Con este telenovelero título analizamos un par de cintas que combinan ciencia ficción, romance y drama: sus protagonistas parecen estar predestinados pero la ruptura de los planes aparece en forma de una mujer y de una droga que cambian el curso de los acontecimientos. Dos hombres moviéndose entre las estructuras para alcanzar sus respectivos fines, ambos relacionados con el poder político: uno renunciando a él porque el amor es más fuerte que la costumbre y otro buscándolo en una carrera frenética por alcanzar fama y aplauso.
AMOR MATA POLÍTICA
Una nueva película basada en los intrincados, paranoicos y fascinantes relatos de Philip K. Dick, sin alcanzar los niveles de Blade Runner (Scott, 82), El vengador del futuro (Verhoeven, 90), Sentencia previa (Spielberg, 02) y Una mirada a la oscuridad (Linklater, 06) pero más consistente que otras como El impostor (Fleder, 02), Paycheck (Woo, 03) o El vidente (Tamahori, 07). En este caso, se adapta el relato The Adjustmen Team, en el que un grupo de burócratas entre siniestros y angelicales de traje y sombrero formal, recordando a los hombres grises de Momo de Michael Ende, controlan lo justo para que la humanidad no termine por desbarrancarse, según ellos.
Tienen todo pensado en sus cuadernos interactivos, conteniendo sentimientos y obedeciendo los dictados del jerárquicamente superior sin chistar, casi siempre. Ahora el plan dicta que un joven congresista está llamado a ser presidente, hasta que una bailarina de carrera prometedora, que por alguna razón poco explicada se cuela en bodas nomás porque sí, se convierte en el luminoso objeto del deseo cuya presencia bastará para que el ascendente político ya no busque con ahínco el reconocimiento público: sus necesidades afectivas quedarían cubiertas en su propia casa y ya no habría motivo para esforzarse en la carrera rumbo a la Casa Blanca.
Los agentes del destino (The Adjustment Bureau, EU, 11) se decanta por el romance aderezado con tintes de thriller, acaso dejando de lado la poderosa idea de la predestinación y la incapacidad de la especie humana por mantener un estado de civilidad, al fin dependiendo de una superestructura que controla sin controlar y que domina sin dominar, haciéndonos creer que nosotros sí tomamos las decisiones fundamentales de nuestras vidas: he ahí el viejo dilema de si el individuo determina o está condicionado y hasta qué grado.
La cuidadosa puesta en escena en un contexto neoyorquino, vuelto laberinto por las puertas que llevan a realidades paralelas o bien distantes, como en Monsters Inc. (Docter y Silerman, 01), así como las secuencias de persecuciones y de las rupturas entre los estoicos amantes, se entrelazan con pretendidas intenciones de construir un relato que no abandona la importancia de sus propios protagonistas e incluso de los imperturbables agentes, con todo y la pétrea actuación del gran Terence Stamp.
La funcional dirección de George Nolfi, también responsable del guión, permite que el filme se desarrolle con fluidez, mientras que Matt Damon y Emily Blunt logran hacer creíble el romance puesto a prueba en múltiples ocasiones, dirigiéndose a destinos desconocidos y manteniendo una confianza a prueba de la racionalidad más elemental: lo único que queda, en efecto, es la posibilidad de tomar riesgos y de decidir que se quiere decidir lo que no está previamente decidido.
POLÍTICA MATA AMOR
Un escritor en crisis de identidad se topa con una droga maravillosa que facilita el uso casi total de su cerebro y tras volverse toda una monada, decide entrar a las enturbiadas aguas del mundo empresarial y político, mientras es perseguido por un prestamista de armas tomar, un misterioso sujeto y la Ley por un crimen que no queda del todo resuelto. Basada en la novela de Alan Glynn y dirigida Neil Burger, Sin límites (Limitless, EU, 11) es una exploración de las posibilidades racionales del ser humano en una sociedad que premia más la fama que el talento, más el poder político y económico que el comportamiento ético.
El traslado de la novela pierde coherencia en la pantalla: faltan explicaciones, las resoluciones no siempre son consistentes y el desenlace se empobrece, desperdiciando un potencial narrativo mucho mayor que lo que terminamos viendo, muy acorde con el desperdicio de capacidad intelectual que nos aqueja como especie. Un riesgo queda claro: el crecimiento en la capacidad racional se acentúa si dicho desarrollo no se empata con criterios éticos. El cerebro a tope permite usar la información en contexto, integrar saberes para lograr resolver situaciones y aprovechar todo conocimiento para generar nuevas posibilidades.
La apuesta visual de una cámara penetrante como si se tratara de una mente con enorme agudeza, así como el contraste de texturas para representar estados anímicos alterados, permite darle un dinamismo al film que no alcanza a suplir las carencias estructurales de la narración, no obstante los esfuerzos actorales de Bradley Cooper vigilado de cerca por Robert de Niro y los indudables momentos de lograda adrenalina e imaginación.