Toda una fiesta para el fútbol los 64 partidos que se desarrollaron en Australia y Nueva Zelanda, primera vez que se realiza en sede compartida y de dos distintas confederaciones. Selecciones que han incrementado sus destrezas técnicas y estratégicas al punto de lograr vencer a las favoritas de siempre, como Estados Unidos, Alemania y Japón, esta vez quedándose en la orilla; mujeres que juegan con lealtad e intensidad, atentas a la pelota con todo y elusivos destellos, evitando el fingimiento de faltas o el constante reclamo a las árbitras. Ojalá los niños jugaran como las niñas.
España llegó tras una fase de grupos en la que fue superada por Japón y derrotó a Zambia y a Costa Rica, para después vencer a Suiza sin problemas en los octavos; en cuartos hizo lo propio con Países Bajos en tiempo extra y a Suecia en la semifinal, con una anotación en los últimos minutos del tiempo regular. Por su parte, Inglaterra derrotó a China, Haití y Dinamarca para sellar paso perfecto en su grupo; a Nigeria en los octavos hasta la instancia de penales; remontó a Colombia en los cuartos y venció a las anfitrionas australianas en la semifinal. Dos poderosas selecciones femeniles de países con gran tradición futbolera se vieron las caras para dirimir el título en su novena edición, ganado cuatro veces por Estados Unidos, dos por Alemania y una por Japón y Noruega, respectivamente.
El partido decisivo empezó de manera equilibrada, con los dos conjuntos buscando tener la pelota y avanzar al frente. Los nervios convivían con la intensidad en la lucha por la posesión y el adueñamiento de los espacios: las 22 jugadoras se mostraban involucradas y comprometidas. Fueron las inglesas quienes generaron la primera de peligro con un brillante disparo de Hemp que se quedó en el travesaño, aunque las españolas no se quedaron atrás y pronto se acercaron a la puerta rival a través de un par de remates que no terminaron por mover las redes pero que anunciaban la inclinación de la cancha en favor de la furia roja, que se vería en la mayor parte de los lapsos del encuentro.
Poco antes de la media hora de partido, en una pelota recuperada, Mariona Caldentey abrió la cancha para la llegada de Olga Carmona, también anotadora en la semifinal frente a Suecia, quien sin pensarlo demasiado cruzó su disparo raso de primera intención para que el balón se incrustara en la portería y así mandar al frente a las suyas, tras un dominio que ya avisaba la ruptura del cero. Descontrol inglés que era aprovechado por las de rojo, ensanchando el terreno con sus dos ágiles laterales y penetrando la defensa contraria con peligro, incluso dejando una pelota en el poste por parte de la joven Salma, justo cuando la jueza estadounidense decretaba el final de la primera parte, con un ligero despertar británico.
Un par de cambios de las de la isla enviados por Wiegman para adelantar filas y el segundo tiempo arrancó con similar tesitura en el que los disparos de las ibéricas se multiplicaban y ya sea que pasaban cerca o Mary Earps, la mejor arquera del mundo, se lanzaba con enorme soltura para llegar a desviar la pelota o atraparla, tal como lo hizo con el penal que ejecutó la resucitada jugadora del Pachuca, Jenni Hermoso, al 69’. Se esperaba que esta parada impulsaría a las de de azul pero la reacción no terminaba de consolidarse y las largas interrupciones por lastimaduras y la revisión del VAR, le quitaron fluidez al cotejo, todavía con la sensación de que era más probable el segundo tanto que el empate.
Algunos avisos por parte de las leonas que no encontraban buen puerto y un control cada vez más eficaz de las españolas, quienes manejaron con toque y gran idea de conjunto los 13 minutos de compensación, en los que incluso pudieron ampliar el marcador, si bien no faltó la cuota de drama hacia el final, ya con las campeonas de Europa volcadas en busca del empate. No llegó y España terminó por coronarse con toda justicia en Sidney, tras regalarnos un brillante partido de conjunto lleno de virtuosismo. Su primer título y un futuro prometedor para este equipo que ya domina un estilo propio, lucidor y efectivo a la vez.
*Foto de El País.