de dientes para afuera solo en apariencia), aunque sosteniendo su fe a pesar de las torturas.

LA RESPUESTA ES EL SILENCIO

A diferencia de las causas visibles de los sacerdotes de Roma, ciudad abierta (Rossellini, 1945), Adiós a los niños (Malle, 1987) y Escarlata y negro (London, 1983), en el contexto de la II Guerra Mundial, así como del cura de Disparando a perros (Caton-Jones, 2005), en el genocidio de Ruanda y de Romero (Duigan, 1989) en El Salvador, los misioneros se encuentran con un catolicismo decreciente y anclado solo en pequeñas comunidades de creyentes que sufren y padecen por intentar vivir de acuerdo a sus creencias. Como le sucedía a los monjes trapenses en De dioses y hombres (Beauvois, 2010), se tienen que tomar decisiones ante el peligro inminente, porque otros sufren y mueren por la fe, incluso por proteger a los padres.

Por toda la puesta en escena se pasean los espíritus de los grandes maestros japoneses Kurosawa y Ozu, así como en el diseño de arte, buscando una sobriedad a tono con la temática desarrollada; incluso se prescinde de un score propiamente y se privilegian cantos tradicionales provenientes del propio y la estructura narrativa, sobre todo cuando parece ir a la deriva, se conecta con las dudas y angustias de los personajes, luchando con la sobrevivencia terrenal y dándole un sentido a la muerte inminente para encontrar la recompensa de no apostatar: la prometida gloria celestial. Mientras tanto, soportar la ausencia de respuestas en contextos inhóspitos, como se advertía en El último camino (Hillcoat, 2009), apocalipsis con profetas sin Dios a la vista.

SilencePantalla oscura con sonidos de insectos se silencian de golpe. El cinefotógrafo mexicano Rodrigo Prieto coloca su brillante cámara para intentar penetrar la neblina que impide ver con claridad y abre el panorama paisajístico para después internarse en los escondites o en las celdas de madera: no se rinde, sino que busca las rendijas para buscar los exteriores. Captura las manos entrelazadas, los rostros apenas iluminados, los viajes en precarias embarcaciones y los encuadres para denotar el poder de los enjuiciadores, así como la imagen de Jesús que debe ser pisoteada o la que sirve de inspiración, rodeada de oscuridad y reflejándose en el agua salvífica al borde del enloquecimiento.

El argumento plantea la forma en la que las religiones son usadas como instrumentos de control y poder político, ya sea la budista, naturalmente abierta y profundamente espiritual, como lo muestra Kim Ki-duk en la poética y sensibe Las estaciones de la vida (2003), o la católica, en esencia promotora del amor al prójimo como manifestación básica del amor a Dios. Queda la discusión abierta sobre la dificultad de entendimiento cuando una comunidad se considera poseedora de la verdad absoluta, descalificando a las demás: los caminos de Dios son inescrutables y múltiples, no únicos y definidos por los grupos predominantes.

Scorsese ha conseguido cristalizar un proyecto largamante anhelado que se conecta directamente con su mirada profunda y cuestionadora de la religión por la cual se iba a convertir en sacerdote durante su adolescencia. Si en el documental El gran silencio (Gröning, 2005), se muestra el ascetismo de los cartujos como una forma de conectarse directamente con Dios, entonces las señales más claras pueden venir, precisamente, de esa prolongada, angustiante y retadora oscuridad en la que solamente se escucha el sonido de la naturaleza, hasta que dejamos que el silencio se imponga en su totalidad.

ADENTRO O AFUERA: LEJOS DEL MUNDANAL SILENCIO

28 junio 2016

El espacio vital como referente para construir la visión sobre el mundo con las limitaciones y posibilidades del caso. Fortalezas para salvaguardar la integridad frente a un campo externo corrompido, como si de un castillo de la pureza se tratara (Ripstein, 1973), sin pensar que en los pasillos internos la podredumbre también se puede ir anidando, acaso por la ausencia de viento fresco. El afuera visto como el hábitat del enemigo a vencer y el adentro como el capullo donde todo puede florecer prístinamente.

COLMILLOS: LA FAMILIA COMO REFERENTE ÚNICO

Dirigida y coescrita por el realizador originario de Atenas Yorgos Lanthimos (Los suplantadores, 2009), Colmillos (2009) es una reflexión sobre el aislamiento como una forma de construcción de valores y referentes únicos, donde la realidad se reduce al entorno familiar. Un hombre de mediana edad (Christos Stergioglou) mantiene a sus tres hijos jóvenes en casa, junto con su mujer, mientras sale a trabajar y provee de lo necesario a su clan, incluyendo la satisfacción de la necesidad sexual del joven varón, aquí vista como un requerimiento natural y desapasionado; para tal efecto, lleva a una mujer que trabaja en la empresa como guardia de seguridad, constituyéndose como la única persona del exterior que irrumpe en el planeta familiar.

A través de rutinas diversas transcurre la vida al interior de una casa grande donde caenColmillos aviones de juguete que simulan ser reales; el momento de salir al mundo será cuando a los hijos se les caigan los colmillos, de ahí el título, como muestra de una madurez que nunca llegará, al menos que se fuerce. Con una cámara quieta que retrata esta especie de burbuja en constante peligro de implosión, donde el significado de las palabras se va transformando y la comprensión del mundo, por ende, se manipula según los designios, arrebatos y cosmovisión paternos, nos volvemos testigos de los efectos que se generan cuando la libertad queda reducida a los radicalismos de alguien que se considera moralmente superior.

THE WOLFPACK: EL CINE COMO VENTANA

La realizadora Crytsal Moselle debuta como directora con el documental Wolfpack: Lobos de Manhattan (EU, 2015), que nos introduce a un universo entre mágico y bizarro creado por la familia Angulo que vive enclaustrada en su departamento del este del barrio neoyorquino, cual cápsula aparentemente purificadora. La madre educó al interior de la casa por lo cual recibía una compensación económica que les permitía subsistir sin buscar el sustento fuera de las cuatro paredes.

Los siete hijos –seis varones y una mujer- desarrollaron una comprensión del mundo, sobre todo, a través del cine, como si fuera mejor que la vida: reproducen secuencias, dramatizan momentos diversos, elaboran disfraces y han pasado buena parte de su vida viendo películas. Rara vez salen a la ciudad, más o menos una vez al año y solo los hombres, y no obstante mantienen un sorprendente nivel de cordialidad hasta donde se alcanza a ver.

Pero el interés y la curiosidad por conocer el mundo, ya no a través de una pantalla, se mantienen presentes y la escapatoria de uno de los jóvenes de la manada, modificará el forzado equilibrio impuesto hasta ahora por un padre peruano ex guía de turistas en Machu Pichu con ideas relacionadas con el krishnaismo y su esposa, una mujer entre sumisa y cómplice que lo conoció en un viaje cuando se ostentaba como hippie. Los cuestionamientos no se permiten y la cámara parece convertirse en una válvula de escape para los miembros de este particular conglomerado familiar increíblemente real.

LA CREENCIA COMO PRISIÓN

Basado en el libro de Lawrence Wright y dirigido por el especialista Alex Gibney (Enron, 2005; Freakonomics, 2010; La mentira de Armstrong, 2013), Going Clear: Scientology and the Prison of Belief (EU, 2015) es un texto que cuestiona las formas y propósitos de la iglesia en cuestión, a través de duros testimonios de ex miembros de dicha organización, algunos de ellos muy conocidos (el director Paul Haggis) y otros que en algún momento alcanzaron puestos de muy alto nivel. En simultáneo, se propone un recorrido histórico aderezado con imágenes de archivo que soportan visualmente el discurso crítico hacia el objeto de análisis: la institución que controla al individuo sin que éste logre ser consciente.

La manipulación y coacción, revisadas también en Jesus Camp (Ewing y Grady, 2006), los intereses económicos detrás de los rituales, la invasión de la vida privada y familiar y las amenazas hacia los desertores, van siendo temáticas que las cabezas parlantes van comentando, además de una acuciosa investigación tanto de campo como documental que permite contar con una perspectiva, que no habría de considerarse como única, acerca de esta cuestionada organización en la que participan Tom Cruise y John Travolta como personajes visibles.

Las coincidencias con la gran película The Master (Anderson, 2012), interpretada por Philip Seymour Hoffman y Joaquin Phoenix, son evidentes tanto en las actitudes del líder fundador de la organización religiosa como en las del heredero al trono: el escritor cienciaficcional Ron Hubbard y David Miscavige, respectivamente. Una película que permite reflexionar sobre el papel de las creencias en la configuración de las sociedades humanas y cómo la posibilidad de discutir las ideas y dialogar con el otro, sin pretender imponer verdades absolutistas, sigue siendo la esperanza para nuestra especie.

 

EN LAS AFUERAS DE CONVENTOS Y MONASTERIOS

16 noviembre 2015

Mujeres de vocación religiosa que viven algunas realidades extramuros, confrontando su vida monacal con los flujos de una cotidianidad que se construye a partir de otras lógicas, entre las que aparecen los lazos familiares, amistosos o de pareja, usualmente relegados en las congregaciones para entregarse más bien a una existencia marcada por la adoración a Dios y el ascetismo. Con Viridiana (Buñuel, 1951) como referente visible, las convicciones se ponen en el territorio del cuestionamiento y el dilema. Las dos primeras disponibles en video y la tercera en la página https://www.filminlatino.mx

DESCUBRIENDO EL ORIGEN

Dirigida por Pawel Pawlikowski (Last Resort, 2000; Mi verano de amor, 2004; La mujer del quinto, 2011) con cuidadoso acompañamiento del recorrido emocional de la protagonista entre campos nevados y parajes aislados, la ganadora del Oscar por mejor película de habla no inglesa Ida (Polonia-Dinamarca-Francia-RU, 2013), arranca justo cuando Ana (Agata Trzebuchowska, equilibrando el recato con el descubrimiento), una huérfana cuidada desde pequeña por una congregación de monjas, está a punto de tomar sus últimos votos para entregarse en definitiva a la vida religiosa.

IdaAntes, la madre superiora le pide que vaya a conocer a una tía (Agata Kulesza, derrotada), única pariente que le queda, quien le va mostrando sus orígenes judíos y algunos sucesos terribles durante la época del nazismo; de manera simultánea, esta mujer, cesada como jueza y ahora sobreviviendo entre la bebida y encuentros sexuales ocasionales, conduce a la joven, quizá de manera involuntaria, hacia un espacio que le permita repensar su decisión vocacional vía la pregunta clave: ¿Y después?

El viaje hacia el pasado emprendido por estas dos mujeres, paradójicamente las coloca frente a un replanteamiento de su futuro, en particular el de la novicia que conoce a un joven cantante y empieza a respirar aires distintos a los que circulan dentro del convento, convertido en su mundo. El riguroso blanco y negro, con sus debidos contrastes fotográficos de deslumbrante belleza, enfatiza este proceso de búsqueda no pedido pero acaso necesario para replantearse o confirmar el camino previamente definido. Conocer el propio origen, por más doloroso que resulte, alumbra el horizonte de enfrente.

AMISTAD INTERRUMPIDA

Escrita y dirigida por Cristian Mungiu (Occident, 2002; 4 meses, 3 semanas, 2 días, 2007), Más allá de las colinas (Rumania-Francia-Bélgica, 2012) se basa en el libro de Tatiana Niculescu Bran que recupera el caso sobre Alina (Cristina Flutur), una joven que llega a un remoto monasterio para encontrarse con Voichita (Cosmina Stratan), su amiga de la infancia y amor adolescente, con el fin de convencerla de que se vaya con ella a Alemania; ante la negativa recibida dado el convencimiento de continuar con la vida religiosa por parte de Voichita, Alina empieza a sufrir extraños padecimientos que en la comunidad se asumen como posesión.

Con planos medios usualmente frontales, como atisbando las conversaciones y atestiguando la cotidianidad del grupo religioso femenino comandado por un severo sacerdote (Valeriu Andriuta), se van construyendo encuadres de composiciones equilibradas y premeditadamente apagadas. Hay una quietud constante, salvo cuando la cámara se pone en movimiento para llevarnos al encuentro inicial de las dos amigas con amplias expectativas una sobre la otra, no necesariamente coincidentes.

Los grandes escenarios exteriores contrastan con la sobriedad y oscuridad al interior del monasterio, en el que parecen bullir tensiones no del todo explícitas que por momentos alcanzan a asomarse hacia fuera: el encuentro de las dos amigas, su posterior estancia y los conflictos que se van generando, movilizan ciertas lógicas monolíticas en el seno de la congregación, incluyendo las ideas previamente asumidas como imposibles de ameritar una discusión y las relaciones de poder firmemente establecidas.

PASIÓN EMERGENTE

Dirigida por Spiros Stathoulopoulos (PVC-1, 2007) a partir de planos prolongados y con bellas estampas de las imponentes estructuras rocosas a manera de conexión entre secuencias, Meteora (Alemania-Grecia, 2012) se ubica en los parajes rurales del centro del país que nos dio la democracia, donde cohabitan unos pastores, un agricultor-flautista, un oso que gusta de los higos y dos congregaciones religiosas ortodoxas, una de hombres y otra de mujeres, asentadas en lo alto de sendas formaciones montañosas, en una de cuyas cuevas sobrevive un ermitaño.

De pausado contraste que incluye una animación simbólica con tríptico indicativo, un amor soterrado entre una joven religiosa de origen ruso (Tamila Koulieva) y un monje (Theo Alexander) avanza de manera abrupta entre neblina inabarcable, mensajes luminosos, arrepentimientos momentáneos, rituales ancestrales y creencias que respiran ascetismo en lo alto de las rocas conventuales. Pequeños sonidos de tambor se encuentran en un eco de oscuridades reinantes, esperando alguna respuesta en las largas escalinatas o el ascenso con una canasta.

Una comida bajo el árbol, largamente preparada desde el sacrificio de la cabra, y el deseo sexual que se aparece en solitario, van derrotando las culpas y dudas, enfrentadas en un encuentro al interior de las cuevas: la sangre de Cristo inundándolo todo, como para recordar que el verdadero pecado es el de la desesperación. Una laberíntica pasión acechada por las fauces del infierno que pareciera ser controlada por una ambigüedad vocacional en espera de definirse.

PELÍCULAS DOBLADAS

Recientemente han estado llegando a nuestra cartelera más funciones dobladas que subtituladas, lo que no deja de ser un riesgo para apreciar en toda su dimensión una obra fílmica. No se discute que haya ambas opciones, sino que las películas en su idioma original estén siendo relegadas por cuestiones de audiencia. He preguntado en varias salas de la ciudad la razón y la respuesta es siempre la misma: la mayor parte de la gente prefiere las cintas dobladas. Vale recordar que parte sustantiva de un desarrollo actoral es la voz, con sus inflexiones, entonaciones y formas de expresar los modismos.

THE MASTER: DEL RECUERDO A LA IMAGINACIÓN

28 May 2013

Dos hombres que representan el estado de una nación después de la II Guerra Mundial, buscando respuestas o inventando preguntas; aunque la batalla se ganó, pareciera que los combatientes perdieron su centro y ahora buscan adaptarse a un contexto que los considera héroes la primera semana para después dejarlos en el limbo de la sospecha y la desconfianza. Ante el extravío absoluto, una improbable embarcación se puede convertir en la guía rumbo a cualquier parte, desde el análisis de vida pasadas hasta la imaginería de nuevos universos: da igual, súbete al barco y mañana a ver qué se nos ocurre para reparar tu torcida mente.
Un país en el que empiezan a proliferar las sectas alternativas a las grandes religiones y a las teorías psicológicas dominantes, sustentadas en principios pseudocientíficos, mientras la sociedad industrial entra en un auge económico creciente. Terapias al uso, despojando de la responsabilidad al individuo (la culpa es de una vida anterior o alguna entidad ajena a ti), usando el recuerdo y la repetición como analgésico o la imaginación como escapatoria, y agotando física y mentalmente al paciente para que pueda ser programado sin oponer resistencia alguna, entregándose a los preceptos y al endiosamiento del gurú de amable apariencia.
Un líder carismático que sí se la cree (al estilo del “dianético” L. Ron Hubbard), de evidente simpatía y paciencia, con exabruptos incluidos,, navega entre la auto convencida charlatanería, la curación de insondables males del alma, y hasta algunos del cuerpo según él, y la exploración de verdades trascendentales al vapor; su secta está formada por allegados y parientes, entre quienes se encuentra la sutilmente controladora esposa actual (Amy Adams, de congelante dulzura), la hija mosca muerta (Ambyr Childers) y su inocuo prometido después casados por las leyes de La Causa (que ha sido comparada con la Cienciología, aunque en ningún momento se menciona), y su reservado hijo que parece seguir los designios de su padre sin oponer resistencia ni expresar mayor entusiasmo (Jesse Plemons).
Después de andar deambulando por la vida y tener problemas en sus actividades anteriores –como fotógrafo en un gran almacén y en la cosecha de coles- un ex marine traumatizado y alcohólico, obsesionado con el sexo, de volátil carácter y gesto paralizado, se sube al barco que lleva al grupo y pronto es aceptado por el jefe cósmico, quien le pide que siga preparando las bebidas con solventes, perfumes o lo que haya, y que se someta a una de sus terapias: sin más, lo convierte en su conejillo de indias y su protegido, iniciando una extraña relación que incluirá el sometimiento a ejercicios de repetición absurda, un paso por la cárcel con efervescente discusión incluida, defensas mutuas frente a las críticas y necesarias rupturas para seguir adelante.
Escrita y dirigida por Paul Thomas Anderson (Sidney, 96; Punch-Drunk Love, 02) con arrasadora fuerza expresiva y con el aliento de las grandes obras cinematográficas que con el paso del tiempo se irán valorando cada vez más, como sucedió con El ciudadano Kane (Welles, 41), The Master: todo hombre necesita un guía (EU, 12), es una profunda mirada a los contextos relacionales de un hombre roto y de una secta a principios de los años cincuenta, cual microcosmos que al momento de entrar en contacto con el mundo exterior, experimenta los rechazos por las lógicas distintas de entender la vida o las adhesiones absolutas y acríticas: frente a los dogmas y al maniqueísmo no existen los grises y cualquier cuestionamiento, cuando viene de afuera, no puede generar reflexión, sino solo rechazo a gritos y sombrerazos.The Master
Con una narrativa argumental dislocada, premeditadamente episódica y aprovechando las elipsis para tensar un amplio arco en el que los personajes se desarrollan con profundidad, enfatizando su humanidad cargada de convicciones, contradicciones y formas de vincularse entre sí, con las pulsiones de vida y muerte en batalla campal, el filme se articula a partir de brillantes planos secuencia y tomas abiertas que se entremezclan con una abundancia de primeros planos soberbiamente sostenidos por el implacable duelo de actuaciones: Joaquin Phoenix, quien venía de hacer el falso documental I´m Still Here (Affleck, 10), le imprime una psicótica fuerza angustiante a Freddie Quell y confirma sus altísimos vuelos actorales, mientras que Philip Seymour Hoffman despliega su enorme solvencia en la piel de Lancaster Dodd, como si se tratara de Elmer Gentry (Brooks, 60) o El Apóstol (Duvall, 97), filmes con los que se le ha relacionado.
El argumento alcanza niveles de complejidad que ameritan diversas perspectivas de índole social y psicológica, orientadas a la revisión del comportamiento de las sectas y su devenir histórico; las secuelas de las guerras y los procesos de reinserción; las adicciones evasivas, la megalomanía pseudoreligiosa y las reacciones sociales frente a estos líderes carismáticos que van de la veneración traducida en apoyo económico, como en el caso de la benefactora tímidamente cuestionadora (Laura Dern), a la confrontación directa, señalando que el libro al fin publicado, pudiera haber sido un panfleto de tres hojas para repartirse en el Metro.
La mujer de arena, compañía silenciosa y concreta de principio a fin, contrasta con la novia ya inasible e imposible de recuperar, con la modelo de tienda departamental, con las telefonistas recibiendo recaditos o con las convidadas al baile que se van desnudando en su mente como en un cuadro renacentista de alguna escena de la mitología griega. La moto cual vehículo para la liberación o la llamada telefónica en la sala cinematográfica vacía. Anderson, cuyas influencias incluyen a Malick y Altman, vuelve a la mirada fundacional de Petróleo sangriento (07), al retrato sociocoral de Magnolia (99) y a la intromisión de un submundo particular como en Boogie Nights: Juegos de placer (97).
El score avant-garde de Jonny Greenwood se inserta en la notable captura del espíritu de una época, con dejos de objetivismo que propugna la primacía del individuo para pensar que su cura está al alcance de la mano, con el debido soporte económico y la sumisión del caso: si no eres profeta en tu tierra, ahí está Inglaterra o cualquier otro destino donde los acólitos y la aceptación social se manifiesten en los discursos y las sanaciones grupales. The Master es, valga la redundancia, toda una obra maestra compleja, intensa, difícil, absorbente, fascinante, y su creador, Paul Thomas Anderson, uno de los directores imprescindibles de nuestros días.

ARVO PÄRT: LA MÚSICA COMO EXPANSIÓN DEL ESPÍRITU

16 octubre 2012

La mística, entendida a grandes rasgos como las formas de relación e integración que se pueden establecer con Dios, puede encontrar rutas y trayectorias de expresión a través de la música en general y de la sacra en lo particular, con una clara intencionalidad de conectarse con el Altísimo. Tanto en la interpretación como en la composición el diálogo puede quedar establecido para reinventarse por medio de la fuerza vocal, la sensibilidad instrumental o la imbricación de ambas, formando un todo heráldico que apunta hacia la eternidad.
Nacido en Estonia, cuando aún era una nación independiente –ahora lo es de nueva cuenta- Arvo Pärt (1935) empezó a introducirse en el mundo de los sonidos y silencios a la edad de siete años y ya de adolescente compuso sus primeras obras. La influencia temprana provenía sobre todo de los gigantes rusos y de un clasicismo que se instalaba como estilo “permitido” por las autoridades, aunque como bien sabemos, el arte siempre encuentra las rutas de escape para saltarse los reduccionismos burocráticos y autoritarios.
Así, se internó por territorios de carácter más experimental, muy en boga a lo largo de buena parte del siglo XX, como el serialismo, el dodecafonismo y minimalismo, para posteriormente bucear en las profundidades de la música sacra –cantos gregorianos, renacentismo- y convertirse en uno de los músicos vivos más importantes del mundo: la religiosidad particular se funde con una espiritualidad amplia para expresar alabanzas que trascienden los determinismos y se incorporaran al alma orante, en cuanto su posibilidad no solo de hablar, sino de escuchar la voluntad divina.
Después de sus primeras composiciones hacia finales de los años cincuenta (relevantes las dos sonatinas en 1958), durante la siguiente década se desarrolló en el ámbito clásico de la mano de Shostakvich y Prokófiev, dentro del que realizó varias piezas para conjuntos de cuerdas, con la incorporación de las percusiones como elemento distintivo, algunos trabajos orquestales y sus tres primeras sinfonías (63, 66, 71), ya incorporando un cierto toque medieval en la tercera de ellas. A partir de la mitad de los setenta, Pärt bebió de otras influencias y sus horizontes se ampliaron en términos estilísticos, como se deja escuchar en obras fundamentales como Für Alina (76), Tábula Rasa (77) y Spiegel Im Spiegel (78), con fuerte presencia del piano como instrumento básico de referencia.
Las siguientes dos décadas fueron caracterizadas por la preponderancia de las obras corales y religiosas, en las que la intensidad se desplegaba a través de una sensible amalgama de voces humanas con segmentos instrumentales como se advierte en De profundis (80), Stábat Mater (85), Miserere (89), Litany (94) y Alina (99), desarrollada casi como un acto de fe. La invitación de Manfred Eicher a la gran disquera ECM resultó fundamental para el reconocimiento mundial de su obra, todavía no tan conocida entre el gran público de occidente.
Saludó el nuevo milenio, justamente, con Orient & Occident (00) para conjunto de cuerdas y con Lamentate (02) para piano y orquesta, entre otras obras más, con la sensibilidad todavía desbordándose por los canales de la comunión, como se aprecia en su cuarta sinfonía que llegó en el 2008, en la que se permite regresar a esta forma de carácter más orquestal. La música del estoniano se ha utilizado en numerosos filmes, dado su carácter fuertemente evocativo y que remite de inmediato a la floración de los sentimientos que la puesta en imágenes busca provocar.

CONCIERTO EN LEÓN
Con Virgencita bajo el brazo, la composición que nos va a regalar a todos los mexicanos en honor a la Guadalupana, según ha trascendido, Arvo Pärt parece que sí estará presente en el concierto que el Coro de Cámara Filarmónico de Estonia y la Orquesta de Cámara Tallinn brindará el jueves 18 de octubre en el Teatro del Bicentenario, oportunidad única en nuestra Ciudad para disfrutar y conmoverse con la presencia de una figura monumental del mundo de la música, uno de los visitantes más distinguidos que hemos tenido por nuestros rumbos.
El programa incluye Fratres (77), pieza que ha recibido varios tratamientos instrumentales a lo largo de los años: se trata de una pieza de carácter dialógico, por momentos susurrante y en ocasiones exultante; Cantus in Memory of Benjamin Britten, con su tono de melancólico homenaje con todo y repicar de campana distante; Adam’s Lament, compuesta en el 2009 para coro mixto y orquesta de cuerdas, en la que recupera un texto de los lamentos del monje San Silouan el Athonita por la pérdida del paraíso; Salve Regina, orientada a la fuerza coral de redención absoluta y Te Deum (84-86), composición de intensidades profundas que expresan con claridad el agradecimiento al Creador, entre voces firmes y cuerdas efervescentes.
Un concierto imprescindible que dejará su impronta en la Ciudad como uno de los momentos más memorables de nuestra urbana historia cultural.

DE HOMBRES Y DE DIOSES: LA FE MÁS ALLÁ DE LOS CREDOS

16 agosto 2012

La decisión de permanecer en un convento en el monte Atlas de la región del Magreb, a pesar del evidente riesgo para la vida, o bien regresar a Francia, dejando a la comunidad con la que han logrado vincularse afectivamente. No se trata de hacer mártires, sino de seguir sirviendo a los demás de la mejor forma posible, de continuar la construcción del reino de Dios en el que todos caben, sin distingos raciales, religiosos o sociales: buscar más las coincidencias entre el Corán y la Biblia que acentuar las diferencias; promover los encuentros de las posturas moderadas y evitar los extremismos que acaban por tocarse pero en la destrucción mutua.
Basada en un caso real ocurrido en Argelia en 1996, De hombres y de dioses (Francia, 10) se constituye como un film que permite reflexionar en torno al sentido de la vocación más allá del sacrificio provocado, a la posibilidad de convivencia armónica entre religiones y a la manera en la que es posible asumir compromisos grupales, aunque en ello vaya la vida, independientemente de las decisiones unipersonales: cuando los principios se mantienen intactos, las alternativas se presentan de una forma nítida y las acciones encuentran un sólido asidero en las convicciones largamente cultivadas.
Ocho monjes cistercienses franceses desarrollan su misión en la convulsa Argelia, encabezados por el religioso Christian (Lambert Wilson, estoico), de firmes creencias pacíficas y que sostiene la idea de evitar cualquier tipo de intimidación-apoyo, ya sea de los grupos guerrilleros o del gobierno: la labor está claramente dirigida a la comunidad fundamentalmente musulmana, con la que se participa en las celebraciones, se le brinda atención médica, a través del sabio hermano Luc (Michel Losdale, notable) y se dialoga continuamente.
Vemos la vida cotidiana en el monasterio, entre los sentidos rezos, los cánticos cargados de humildad, la cosecha real y metafórica y las actividades de carácter intelectual, a la manera de El gran silencio (Gröning, 05), aquella reflexiva y silenciosa película desplegada al interior del corazón de los monjes trapenses. Pero también nos vamos mezclando con la comunidad y con los contextos de violencia que empiezan a invadir el escenario, como sucedía en La misión (Joffé, 86), en la que las posturas de los religiosos se contraponen entre sí ante el ataque de los colonizadores.
Al ser asesinado un grupo de trabajadores extranjeros, se desata una serie de actos violentos en los que participan grupos extremistas, pronto atacados por las fuerzas militares del gobierno. Los monjes toman la postura de ayudar sin mirar a quién dentro de sus principios humanitarios y religiosos, hasta que la situación se vuelve insostenible. La palabra de Dios y el espíritu de servicio se convierten en las más poderosas armas que trascienden los ataques alrededor del convento, asediado por fuerzas que solo entienden cuestiones de este mundo.
El quinto filme largo de Xavier Beauvois (North, 91; No olvides que vas a morir, 95; Según Matthieu, 00; El pequeño teniente, 05) se ubica en el cine histórico-religioso que plantea desde una perspectiva contemplativa con los espíritus de Dreyer, Bergman y Bresson rondando las atmósferas y eludiendo manipulaciones sentimentaloides de heroicidad forzada, el proceso vivido por un grupo de hombres en una situación extrema que coloca su vida en riesgo frente al llamado de continuar con su apostolado en una región que vive un conflicto bélico.
Aparece el miedo como una condición humana natural, asumido claramente por Christophe (Olivier Rabourdin) en contraste con una vocación sustentada en un misticismo construido a partir del diálogo con Dios pero también con los hermanos misioneros y la comunidad, en la que se toman acuerdos y se establecen posturas. Con una fotografía a contraluz, encuadres de sobria plasticidad y parsimoniosos desplazamientos de cámara, particularmente sobre su eje horizontal en concordancia con la idea de igualdad, se van mostrando los hombres en su fragilidad, pero también en su convicción amorosa.
Y la última cena, con el fondo musical de El lago de los cisnes de Tchaikovski, termina por mostrar a este grupo de hombres al fin decididos y mirando de frente: cada uno tiene su espacio en el desarrollo de los acontecimientos para poder identificarlos no solo en su individualidad, sino como parte integrante de una entidad que en el consenso encuentra su principal fortaleza, iluminada por el soplo del llamado a continuar con el apostolado encomendado, en una tierra llena de pugnas en las que se combina el dogma con el ansia de poder.
El filme nos presenta a seres humanos comunes que dudan una y otra vez; deliberan y argumentan en torno a las medidas que deben tomar de acuerdo a las circunstancias y colocan como objeto de discusión al sacrificio necesario como un camino que no se busca por sí mismo, pero que acaso se encuentra en consonancia con la voluntad divina. Una película imprescindible.