Archive for agosto 2013

LETRAS Y DESTINOS ENCONTRADOS

25 agosto 2013

Cuatro películas que desde diversos géneros involucran a personajes relacionados con la literatura en busca de expresar su carga emocional, fama y reconocimiento o una forma de llevar su vida por los cauces del afecto cercano. De la comedia al drama con toques de suspenso y humor negro, según se vayan presentando los acontecimientos, retomados de casos reales o construidos desde la ficción, se plantean relaciones y vínculos afectivos diversos. Todas disponibles en los videoclubes de la ciudad.

ESCRITOS DESDE LA REALIDAD

Sesiones de sexoBasada en los escritos del periodista y poeta Mark O´Brien (Boston, 1949 – Berkeley, 1999), paralizado por polio y atrapado en un pulmón metálico para poder respirar, Sesiones de sexo (The Sessions, EU, 2012) sigue la intención de este optimista hombre, ayudado por su asistente (Moon Bloodgood), para perder la virginidad y la relación que establece con una asesora sexual para tal efecto, después de despedirse dolorosamente de su anterior cuidadora y antes de iniciar un nuevo vínculo con la mujer que lo acompañó hasta el final de sus días. Su vida ya había sido retomada en el documental corto Lecciones de respiración: la vida y obra de Mark O´Brien (1997) dirigido por Jessica Yu.
Dirigida con notable calidez y cercanía por Ben Lewin, en la línea de Mi pie izquierdo (Sheridan, 1989) y La escafandra y la mariposa (Schnabel, 2007), y eludiendo el posible morbo implícito en esta travesía sexual acompañada por el pertinente score del multisolicitado Marco Beltrami, la historia destila humor negro, sensibilidad y empatía hacia sus personajes, notablemente interpretados por John Hawkes, Helen Hunt y William H. Macy, como el sorprendido y comprensivo cura católico vuelto confesor y amigo del escritor que, además, se dedicó a ser portavoz de las personas con algún tipo de discapacidad.
Por su parte, Conociendo a Flynn (Being Flynn, EU, 2012) sigue la intermitente relación que establece un joven aspirante a escritor en proceso de ubicación existencial (Paul Dano), con su ególatra, racista y homófobo padre, quien lo abandonó muchos años atrás y ahora se autonombra uno de los tres grandes autores estadounidenses, mientras maneja un taxi para después vivir como homeless sin el mínimo sentido de autocrítica (Robert De Niro, en una segunda etapa de Taxi Driver). El inesperado reencuentro traerá el recuerdo de la esposa y madre respectivamente (Julianne Moore) y detonará reflexiones para ambos, con los esperados conflictos y reclamos mutuos.Conociendo a Flynn
Basada en el libro del propio Nick Flynn acerca de esta vivencia con su progenitor, el destino de su madre y su trabajo en un centro comunitario, y dirigida por Paul Weitz (Un gran chico, 2002; Un buen jefe, 2004; American Dreamz, 2006) con la música de Badly Drawn Boy, el filme se queda en un nivel más bien descriptivo y neutro, sin profundizar demasiado en los personajes o situaciones, aunque manteniendo una agradecible fluidez que permite dar cuenta de cómo se fueron reconvirtiendo las relaciones entre padre e hijo, después del trauma de la ausencia, referida entre imágenes de textura onírica.

ESCRITOS DESDE LA FICCIÓN
Dirigida, escrita e interpretada con un dejo de nostalgia por Josh Radnor, Amor y letras (Liberal Arts, EU, 2012) es una muy disfrutable comedia romántica que esquiva el esquema tradicional y se sitúa en estos tiempos posmodernos, donde las soluciones no están predestinadas. Un treintón amante de la literatura que trabaja responsablemente aunque sin mucha convicción en el departamento de ingreso en una escuela, conoce a una sensible estudiante (Elizabeth Olsen) cuando asiste a la despedida de su exprofesor en la universidad donde él estudió (Richard Jenkins).
Amor y letrasDe paso y a manera de viaje introspectivo al alma máter, se topará con algunos personajes particulares como una maestra de la época romántica, paradójicamente anti romántica y de apabullante pragmatismo (Allison Janney), un estudiante inteligente con tendencias suicidas y un joven locuaz que encuentra la felicidad en todas partes; mientras tanto, su relación se sostiene con cartas escritas a mano y un redescubrimiento de la música clásica, entre resistencias por la distancia, la diferencia de edad y ciertos gustos literarios. Con voz en off que acompaña pasajes transicionales, la cinta termina por ser una historia evocativa, sin mayores aspavientos ni recursos melodramáticos.
En contraste, El gran secreto (The Words, EU, 2012) es una película ambiciosa que se quedó más en el intento que en la consecución: de pronto es difícil seguir con credibilidad las decisiones de los protagonistas y por momentos el interés se queda entre líneas, a pesar de contar con un argumento interesante en el que se juega con los tiempos, la realidad y la ficción y, por supuesto, el relevante tema del plagio en el mundo de la literatura, sobre todo considerando los premios recientes que se han dado en México.El gran secreto
Dirigida y escrita por los debutantes Brian Klugman y Lee Sternthal, la cinta intenta transitar por los terrenos de la metaficción, a partir de un cierto desdoblamiento argumental que termina siendo percibido como una idea un cuanto tanto desperdiciada, dado su potencial dramático, su campo reflexivo acerca de la necesidad de la fama y hasta de thriller literario; no obstante, hay momentos logrados como el simbólico abrazo reconciliatorio en el fregadero y ciertos cambios de rumbo que invitan a la polémica. El reconocido reparto integrado por Jeremy Irons, Bradley Cooper, Dennis Quaid, Zoe Saldana y Olivia Wilde transita de manera cumplidora.

HELI: LA LUZ DESPUÉS DE LAS TINIEBLAS

18 agosto 2013

En el panorama actual de las películas dirigidas por compatriotas (que es diferente a hablar del cine mexicano como tal), podemos ubicar tres tipos de cineastas: los que andan en el mainstream de los grandes estudios hollywoodenses; quienes se enfocan a un mercado local filmando comedias, melodramas, cine histórico y algún híbrido, y los que se orientan a los festivales europeos, ubicándose en un estilo vanguardista a tono con las tendencias innovadoras del cine mundial pero sin abandonar las lógicas contextuales del terruño: donde la vida no vale nada, por lo que todo sucede con anticipación, desde la violenta interrupción de la juventud hasta la invasiva llegada de la adultez, a pesar de apenas andar en la segunda década de vida.
Este grupo está representado, principalmente, por Carlos Reygadas y Amat Escalante, ambos ampliamente apreciados en el Festival de Cannes: si en un momento fueron los directores japoneses y después los iraníes, coreanos, rumanos, filipinos y singapurenses quienes más llamaban la atención de los programadores, ahora parecen ser los mexicanos: han ganado la Palma de Oro en las dos recientes ediciones con sendas películas que presentan vasos comunicantes desde una perspectiva tanto temática como formal.Post Tenebras
Se trata de, por una parte, Post Tenebras Lux (México-Francia-Holanda-Alemania, 2012), cuarto filme del defeño Carlos Reygadas, después de la obra maestra Luz silenciosa (2007), la fallida Batalla en el cielo (2004) y Japón (2002), su sorprendente debut y, por la otra, de Heli (México-Alemania-Francia-Holanda, 2013), tercer opus del guanajuatense Amat Escalante, director de los largometrajes Sangre (2005) y Bastardos (2008), en los que planteó de manera prematura un sello personal, vinculado con el del mismo Reygadas, a quien ha asistido y de quien ha recibido apoyo como productor.

TEMAS Y CONTEXTOS
En las dos películas el epicentro es la familia, viviendo situaciones peligrosas por las amenazas externas y por las propias dificultades derivadas de conflictos sexuales y de insatisfacción generalizada. Mientras que en la cinta de Escalante el problema del narcotráfico y la descomposición social a su alrededor se erigen como el componente destructivo, en la de Reygadas aparece el consabido conflicto de clases sociales –el problema de adicciones del trabajador y el de la pornografía virtual del patrón es un contraste claro- y la dualidad cargada de fricción entre la vida del campo y la ciudad.
Los contextos sociales refieren a estas tensiones que vivimos como país, entre la corrupción sistémica, el resentimiento y la violencia expresada de distintas formas, desde las más salvajes hasta las más sutiles. Ahí está el contrapunto entre la reunión rural del grupo de adictos y la cena navideña de la familia ampliada con todos los lujos del caso, así como la drástica ruptura de los sueños de una pareja de adolescentes que planea casarse e irse a Zacatecas. Aunque pareciera incidental, en las historias hasta los perros son víctimas de agresiones absurdas.
Los hogares son invadidos simbólicamente: unos paquetes de cocaína escondidos en el tinaco por el novio de la hermana del protagonista y un diablo luminoso con todo y caja de herramientas, como para instalar el mal entre los pasillos y una habitación de la cabaña. La diferencia es que la cinta desarrollada por los caminos de Guanajuato se enclava en un duro realismo de crudeza gráfica retratada de manera directa, mientras que la ambientada en los bosques de Morelos incorpora ciertos puntos de fuga, como una secuencia en un salón francés de intercambio sexual y un partido colegial de rugby.
La normalidad de la violencia –la tortura en la sala de la casa con los niños en los videojuegos y laHeli señora en la cocina; la humillación en el entrenamiento militar dirigido por un estadounidense- termina por ser espeluznante, así como la forma en la que el mal se instala sin que nos percatemos y se convierta en parte del paisaje, con árboles derribados por capricho, agresiones físicas y verbales, cadáveres colgados en los puentes, abusos de poder y, lo peor de todo, una absoluta ausencia de culpa y una flagrante impunidad, a menos que no estés del lado correcto: pero cuidado si juegas por tu cuenta o estás en el lugar y momento equivocados, aunque no tengas vela para tu propio entierro.

UN NATURALISMO DE CONEXIONES POR CONSTRUIR
El ritmo es un rasgo compartido por los directores: optan por secuencias largas desplegadas en forma pausada, insertando un dejo de angustia y acaso de desesperación que el espectador puede sentir junto con los personajes. La cámara frontal se posa como una presencia inevitable y pareciera resistirse a abandonar la escena, llevándola hasta sus últimas consecuencias: o la exasperación o el detenimiento frente a los sucesos que adquieren conexión a partir de los significados que cada quien quiera construir: como cuando un personaje pierde, literalmente, la cabeza, mientras los árboles se desploman sin remedio.
Si bien la dinámica de la narración puede verse afectada en determinadas secuencias, en la mayoría de los casos los discursos fílmicos fluyen con naturalidad, en particular por la notable capacidad para la construcción de encuadres y la diversidad de planos: de los cada vez más secos territorios del Bajío, capturados en toda su incertidumbre, a los amenazados bosques de la zona de Morelos; de las miradas a los interiores de las casas a las tomas de las comunidades instaladas en ámbitos rurales, aunque con cercanía a las lógicas urbanas, como la planta automotriz donde trabajan Heli y su padre, muy ad hoc con la tendencia industrial de la zona.
La fuerza visual de Reygadas vuelve a centrarse en la naturaleza: una niña corriendo entre perros y vacas, un cielo incomprensible, un mar caprichoso, un bosque en sobrevivencia. La cámara se mueve, se torna subjetiva, se convierte en nuestra mejor aliada para el goce estilístico, con todo y ese margen que duplica las imágenes en exteriores, con empleos de lentes que resaltan la profundidad de campo; la fuerza narrativa de Escalante recurre, sobre todo, a la composición: el protagonista encañonado por una bestia, entre la muerte y la pared; el joven que se sube al podio y nos intenta decir algo sin lograrlo o la pareja recorriendo en coche el inhóspito territorio donde no hay escapatoria.
También está presente la idea de trabajar con personas comunes que no necesariamente tienen experiencia actoral, acaso buscando un realismo que no siempre se encuentra, dado que en algunos casos se pierde la fuerza dramática de los diálogos, aunque en otros se gana cuando el hombre o mujer que está a cuadro pareciera no enterarse de que se está rodando una película: sucede sobre todo con los niños y los participantes en la sesión de adictos.
Escalante propone una historia directa, de dolorosa cercanía y completo realismo, más allá de la secuencia shock de tortura tan comentada y discutida que en realidad puede distraer la atención del fondo del discurso crítico del film; Reygadas plantea situaciones diversas que se pueden difuminar para donde uno quiera, en la realidad o en la imaginación, en el despertar o en el sueño, en el vapor cargado de sexualidad o en un árbol de navidad profusamente adornado.
Pero en ambos casos, queda claro que después de las tinieblas podemos esperar la luz, como lo dijeran Job y El Quijote. Para Heli y para todos los que lo rodean, al menos los que han tenido su día de suerte. Para Juan, con todo y su epifanía mientras su esposa canta It´s a Dream de Neil Young, y para sus pequeños hijos, recorriendo los campos como lo hacen los jóvenes tras el ovoide de trayectoria inesperada.

YO LA TENGO: DE LAS LETRAS A LAS NOTAS

11 agosto 2013

Desde una férrea independencia ahora convertida en ejemplo y con el sustento que da el conocimiento de la historia roquera y la capacidad crítica desarrollada como articulista musical en The New York Rocker y The SoHo News, Ira Kaplan tuvo la iniciativa de formar, junto con su esposa Georgia Hubley (cantante y baterista), un grupo cuya influencia central apuntaba hacia The Velvet Underground, siguiendo el rastro que iba dejando Sonic Youth: ahí está su participación en el film I Shot Andy Warhol, (Harron, 1996), como parte del grupo de la Factoría, en clara alusión a sus ídolos.
Del noise rock con reverberaciones abrasadoras al folk pop de desarmante languidez, han habitado los enriquecedores parajes de un eclecticismo que sentó las bases para la paulatina construcción de un rostro sonoro distintivo, no obstante la abundancia de propuestas a su alrededor. El creativo e inquieto matrimonio inició el reclutamiento de otros miembros hasta que Dave Schramm (guitarra) y Mike Lewis (bajo) se integraron a la dupla. Todo sucedía en Hoboken, Nueva Jersey, durante los primeros años de la década de los ochenta.
Yo La Tengo había nacido: el nombre surgió por la manera en la que se le avisaba a un beisbolista venezolano de los Mets, que no hablaba inglés, para que ya no corriera a atrapar la pelota porque estaba asegurada y así evitar los constantes encontronazos entre compañeros, mientras los ojos apuntaban al cielo para hacer el out. Llevan cerca de treinta años generando música tan inteligente como sensible, visitando diversos terrenos y constituyéndose como referencia imprescindible para bandas como Belle & Sebastian, por mencionar un ejemplo notable.
Si en la industria aún existe la independencia, he aquí un caso paradigmático. Se presentaron al mundo con su largo debut Ride the Tiger (86), atravesado por una estética pop que ya anticipaba una consistente trayectoria. Con diversos cambios alrededor del matrimonio, continuaron su recorrido con New Have Hot Dogs (87), más cercano a sus maestros del terciopelo subterráneo, y con el estupendo EP President Yo La Tengo (89), en el que empezaban a subir el volumen de efectos guitarreros, particularmente un feedback que da la impresión de estar atrapado en un circuito de ida y vuelta.
Para iniciar la siguiente década, propusieron Fakebook (90) especie de homenaje y declaración de principios con algunos covers (Flamin’ Groovies, The Kinks, Gene Clark, Cat Stevens, Daniel Johnston y demás pruebas de su amplísimo rango) y reelaboraciones de material propio. Tras participar en el soundtrack de Simple Men (Hartley, 1992) y grabar el sólido e indicativo EP That Is Yo La Tengo (92), apareció May I Sing With Me (92) en el que se presentaba el bajista James McNew como la tercera pieza definitiva de la banda, quizá lo más importante de esta obra de reacomodo.

LA DULZURA DEL DOLOR FUNDIDO
Con la formación triangular que continúa a la fecha, debutaron en el sello Matador con el denso y exquisito Painful (93), obra clave de la primera parte de la década noventera: entre el órgano, las ensoñaciones auditivas y las piruetas sonoras de la guitarra que va y viene, la banda se colocaba como obligada escucha para los buscadores de tesoros ocultos. La línea combinatoria continuó en forma notable con Electr-O-Pura (95), con un pie en el pop de activas neuronas y el otro en la experimentación largamente cultivada.
Un doble de lados B y rarezas precedió al exitoso Can Hear The Heart Beating As One (97), al que le siguió And Then Nothing Turned Itself Inside Out (00), saludando el nuevo milenio desde una mirada íntima hacia el hogar como espacio vital. Para el 2002 musicalizaron los documentales submarinos del francés Jean Painleve en el disco The Sounds of the Sounds of Science y homenajearon vía un EP al saturnino Sun Ra, para después grabar el sutil Summer Sun (2003), con pianos escapistas y composiciones que atisbaban la luz solar en pleno proceso de calentamiento. Yo La Tengo mostraba su deliciosa ambivalencia: te susurra al oído poéticamente para armonizarte con trompetas celestiales y te altera hasta volver a dejarte inerme con los pelos de punta.Yo La Tengo
Vinieron tiempos de colaboraciones y proyectos varios: con Yoko Ono participaron en la grabación de Wig in a Box: Songs from and Inspired by Hedwig and the Angry Inch (2003), a beneficio de una institución educativa en San Francisco; produjeron un recopilatorio y colaboraron en el score de varios filmes como Junebug (Morrison, 2005), Game 6 (Hoffman, 2005), Tu última parada (Mitchell, 2006) y Old Joy (Reichardt, 2006). La diversificación, lejos de causar pérdida de foco, alimentó la creatividad para seguir viendo rumbo a la continuidad, sin dejarse atrapar por la monotonía.
Con envidiable e inagotable creatividad, I Am Not Afraid of You and I Will Beat Your Ass (06), marcó la continuidad de su larga travesía, una vez publicadas un par de compilaciones. La canción abridora, Pass the Hatcher, y la final autobiográfica The Story of Yo La Tengo, nos dejan en un estado de alterada emoción, muy a su estilo, con tapices de guitarra que no cesan de entrometerse en los nervios centrales. En medio, un recorrido armónico lleno de colores nos regresa a un estado de agradecida calma paulatina, con piezas evocadoras que, en efecto, nos van quitando el miedo, mientras se desprenden algunos sonidos soul y algún apunte rockabilly, en compañía de redondas baladas de aromas contagiantes y pop intachable que emana casi de manera natural.
A la elaboración del score de The Toe Tactic (Huble, 2008) y de Tierra de zombies (Mottola, 2009), le siguieron Popular Songs (2009) y Fade (2013), álbumes que han supuesto un cierto cambio de énfasis anunciado desde el disco anterior, aunque no de esencia: un mayor protagonismo de las cuerdas y los teclados de aroma sesentero, el consabido aderezo experimental con esos inesperados cambios de enfoque y una aparente parsimonia que se ve amenazada por la guitarra, apareciendo en el horizonte, y por una batería lista para explotar en cualquier momento.
Resaltan los pasajes amigables, la riqueza de armonías y la intención de mantener un espíritu personal, independiente y coherente con las propias motivaciones estéticas. Después de visitarnos en el 2007, lo vuelven a hacer este mes.

LE HAVRE: UN PUERTO ABIERTO A LA ESPERANZA

4 agosto 2013

Rasgo distintivo de los tiempos actuales es la migración clandestina en busca de oportunidades ausentes en el lugar de origen; a pesar de los riesgos que implica desplazarse a otro país, entre los que se cuentan las propias autoridades y las bandas criminales, hombres y mujeres no cuentan con otra alternativa más que jugarse la vida en estos tránsitos usualmente desarrollados en condiciones lamentables.
Pero de pronto surge el espíritu humano, espontáneo y desinteresado que motiva a muchas personas a brindar ayuda a los migrantes con alimento, refugio y aliento: dentro del peligro y frente al abuso sistemático de unos, aparece la solidaridad de otros, quizá adormecida hasta que se presenta una situación que demanda la contribución de todos, dejando de lado prejuicios negativos y egoísmos habituales.
Especialista en el retrato entre optimista y deliciosamente absurdo de personajes marginales, aún en contextos sociales de avanzada y donde el estado de bienestar todavía parece funcionar, Aki Kaurismäki (Crimen y castigo, 1983; La chica de la fábrica de cerillas, 1990; Luces al atardecer, 2006) nos entrega con todo el sello de la casa Le Havre: el puerto de la esperanza (Le Havre, Finlandia-Francia-Alemania, 2011), cinta de argumento sencillo que se centra en la relación de un viejo bolero y un niño africano, pero llena de evocativos personajes con los que inmediatamente se construye empatía y estructurada a partir de situaciones que nos invitan, desde nuestra intención, a colaborar con el propósito del protagonista.
Marcel Max (André Wilms) es un ex escritor ahora dedicado al oficio del lustre de calzado en el puerto del norte francés que da título al film; siguiendo La vida bohemia (1992), pasa el tiempo junto a su esposa de entereza inigualable (Kati Outinen, antigua cómplice del director), mientras se da sus escapadas por un trago ante ciertas miradas recelosas y negativas para fiarle comida y bebida. Su vida da un vuelco cuando su mujer se enferma y él se encuentra con Idissa (Blondin Miguel), un niño que logra escapar de un contenedor lleno de migrantes ya controlados por la policía, liderada por el inspector Monet (Jean-Pierre Darrousin), de ambigua postura.Le Havre
El protagonista decide ayudar al niño para que logre llegar a su destino en Londres junto a su madre, para lo cual tendrá que ir a buscar al abuelo a un campo de migrantes, capotear a la justicia y concitar el apoyo de la comunidad, incluyendo a un apoyador vietnamita y al roquero Little Boy, además de varios personajes en un inicio rejegos, con ciertos vínculos pasados que apenas se esbozan pero que son suficientes para darle la necesaria y suficiente dimensión a los personajes secundarios.
El tono premeditadamente teatral se inserta en una estética de thriller antiguo (el jefe dando instrucciones sin develar su rostro), con bruscos desplazamientos de cámara y ocurrentes encuadres con todo y el enfático empleo del campo-contracampo, combinado con una serie de perspectivas llenas de un aroma retro que va desde la música hasta las formas y actitudes de los personajes; el fuera de cuadro se usa de manera permanente, tanto desde una lógica cercana a la sátira como enclavada en el humor negro, incorporando esos diálogos que rayan en el surrealismo (“soy el hermano albino”) y que destilan una particular falsedad que termina por ser convincente, como magistralmente lo vimos en Un hombre sin pasado (2002).
El enfoque optimista no excluye el directo apunte social, en particular el que expresa la contradicción entre los crecientes esfuerzos por detener y apresar a los ilegales, con los sentimientos que se despiertan en las comunidades de conmiseración, sin dejar de ver aquellos que también se inclinan hacia el rechazo dirigido contra los extranjeros, como el chismoso que no se cansa de hablar (Jean-Pierre Léaud) para delatar a un niño respetuoso y comprensivo, encallado en un lugar ajeno que de pronto se va volviendo cercano. Así, se van conformando colonias de excluidos en los márgenes de las urbes que conforman fenómenos como el de la translocalización.
La temática que ronda la necesidad de moverse del lugar de origen, por diferentes motivos, ha sido retratada por el director finés en cintas como Calamari Union (1985), Ariel (1987), Los vaqueros de Leningrado van a América (1989) y Toma tu pañuelo, Tatiana (1994). Incluso en los países nórdicos, usualmente considerados como los más evolucionados del mundo en muchos sentidos, se viven condiciones de marginalidad y, cada vez más, de xenofobia.
Y claro, los milagros existen y son exactamente los mejores eventos para romper con nuestras certezas y con la predeterminación que en ocasiones nos agobia: el vestido amarillo puede volver a usarse; el carrito de la fruta tiene usos impensables y por más inverosímil que parezca, un puerto se puede bañar con la esperanza de recuperar nuestra esencia como especie y olvidarnos un poco del sitio donde nacimos, del color de piel o de la condición social que nos determina, separa y encasilla, en lugar de aprovechar y disfrutar nuestras diferencias.