Archive for febrero 2009

SÓLO UN SUEÑO: LA OTRA BELLEZA AMERICANA

28 febrero 2009

Ser una actriz teatral o vivir un poco a la deriva en París, quizá escribiendo, mientras se disfruta cada minuto con intensidad. Pero llega la normalidad: te casas, consigues un trabajo que te da un buen sustento económico, compras una linda casita en los suburbios, convives con los vecinos iguales que tú; te dedicas al hogar, tienes dos hermosos hijos, atiendes al marido como se debe. Y esta normalidad no tiene absolutamente nada de malo, excepto que está muy lejos de tus sueños.

Detrás de la fachada impecable, la desolación de las alcobas: insatisfacción laboral a todo lo que da, repitiendo el esquema no deseado del padre; hijos que prácticamente no aparecen; infidelidades que ahondan el estado anímico depresivo; incapacidad para mantener una comunicación funcional; en síntesis, una situación de vida en permanente estado de infelicidad. Éste es el matrimonio de los Wheeler: la frustrada aún con convicciones April (Kate Winslet) y el empleado ya domesticado por el status quo Frank (Leonardo DiCaprio), en constante tensión relacional.

Pero dentro del sofocante equilibrio renace la idea del viejo sueño, al tiempo que el desquiciado hijo (Michael Shannon) de la mujer que les vendió la casa (Kathy Bates),  suelta sentencias que todos pensaban y nadie decía, con cierto dejo poético que, como bien sabemos, es la forma más cercana a expresar la verdad. Una simple idea convertida en decisión por tomar parece tener el poder de cambiarlo todo, hasta que otros sucesos se van interponiendo justo en la REM, la etapa más profunda del sueño.

Basada en la novela de Richard Yates, escrita en 1961, y dirigida por Sam Mendes, Sólo un sueño (Revolutionary Road, EU-GB, 08) es una dramática inmersión a la vida matrimonial y su paulatino desmoronamiento, en la línea de la grandiosa Secretos de un matrimonio (Bergman, 74) y el derrumbe al revés visto en 5 x 2 (Ozon, 04). El director británico vuelve a retratar la falsa Belleza americana (99) pero ahora sin un dejo de humor, ni siquiera negro. Se apuesta por un realismo que se resiste en todo momento a caer en el melodrama sobre todo gracias al diseño de los personajes y a las consistentes interpretaciones de Winslet y DiCaprio, ya salvados del hundimiento del Titanic y en plena madurez actoral.

La cámara del solvente Roger Deakins –fotógrafo de cabecera de los Coen- funciona como exacto soporte al desenvolvimiento de los actores y sus contextos cerrados, básicamente la casa. El manejo de las distancias es completamente expresivo y alude tanto a los puntos de vista de los protagonistas como a los momentos cruciales de la historia, como cuando ella está viendo las fotos o está parada frente a la cortina con la gota de sangre; la sobria iluminación y los serenos desplazamientos, contribuyen a centrar la atención en la pareja y su inexorable erosión.

El retrato de los años cincuenta se plantea más en los momentos de convivencia que desde una perspectiva social: fuera de las secuencias del viaje al trabajo, alguna referencia a los beatniks (¿vas ir a Tánger?), el nacimiento del boom de las computadoras y ciertas pistas musicales, la época se refleja en las costumbres propias de la clase media norteamericana de los suburbios y desde luego, en el diseño de arte: vestuario cuidadoso y escenografías que de inmediato nos remiten a los años de la posguerra.

Estamos frente a otro Camino a la perdición (02), nunca revolucionario, en el que un Soldado anónimo (05) de la era industrial intenta acomodarse a pesar del vacío que invade hasta su propia intimidad. Con flashbacks que enfatizan los momentos de felicidad imposibles de volver a vivir y música sentida del viejo cómplice Thomas Newman (Wall-E), exacto en la reiteración pianística, la historia fluye por la capacidad de envolvernos y, en una de ésas, funcionar como espejo.

Mejor bajar el volumen del aparato auditivo en un lugar donde nadie sabe callarse y sentarse a pensar: todos hablan y nadie escucha; todos dicen y nadie reflexiona. Eso puede dar miedo y confirmar que se trata sólo de un sueño.

NUEVE AÑOS DE ALUCINE

Empezó a finales de febrero del año 2000 con un texto sobre Belleza americana, justamente; desde entonces, en la columna se ha tratado de compartir puntos de vista acerca de todo tipo de cine, sin distingos de ningún tipo. Vale la pena reiterar que he escrito siempre con completa libertad y que las opiniones vertidas aquí responden a mi criterio, nada más.

Agradezco a todas las personas en el periódico que han hecho posible este noveno cumpleaños y en especial a todos los ojos que han recorrido estas palabras mientras acuerdan o disienten de lo aquí expresado. Alucine es un niño hecho y derecho con ganas de seguir creciendo.

Nos leemos después.

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ENTREGA DEL OSCAR 2009

25 febrero 2009

Como sucedió el año pasado, en el que se premiaron actrices y actores no estadounidenses, la Academia sigue mirando hacia fuera porque si bien se exageró con las nominaciones para El curioso caso de Benjamin Button, la premiación terminó favoreciendo a una película que se desarrolla en la India, cuyo director es británico y que tuvo serios problemas de financiamiento, según se dice, por quererle imponer ciertos criterios mercadológicamente reduccionistas con los que se siguen guiando algunos productores.

Quisiera ser millonario ganó los 4 premios más cinematográficos, por así llamarlos: dirección, fotografía, guión adaptado y edición; además, se llevó otros tantos correspondientes al componente sonoro, salvo la edición de sonido. El resultado, ahora sí congruente, fue que se llevara el Oscar a la mejor película: significativo resultó el hecho de que una muchedumbre fuera a recoger el premio, rodeando al productor que, a diferencia de varios de sus colegas, tuvo el suficiente olfato para identificar el potencial de esta cinta.

La premiación volvió a mirar hacia fuera para reconocer a una española y a una inglesa como mejores actrices. Penélope Cruz tuvo el tino de mencionar a Woody Allen, quien además de su genialidad, tiene una involuntaria capacidad para dirigir mujeres y catapultarlas al Oscar. El triunfo de Kate Winslet era sólo cuestión de tiempo, tras estar una y otra vez en la mira de las nominaciones: más allá de este premio, se trata de una de las actrices imprescindible de nuestro tiempo.

Pero Hollywood no olvida la importancia que tiene el star system: ahora la innovación fue una serie de presentaciones personales que ganadores anteriores hacían de los candidatos: hasta el rudísimo De Niro le entró al quite para presentar a otro de su misma calaña, Sean Penn, quien se apuntó su segundo Oscar y no desperdició la oportunidad para hacer su declaración política: Milk también se llevó, vía Dustin Lance Black, el reconocimiento por guión adaptado.

Uno de los momentos más esperados era la cantada premiación póstuma para Heath Ledger, quien le dio una innovadora dimensión al villano comiquero en una película que se apuntaba con mayores oportunidades para llevarse algo más, aparte del premio por edición de sonido, a Ciudad Gótica: parece que las votaciones terminaron por estar de acuerdo con cierto sector de la crítica que desdeñó la propuesta de Christopher Nolan.

Dos obras notables fueron también obvias ganadoras en sus respectivas categorías: Wall-E y el documental El equilibrista (Man On Wire), que aún no se estrena comercialmente en México. Japón, a través de Okuribito, dirigida por Yojiro Takita y de La Maison en petits cubes de Kunio Katô, obtuvo un par de Oscares por película extranjera y por corto animado, respectivamente: se lavan un poco los errores de no considerar durante 50 años los trabajos nipones y, en estas nominaciones, los de los maestros Miyazaki y Oshii.

Por su parte, el multinominado film de David Fincher se quedó, como cabría suponer, con Oscares vinculados a la propuesta visual: diseño de arte, maquillaje y efectos especiales; el de vestuario fue a parar a manos de La Duquesa, confirmando el gusto por las películas de época en las que por lo menos uno sale pensando en lo bonito que estaba el vestido de la protagonista. Spielzeuglandde de Mochen Alexander Freydank y Smile Pinki de Megan Mylan ganaron en las categorías de corto de ficción y de documental.

Hugh Jackman, por su parte, salió bien librado del paquetito, poniendo en juego su experiencia previa en estas lides y su indudable simpatía: no todos los galanes son insoportables. Una lástima que volvamos a los tiempos en los que la celebración de la Academia se anticipe al estreno de la mayoría de las películas nominadas.

Nos leemos después.

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REBELIONES

21 febrero 2009

REBELIONES

Las más efectivas usualmente vienen desde adentro: algún grupo inconforme con el curso de los acontecimientos, con la forma de liderazgo o con los objetivos que se han ido planteando, ajenos a los ideales originales… o quizá simplemente porque ellos no son los mandones. Un par de cintas en las que seguimos a sendos grupos de complotistas y que tienen en común, extrañamente, a un actor versátil y experimentado que gusta hacerla de todo: Bill Nighy.

OPERACIÓN VALQUIRIA

Recreación histórica del famoso intento por asesinar a Adolfo Hitler, entre algunos más que consignan los libros, en el que se vieron involucrados varios miembros del ejército nazi y un grupo de civiles. Dirigida por el especialista en cine comiquero Bryan Singer, Operación Valquiria (Valkyria, EU, 08) se sustenta en el proceso de planeación de un atentado que atravesó por diversos obstáculos para a fin de cuentas, fracasar estrepitosamente.

A pesar de cierto maniqueísmo y un afán más descriptivo que analítico, acaso porque no podía ser de otra forma, el director de Sospechosos comunes (95) logra entregar un funcional thriller político no obstante contar con varios elementos en contra: una historia cuyo desenlace todos conocemos; una temática que puede saturar al espectador desde hace algún tiempo; la presencia de una megaestrella que bien puede estar en plan cooperativo o controlador y, finalmente, un género que normalmente deja inconforme a la mayoría de los espectadores.

Tom Cruise convence en el papel central y se nota bien arropado por un cuadro solvente de actores (Tom Wilkinson, Kenneth Branagh; Terence Stamp); la puesta en escena aprovecha consigue crear las atmósferas necesarias; el diseño de arte logra trasladarnos a la época y el desarrollo del film es fluido y con momentos de genuina tensión, gracias a un dinámico movimiento de cámaras, siempre en el lugar justo, y a una edición que sabe cuándo darle continuidad o detenerse un poco en la escena.

Cierto, se extraña una mayor toma de riesgos para ahondar sobre las aún confusas motivaciones de los complotistas. Al terminar de ver al film, invade la sensación de lo caprichosa que puede ser la historia, un poco como las valquirias wagnerianas, y de qué forma se va tejiendo el curso de los acontecimientos de tal forma que tan sólo un pequeño cambio, uno solo, hubiera significado una transformación absoluta del mundo como lo conocemos hoy.

INFRAMUNDO: LA REBELIÓN DE LOS LYCANS

Tercera entrega de la saga, ahora sin la necesaria presencia de Kate Beckinsale, quien sólo hace un cameo, que funciona más bien como un antecedente de la tensión desatada entre vampiros y licántropos, junto a las demás especies –humanos incluidos- que alcanza proporciones interminables, por aquello de que a unos les cuesta trabajo morirse y otros van mutando a la primera provocación y como dirían  los clásicos, se traen ganas pero de las malas.

Dirigida por Patrick Tatopoulos, Inframundo: La rebelión de los Lycans (EU, 08) nos ubica en una típica estructura feudal, esclavismo incluido, en la que los vampiros funcionan como los señores que se supone protegen a los humanos de los salvajes lobos del bosque, mientras que van creando una tercera raza –mezcla de humano con lobo- para que los sirvan. Como cabría esperar, el primero de los Lycons empieza a rebelarse, se enamora de la hija predilecta del chupasangre mayor y se arma la revuelta.

La historia de liberación mil veces contada adquiere aquí un tono fantástico que no le viene mal. Si bien la cinta no trasciende su condición dominguera, resulta un buen esfuerzo desde la apuesta visual, el diseño tanto de interiores como del escenario externo y en cuanto a las batallas, siempre en penumbras y dinámicamente coreografiadas, manteniendo cierta adrenalina. Inframundo continúa en esa búsqueda para constituirse en franquicia que sea recordada más allá de los círculos del cine de horror y fantástico.

Nos leemos después.

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THE DEARS: SABOREANDO LA DERROTA

18 febrero 2009

Basada en un pop expansivo, la propuesta de este enjambre de Montreal formado en 1995 y lidereado por Murray Lightburn, nos visita también este fin de semana para presentarnos Missiles (08), su más reciente propuesta. Debutaron con End of a Hollywood Bedtime Story (00), al que le siguió un álbum arqueológico: Nor The Dahlias: The Dears 1995-1998 (01), recuperando su trayectoria de aquellos años.

Con No Cities Left (04), confirmaron su capacidad para abarcar un rango sonoro amplio, desde cierto nervio exaltado hasta una elegante melancolía, como se puede apreciar en el álbum grabado en vivo desde Los Ángeles en el 2005. El reconocimiento en un contexto más amplio llegaría con el diverso Gang of Losers (06), viaje por contrastantes parajes del mundo pop que va regalando sorpresas.

 

BEIRUT: VIAJE SONORO DE LOS BALCANES A PARÍS Y DE AHÍ, A OAXACA

18 febrero 2009

Interesantes experiencias auditivas surgen de la combinación de estilos y tendencias. El inabarcable territorio de la música popular, conformado por sonidos regionales con larga historia y propuestas de alcance global –como el rock o el jazz- no termina de estarse quieto ni, afortunadamente, en paz: los encuentros entre diferentes y en apariencia distantes formas de expresión y manifestación sonoras, continúan regalándonos sorpresas inesperadas, justo cuando suponíamos que las modas imponían la idea de la homogeneización.

Ejemplo de ello es Beirut, la banda comandada por el veinteañero Zach Condon, joven originario de Nuevo México pero con el alma puesta en Europa del Este o en todas partes donde va escuchando músicas escapadas de los sentimientos de la gente; acaso asumiéndose gitano de incansable trote extraviado en el Imperio, este explorador parece preparar su equipaje afilando oreja e instrumentos para soltarse a elaborar pócimas auditivas de inesperados resultados.

Gulag Orkestar (06) representó un torbellino de sincretismo auditivo: entre polkas intervenidas por influjos de indie-pop, uno no sabía si de pronto estaba en medio de alguna película de Kusturica tipo Underground (95) y Gato negro, gato blanco (97), o si de plano alguna caravana gitana de épocas perdidas o una banda tipo No Smoking Orchestra, habían invadido las bocinas para hacer de las suyas sobre identificables estructuras armónicas para los escuchas occidentales. Como afirmaba EMusic, se trata del mejor disco indie-rock del siglo XIX.

El álbum viaja del gozo festivo con abundancia instrumental, al sufrimiento expresado en líneas vocales que no ceden ante el dolor: uno puede pasar del baile intenso a la tristeza del recuerdo sin darse demasiada cuenta. Una obra que funciona también como pasaporte de salida hacia regiones geográficas en apariencia distantes, donde nos podríamos encontrar a Gogol Bordello, pero al fin más cercanas por la capacidad de expresar iguales sensaciones.

Justo el director de Tiempo de gitanos (89) y del documental Super 8 (01), acerca de la música de los Balcanes, y Goran Bregovic, su músico de cabecera, fueron unos de los causantes que este joven multiinstrumentista, que de pronto recuerda mucho a David Byrne, dejara que su corazón se fugara hacia aquella región con todo y sus insistentes metales, tal como se plasma en el EP Lon Gisland (07), disco que continuaba con solidez la travesía iniciada por su predecesor.

En forma inmediata apareció The Flying Club Cup (07), el segundo largo ahora con una pequeña ayuda de los amigos de quien a estas alturas apenas había rebasado las dos décadas de vida. Ukeleles, mandolinas, vientos, acordeones y metales en un ambiente de cabaret sin Ute Lemper pero sí con Rufus Wainright en cuanto al dramatismo de la voz (de acuerdo a SPIN), fueron los elementos que se combinaron con una notoria presencia de la chanson francesa (Nantes, La benlieue, Cherbourg), incluyendo el apoyo fotográfico,  y de cierto eco mariachi-trompetero. La nueva pócima volvía a funcionar a pesar de carecer del factor sorpresa, exprimido al máximo en su debut.

Recientemente Condon sacó una especie de doble EP -según dijo en entrevista para la revista UNCUT- titulado March of the Zapotec / Holland (09), en el que participó una banda oaxaqueña y donde refuerza su interés etnográfico por manifestaciones musicales en apariencia ajenas a su radar; la otra mitad se despliega a partir de un synthpop más bien escapista.

Con toda esta carga de expresiones musicales, Beirut se presenta en México para brindar un par de conciertos que prometen convertirse en un viaje por las entrañas de regiones con voces propias, saturadas de afectos contrastantes.

LAS FLORES DEL CEREZO: SUCESOS EFÍMEROS, RECUERDOS PERMANENTES

14 febrero 2009

La muerte del ser más próximo conduce irremediablemente a la tristeza y a la angustia de no volver a mirar el mundo de la misma forma. Sin embargo, cabe la posibilidad de la transformación personal y buscar, en apariencia de forma solitaria, la vivencia de los deseos incumplidos y lejanos, en su momento, de la persona que se fue o que quizá espera, desde algún estado en suspenso, ver cumplidos sus sueños a través de quien se queda: incluso poder, con la fuerza de la imaginación o la fe, hacerse de alguna manera presente para despedirse.

Dirigida con sensibilidad y regocijo por la experimentada directora alemana Doris Dörrie (Nadie me quiere, 94; Desnudos, 02), Las flores del cerezo (Alemania-Francia, 08) sigue a un metódico y rutinario teutón de provincia (Elmar Wepper) que se queda dolorosamente viudo después de visitar, con su esposa (Hannelore Elsner), a los distantes hijos. Atrapado en la soledad y la tristeza, iniciará un reconocimiento póstumo de su mujer, esa fiera enjaulada, a través de un proceso de comprensión vital que lo llevará hasta Japón, donde vive su otro hijo también atrapado en la lógica laboral y donde siempre quiso estar su pareja.

La realizadora alemana vuelve para proponer a Japón, tras la notable Iluminación garantizada (2000), como terreno de búsqueda y muestra una vez más su capacidad para profundizar en la psicología masculina como lo hiciera en su famosa comedia Hombres (85), que la colocó como realizadora visible del cine europeo. Con cámara directa, combina tomas cerradas en las que los personajes y sus contextos cercanos se desarrollan, así como panorámicas de las ciudades y de la grandiosa timidez del monte Fuji, resistente a mostrarse en los primeros encuentros.

Múltiples temáticas se van entrecruzando conforme avanza la trama, además de la ruptura generacional entre padres e hijos, mirándose como extraños e incapaces de mostrar lo que sentían hace años; mientras que los nietos, instalados en el siglo XXI, tienden todavía a un mayor aislamiento emocional. Más empatía recibirán de la novia de la hija, como más cercanía encontrará el viudo, ya en Japón y perdido en la traducción (Coppola, 05), con la joven bailarina callejera de la danza Butoh (Aya Irizuki), pasión de su esposa.

El espíritu de Ozu, el gran maestro japonés de la minimalista comedia familiar, sobrevuela a través de su Historia de Tokio (53), inspiración reconocida por la propia directora teutona, quien enfatiza los contrastes entre Alemania y Japón –occidente y oriente-, insertados en el progreso pero con diferentes resquicios para mirar hacia la trascendencia: contraste del lugar de origen con la cosmopolita Berlín o la bulliciosa capital nipona, entre los edificios interminables y la celebración de las tradiciones.

Las lágrimas caen en el pañuelo o se deslizan mientras se desarrolla la danza, como oportunidad única para dialogar con la sombra cual personaje independiente y con voluntad propia; la música de Claus Bantzer se inserta continuamente en los trances emotivos del hombre ahora solitario con vestimenta femenina como compañía oculta, en camino de la comprensión propia y de la mujer retratada en todas las fases de la gestualización.

La belleza como estado efímero encuentra en las flores del cerezo una celebración a su transitoriedad, en contraste con los recuerdos, usualmente permanentes y presentes. Pero también la fugacidad se refleja en la pasión por vivir todo en un instante como la mosca que ha escapado de la mano para cumplir su inmediato destino cotidiano. Aún después de la muerte, se presenta la oportunidad de reencontrarse en esa belleza calladamente construida, silenciosamente bailada.

Una pareja de viejos que como dos rollos de col, colocados juntos, han sido sorprendidos por la muerte que avisa su llegada a uno pero visita primero a la otra. De cualquier manera, tendrán la oportunidad de danzar juntos, desde distintos mundos, entrelazados con las sombras que los reflejan, que los trascienden. Una película hermosa.

Nos leemos después.

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ALANIS MORISSETTE: SABOREANDO EL CONFLICTO

13 febrero 2009

Ottawa, la pequeña capital del gigante país de la flor de maple, recibió a Alanis el 1 de junio de 1974, cobijada por una familia católica. Nueve años después, la pequeña niña empezaba a escribir sus primeras canciones y al año siguiente hizo su primer sencillo con su marca. A los dieciocho años grabó un par de álbumes de corte adolescente: Alanis (91) y Now is the Time (92).

Después de mudarse a Los Ángeles firma su primer sencillo en forma, You Oughta Know, que anticipó la aparición de Jagged Little Pill (95), álbum que nada más vendió ¡28 millones de copias!, al que le seguiría Supposed Former Infatuation Junkie (98). Con desarrollado sentido para la melodía, las canciones tomaban estructuras pop que permitían el desarrollo de una vocal que se volvía inconfundible.

En ambos casos, se planteaban los principales ejes temáticos de la cantante: relación de pareja, desde el dolor del abandono hasta la calma aparente, transitando por el machismo, el divorcio, la indiferencia y la decepción; la relación familiar, de la generación de culpas a la calidez materna, incluyendo vivencias en algún colegio católico; ironías y constancia de experiencias con los demás, consigo misma, con su estancia en la India. Mensajes que a pesar de no alcanzar grandes alturas poéticas, conectaban con el escucha, siempre viviendo situaciones similares, desde una perspectiva fieramente femenina.

Un álbum acústico aparecido en 1999 precedió a Under Rug Swept (02), obra más bien de corte transicional, y a So-Called Chaos (04), en el que recuperaba parte del sello que la caracterizó a mediados de los noventa, cuando se le vinculaba a un paso del selecto grupo de cantautoras conformado por Tori Amos, Fionna Apple, Björk y PJ Harvey, entre otras.

Un recopilatorio titulado The Collection (05) incluyó, además de los éxitos de rigor, algunas colaboraciones para películas como Dogma, en la que participó como actriz, Ciudad de Ángeles y de-Lovely. Ahora, en un tono más analítico, dejando el despecho como veta creativa e incorporando cierta estética electrónica, nos presenta  Flavors of Entanglement (08), trabajo en el que se asume ciudadana planetaria y en el que parece disfrutar los (sin)sabores del conflicto relacional.

TIEMPO DE PERDÓN

11 febrero 2009

En el contexto de la llamada Comisión de la verdad y la reconciliación en Sudáfrica, revisada desde otra perspectiva en aquella película titulada En mi tierra (Boorman, 04), se vivieron historias que profundizaban en la naturaleza humana en cuanto a su capacidad de perdón: una sociedad partida entre la necesidad de venganza y la posibilidad de reconciliarse como especie, buscando trascender y acabar con la espiral de violencia iniciada por el gobierno totalitario y racista.

Dirigida por Ian Gabriel, Tiempo de perdón (Forgiveness, Sudáfrica, 04) coloca a una familia frente al asesino de uno de sus miembros, quien ha vuelto para asumir su culpa y esperar, en primer término, perdonarse a sí mismo. El dolor y la aceptación de los padres contrastan con la predecible agresión de los dos hijos, quienes se vuelcan contra el recién llegado al grado de urdir un plan con la ayuda de tres amigos de su hermano. En una escenografía tan desolada como el estado anímico de los personajes, cabe la posibilidad de transformación, aunque sea imposible olvidar por completo.

Nos leemos después.

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TRES MONOS: NO VEO, NO OIGO, NO HABLO

11 febrero 2009

BUSCANDO CULPABLES

Un par de películas que aluden, en diferentes contextos, a la tentación de la inocencia de la que hablaba Pascal Bruckner y, en sentido opuesto, a la actitud de asumir la responsabilidad por los hechos cometidos. Una como parte del programa de la 50ª. Muestra Internacional de Cine y la otra disponible en los videoclubes de la Ciudad.

TRES MONOS: NO VEO, NO OIGO, NO HABLO

Un político abusivo y perdedor (Ercan Kesal) atropella a un hombre y le pide a su chofer (Yavuz Bingül) que asuma la culpa con un pago de por medio; éste acepta y deja a su esposa (Hatice Aslan) y a su joven hijo (Ahmet Rifat Ungar) para pagar la condena de nueve meses. La premisa de arranque desatará una serie de eventos culposos en lo que los cuatro involucrados se enfrentarán a sus propias pasiones, ambiciones, recuerdos y consecuencias de sus actos.

Dirigida por Nuri Bilge Ceylan (Nubes de mayo, 99; Lejano, 02; Los climas, 06) el cineasta turco más reconocido del momento, Tres monos: no veo, no oigo, no hablo (Turquía-Francia-Italia, 06) es una intromisión a la vida de una familia nuclear con secretos y equilibrio apenas sostenido, afectada por un suceso que sacará a flote un caos relacional en el que la estabilidad se pondrá duramente a prueba: la madre sacrificada después auto denigrándose; el hijo en suspenso vital sin trabajar ni estudiar y el padre tras las rejas soportando las propias sospechas.

Las culpas transferidas se reflejan en la combinación de planos cerrados con aperturas mirando al mar, combinando los tonos verdes apagados de los interiores con un colorido realista que se asoma por las ventanas; encuadres de elocuencia absoluta y de una belleza tan depresiva como liberadora, rescatada por ciertos apuntes de humor notablemente insertados. De pronto, ciertos desenfoques combinados con efectos de ralentización que anteceden un nuevo curso de la historia, iniciada con la paulatina oscuridad total para dejar que el sonido refiera al suceso desencadenante.

Entre amaneceres y atardeceres, desplazamientos del tren y tormentas que anuncian decisiones arriesgadas, los acontecimientos van desdoblándose para buscar el punto de origen, influenciados por la presencia del fantasma infantil y hasta por el, en apariencia intrascendente, mesero del salón de té (Cafer Köse). La sabiduría de los monos que se niegan a decir, ver y oír, en esos angustiantes silencios y puertas cerradas sólo para aparentar lo que ya todos suponen.

Nos leemos después.

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CORALINE: MEJOR LA GRIS REALIDAD QUE LA COLORIDA FANTASÍA

7 febrero 2009

A la memoria de Filemón Cázares, quien nunca dejó de invitarnos a mundos imposibles

Con los lentes bien puestos, que me hicieron recordar a los ratones del corto Viaje a la luna de Wallace & Gromit, mis tres pequeños acompañantes se acomodaban expectantes para disfrutar la nueva película de Henry Selick, el director responsable de la famosa y casi siempre de moda El extraño mundo de Jack (93), así como de Jim y el durazno gigante (96) y de Monkeyboone (00), también considerando la idea de otros mundos (im)posibles. Cuidadoso al extremo con sus proyectos, ahora retoma una historia escrita por Neil Gaiman, de quien recientemente se adaptó El misterio de la estrella (Vaughn, 07).

Seguimos a Coraline (Dakota Fanning / Ximena Sariñana), una niña que se muda a una vieja casona con sus padres, quienes están muy ocupados frente a la computadora y por ende, resultan bastante aburridos (cualquier parecido…). Pronto descubrirá una puerta que la lleva a un mundo paralelo con los mismos personajes en el que, faltaba más, ella es el centro de atención y donde todo resulta muy divertido y satisfactorio.

Pero como frente a tanta belleza uno tiende a dudar, sobre todo en los tiempos que corren, nuestra pequeña Coraline en su país de maravillas empezará a percatarse de algunas cosas que no checan, como los ojos de botón que tienen hasta las ranas. Al parecer los mundos que en primera instancia resultan atrayentes, esconden peligros sólo detectados cuando ya es demasiado tarde: mejor la gris realidad salpicada de rutinas interminables y de platos de acelgas.

Con esta premisa que recoge elementos de Hansel & Gretel, La historia sin fin de Michael Ende (esas invasiones de la nada), El Mago de Oz, la seminal Alicia con todo y su gato guía, y que recuerda las peripecias de Chihiro y su viaje, Selick construye un relato de aventuras y horror que en efecto logró ponerle los pelos de punta a mis acompañantes quienes, no obstante, no podían dejar de observar no sólo el desarrollo de los acontecimientos, sino el absorbente despliegue visual del film, potenciado por escapadas de la pantalla de ciertos elementos.

Aprovechando la técnica del stop motion para formato 3D con alta definición, Coraline y la puerta secreta (EU, 08), apuesta por una orgánica puesta en escena que combina con plasticidad tanto los fondos y las coreografías como los personajes, incluyendo a los extraños vecinos con rasgos expresionistas: un niño parlanchín regañado por su abuela; un par de actrices atemporales y un cirquero entrenados de ratones, además de una nutrida presencia de insectos, aves, flores y hasta algunas almas infantiles en pena.

El contrastante uso de los colores y el notable trabajo de edición tanto visual como sonora, así como las múltiples angulaciones de la cámara, le dan al relato un dinamismo intenso, sobre todo hacia la segunda parte, que remedian en buena medida la ausencia de humor y la poca simpatía de la protagonista, una niña que está dejando de serlo y que reciente la falta de atención de sus padres: ella bastante mandona y él como viviendo en su propia realidad paralela.

“Mejor nos quitamos los lentes para que no nos dé tanto miedo”, planteaban mis fieles compañeros, para rematar: “Hoy nos dormimos contigo papá.” Como podrán imaginar, lo que su servidor pensó en ese momento fue en escaparse al mundo paralelo de Coraline a realizar labores de jardinería, tocar el piano, esbozar una sonrisa anodina o algo así. En mis ensoñaciones, pensaba que ahora los niños podrían valorar a sus aburridos padres que, con todo, terminan por obsequiar los guantes cual símbolo de que no todo está perdido.

ABUNDANCIA FÍLMICA

Como ya se ha hecho sana tradición en nuestra Ciudad, esta época del año es la mejor en cuanto a materia fílmica se refiere. Por una parte, llegan a cartelera las películas consideradas para el Oscar y, por la otra, aterriza la Muestra Internacional de Cine, ahora en su quincuagésima edición que marca la despedida de Juan Meliá al frente del Instituto y a quien le deseamos mucha suerte en su próximo gran compromiso. Además, está la oferta del cineclub de la Casa de la Cultura coordinado por Gerardo Mares, ahora dándoles un breve repasada al musical. Hay un tiempo para todo: ahora parece ser Tiempo de Cine.

Nos leemos después.

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