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DISCOS CINCUENTONES: 1967

21 diciembre 2017

Estamos ante el mejor año de debuts y de la evolución del rock en general del siglo XX, según diversos críticos y la vox populi de la historiografía de este género en constante reconfiguración, expresada justamente en su apertura para recibir sonidos de otras latitudes, marcadamente de la tradición sonora de la India y de géneros como el creciente y renovador free jazz, así como del avant garde emparentado con la música clásica contemporánea. Los tiempos seguían cambiando y el mundo se convulsionaba entre guerras frías y calientes, movimientos sociales y carreras no siempre con destino fijo.

Las primeras semillas del rock progresivo, la psicodelia y sus estados alterados, el folk introduciéndose en corrientes contemporáneas y el garage cual energía siempre a punto de la ruptura. Congruentes con su origen ecléctico e integrador, las propuestas proliferaron de manera contextual y respondiendo al llamado de los tiempos: paz y amor con flores incluidas pero también pesimismo e introspección, sobre todo al momento del agridulce marchitar de esos retoños al final descompuestos o estrellándose ante realidades impasibles.

  1. DEBUTANTES

LOS CLÁSICOS

Velvet Underground, epítome de la banda de culto en la escena de la música popular, entregó el influyente The Velvet Underground & Nico con todo y la suculenta banana warholiana aderezando la portada. Aquí no hay amor y paz, sino navajas atravesadas en la garganta apenas descubiertas en las fiestas del mañana. Las arriesgada temáticas de Reed, la experimentación de Cale, la rítmica de Morrison y la estructura de Tucker, conforman el que quizá sea el mejor disco inicial de la historia. Por su parte, la cantante alemana de gélida y quemante presencia, además de convertirse en toda una Femme Fatale, grabó Chelsea Girl, nombrado así en honor al filme de Warhol e interpretando canciones tanto de sus compañeros como de Jackson Browne, Dylan y Tim Hardin.

The Piper at the Gates of Dawn de unos jóvenes que se hicieron llamar Pink Floyd, derrochó psicodelia sideral en la que Syd Barret parece viajar montado en guitarras que recorren paisajes producto de alucines abrasadores, presentando a una de las bandas más seguidas en la historia del rock. En esa tesitura, The Doors abrió horizontes de percepción para comprender el otro lado con poética encendida de fuegos particulares, en tanto su líder Jim Morrison anunciaba finales inesperados vía el ídem The Doors, con todo y ese órgano inconfundible de taladrante intención; mientras que Are You Experienced fue la entrada propuesta por The Jimi Hendrix Experience, con una innovadora guitarra de negrísimas texturas que nos pone a todos contra las cuerdas de humeante vivencia.

COLORES Y FORMAS DISTORSIONADAS

El californiano Don Van Vliet, personaje clave en la expansión del rock y mejor conocido como Captain Beefheart, se presentó con Safe as Milk, incluyendo en sus filas a un jovencísimo Ry Cooder: la simiente de la intensidad excursionista entre el free jazz y quedaba sembrada para recoger frutos posteriores, entre espejos cóncavos capaces de ofrecer otras realidades. En tanto, el vital No Way Out de The Chocolate Watch Band anticipaba el punk desde un manto de colores fermentados y sonidos provenientes del garage y de un alterado R&B, a partir de un ímpetu primigenio que atravesaba la medianoche. En la línea de alteraciones inciertas, los londinenses conocidos como The Deviants se estrenaron con Ptoof!, onomatopéyico y comiquero con tintes bluseros y psicodélicos, pasados por una buena ración de ácido.

Desde San Francisco, ciudad cuna de revoluciones urbanas sin armas de por medio, el sexteto conocido como Grateful Dead, convertido en símbolo de la contracultura que no obstante sobrellevó bien la paradoja de volverse toda una institución ideológica-musical, entregó el homónimo Grateful Dead; en la línea el quinteto Moby Grape se presentaba con plena escenografía hippie para integrar el country, el blues y el rock de abundancia guitarrera vía el homónimo Moby Grape. Muy cerca de estos rumbos, en Los Ángeles, The Electric Prunes nos recordó con un sensible acento roquero que a pesar de todo, siempre hay mucho qué soñar en la inmediatez vía I Had Too Much to Dream (Last Night).

Liderada por Tom Rapp y formada en Florida, Pearls Before Swine se dio a conocer con One Nation Underground, labrado con aliento lisérgico en donde el folk se encuentra con la psicodelia, también presente con un enfoque más experimental en The Parable of Arable Band, primer lance de The Red Crayola, grupo de Houston con un toque arty que resultó una importante influencia para movimientos posteriores como el punk y el postpunk. The Amboy Dukes, banda de Detroit encabezada por Ted Nugent con permanentes cambios en su alineación, presentó el enérgico y convincente homónimo The Ambody Dukes, plantando semillas para el posterior movimiento guitarrero.

Electric Music for the Mind and Body de los formados en Berkeley Country Joe and the Fish se insertaba en la tendencia de letras alteradas por sustancias mágicas, cargadas de pacifismo en clave de folk sicodélico matizado por vuelos impredecibles, silencios muertos y amores asumidos como libres: el movimiento hippie de San Francisco caminaba entre flores sobre las orejas y vestidos largos con diseños oblicuos. La búsqueda de experimentación electrónica en los territorios del rock multicolor encontró un buen asiento en Cauldron, extravagancia pura firmada por el quinteto Fifty Foot Hose, viajando por el cosmos en una nave digital pero siempre aventurera.

No podía faltar, por partida doble, la presencia capturada del prisma triangular con todo y sus espejos, reflejando figuras multicoloridas en constante cambio; ahí están las bandas tocayas ancladas en la psicodelia y el folk: The Kaleidoscope, formada en Los Ángeles por David Lindley y Chris Arrow, y la ídem Kaleidoscope, surgida en Londres después de algunas mutaciones con Peter Daltrey a la cabeza. Mientras que la primera incorporó elementos étnicos y bluseros con probada capacidad de riesgo expresada en Side Trips, la segunda se enfocó más en el rockfolk como se advierte en el álbum Tangerine Dream, en la línea del cienciaficcional y con tintes orquestales The Story of Simon Simopath, opera prima de Nirvana, grupo conformado por el irlandés Patrick Campbell-Lyons y el griego Alex Spyropoulos.

CANTAUTORES, PROGRES Y CARNALES

Planes en solitario. Inmediatamente después de la ruptura de Them, Van Morrison inició su carrera solista con Blowin’ Your Mind!, a partir del sentido de urgencia necesario para extraviar la cabeza. El ex Byrd Gene Clark presentó el continuista Gen Clark with the Gosdin Brothers, integrando con astucia y sensibiliad el folk, el country y el pop; conformando la Abnuceals Emuukha Electric Symphony Orchestra, Frank Zappa concibió y condujo Lumpy Gravy, considerado su debut solista (sin las madres de la invención) con el respectivo acento experimental basado en la música concreta. Y desde Australia, los Bee Gees, antes de alcanzar la fama por sus discos setenteros, entregaron Bee Gees’1st, armónicamente aromatizado con flores y melancólicos aires pastorales, si bien los hermanos Gibb ya habían realizado algunas grabaciones en su tierra natal.

El poeta quebequense Leonard Cohen irrumpió en el mundo de las grabaciones con el indicativo Songs of Leonard Cohen, regalando diez canciones de fino tejido en clave folk, empapadas de sensualidad y sentido de la pérdida; en tanto, Scott Walker levantó la mano con Scott, obra de carácter orquestal en modalidad sufrida con disfraz de crooner en inicial decadencia, muy a tono con los tiempos que corrían entre amores pequeños con sus consecuentes padecimientos y esperanzas no del todo cumplidas, acaso olvidadas en un recorrido por Ámsterdam. Pronto se revelaría el artista de voz profunda de alcance experimental. Con canciones posteriormente vueltas famosas por otros artistas, la cantautora neoyorquina Laura Nyro entregó el sensible More Than New Discovery, amalgama de folk, soul y pop de delicada factura.

Desde Londres, The Nice incursionó en la fusión de la música clásica con el rock en The Thoughts of Emerlist Davjack, cual primera intentona para consolidar un estilo guiado por los sonidos del órgano del posteriormente afamado Keith Emerson. Los neoyorquinos de Vanilla Fudge se presentaron con algunas versiones de The Beatles, Curtis Mayfield y Sonny Bono, entre otros, con el ídem Vanilla Fudge, aderezado con sonidos entre hardroqueros y protoprogresivos, tapizados por el inconfundible órgano Hammond. De alcance poético y con apuntes de protesta, Pearls Before Swine, comandados por Thomas D. Rapp, se presentó con One Nation Underground, como para perderse en ese jardín de las delicias entre parajes de folk y sicodelia.

Procol Harum, quinteto comandado por Gary Brooker que se había dado a conocer con la bachiana de aliento progresivo A Whiter Shade of Pale (incluida en reimpresiones de su debut), entregó el homónimo Procol Harum, conducido por un órgano travieso, las letras del más allá de Keith Reid y por sonidos prestados del soul, la música de carnaval, el blues y un poco de tonadas clásicas cocinadas a fuego roquero. The Left Banke, por su parte, propuso un sentido melódico a partir de sus famosos sencillos que dan título a su disco inicial, enclavado en el llamado pop barroco con abundancia de cuerdas: Walk Away Renée/Pretty Ballerina.

El virtuoso cuarteto conocido como Traffic, formado en su primera y más brillante encarnación por Winwood, Capaldi, Mason y Wood, entregó el versátil Mr. Fantasy, que igual integraba estéticas teatrales de aliento pastoral que folkpoperas y bluseras con influjos provenientes del naciente rock progresivo y del jazz. Art, otro cuarteto inglés que primero fue The V.I.P.s y después Spooky Tooth, grabó el ecléctico Superantural Fairy Tales, su único álbum bajo este apelativo adornado con chispas de colores que apuntaban hacia la progresión.

Un par de ejemplos de la prolífica relación entre el rock y el blues con sendas obras ídem: Ten Years After, banda originaria de Nottingham con una clara orientación hacia el rockblues, dio un paso al frente comandada por Alvin Lee vía el prometedor homónimo Ten Years After; por esos mismos derroteros, los angelinos de Canned Heat propusieron algunas sólidas versiones de bluseros clásicos complementadas con un corte propio en su igual llamado Canned Heat. Con acento en la integración estilística, The Youngbloods navegó ente el garage, la psicodelia y el folk para iniciar su recorrido con el prometedor ídem The Youngbloods.

JAZZEROS, BLUSEROS Y EXPERIMENTADORES

Peter Brötzmann, el perpetuo y genial saxofonista free jazzero teutón, realizó el intrincado y frenético For Adolphe Sax, originalmente conformado por tres cortes y con una pieza más en su versión en CD. La parodia de Bonzo Dog Doo-Dah Band quedó plasmada en Gorilla, álbum en el que juegan y exageran, sátira de por medio, con sonidos propios de las grandes bandas de jazz, la sicodelia y la beatlemanía generada por el sargento pimienta.

El angelino Morton Subotnick retomó un poema de Yeats para nombrar a su esencial álbum inicial: Silver Apples of the Moon se convirtió en un pilar del desarrollo de la música electrónica, a partir de sus dos cortes por los que se deslizaban los sonidos del sintetizador creado por la innovadora compañía Buchla, así llamada en honor a su fundador. Avance tecnológico, poesía y música en aventurero viaje directo a las zonas oscuras de la luna para cosechar manzanas de inesperadas texturas y sabores.

Bar-Kays también le entró sin pudor al eclecticismo y obsequió el dinámico Soul Fingers, infectado de funk hasta el tuétano y abriendo la puerta a otras manifestaciones para extraviarse en una pista de colores y texturas cambiantes. Menos conocido que otros souleros, James Carr regaló un clásico del género titulado You Got My Mind Messed Up, integrado por sentidas interpretaciones de piezas de otros compositores y una propia, como para confirmar que el alma se alimenta de amor, aunque el inidentificable exceso haga daño.

Quizá los blancos no saben saltar, pero algunos vaya que saben desplazarse por los terrenos del blues: ahí está el ejemplo del oriundo de Mississippi Charlie Musselwhite, quien con su Stand Back! Here Comes Charley Musselwhite’s Southside Band, cayó de pie en el exigente ambiente de Chicago gracias a esos sonidos de armónica que sorprendieron a locales y visitantes. Por esos lares, Muhal Richard Abrams, completo hombre de jazz que igual le entraba a la docencia, presentó Levels and Degrees of Light con la presencia de Anthony Braxton y una nutrida cantidad de músicos; el disco se integró por tres largos cortes, incluyendo lances poéticos y síncopa para internarnos por los misterios de la luz, acaso más recónditos que los de la oscuridad misma.

2. LoveCONTINUADORES

DEL FOLK AL COUNTRY CON ESCALA EN LA PSICODELIA

El maestro Bob Dylan, tras sobrevivir a un accidente de motocicleta, salió de su retiro y entregó John Wesley Harding, recorriéndose más hacia el country y ya superando el falso dilema acústico-eléctrico que nunca se compró. El activista Pete Seeger, en tanto, presentó Abiyoyo and Other Story Songs For Children, uno de los grandes álbumes dedicado a los pequeños, y Waist Deep in the Big Muddy and Other Love Songs, enfocado a los mayorcitos. Tim Hardin entregó canciones como tejidas a mano en su álbum con indicativo título de Tim Hardin 2, al igual que su tocayo Tim Buckley y su segundo disco Goodbye and Hello, pasado por un folk en pleno coqueteo con las formas distorsionadas.

El country-folk-rock encontró sendas crestas de parte de dos asociaciones esenciales de los años sesenta con la influencia de Dylan paseándose por los silencios: Buffalo Springfield entregó Again, segundo álbum que los confirmó como un grupo de ineludible referencia con altas expectativas para elevar el vuelo, no obstante las fracturas entre sus miembros; con sus reconocidos integrantes en plena sinergia, en plena madurez y en completo estado de gracia, The Byrds firmaron el grandioso Younger Than Yesterday, cuarto disco en el que confirmaban que para no morir es necesario seguirse renovando: el tiempo al revés, cual viaje a la semilla. Después algunos de los integrantes de una y otra banda se juntarían para seguir haciendo de las suyas.

Desde el mismísimo Bronx, Blues Magoos le puso sicodelia a Electric Comic Book, segundo álbum en el que nos podemos convertir en viajeros inesperados por los recuadros y globitos de diálogos. Easter Everywhere fue el segundo álbum de 13th Floor Elevators, ocupando una zona de nadie en el edificio de la psicodelia y con aroma internacionalista de oriente e insertando influencias del folk ancestral, los escoceses de The Incredible String Band produjeron The 5000 Spirits or the Layers of the Onion, lanzándose al mundo de lo inmaterial pero a partir de la búsqueda de las raíces más enterradas, quizá rastreando como The Serpent Power, buscando los caminos de la revolución vía su homónimo The Serpent Power, desafiando tradiciones ancestrales.

The Hollies entregaron Evolution, en efecto mostrando avances en capacidad melódica sin dejar esos suspiros sicodélicos que nos regresan a la conclusión de que todos necesitamos, de diferentes formas y personas, un poco de amor. De San Francisco, The Beau Brummels se consolidaba como ese tipo de grupos más influyentes que conocidos: Triangle fue su cuarto álbum, mostrando la solidez de su enfático folkrock aromatizado con sugestivas especias, como para encontrarle la cuadratura al rombo. Mientras, The Young Rascals nos mantenían en sabroso movimiento con Groovin’, respirando épocas en las que se descubrían nuevas formas de moverse en la pista.

DOBLETES Y TRIPLETES

Aunado a su insuperable talento compositivo, aquí en su nivel más elevado y funcionando como grupo cohesionado quizá por última vez, el Sgt. Pepper’s Lonely Hearts Club Band integró con absoluta naturalidad elementos orquestales, sonidos orientales, psicodelia y experimentación para ensanchar en definitiva los márgenes del rock. Además, esta obra cumbre de The Beatles se produjo con métodos innovadores de grabación y se aderezó con la portada más conocida que se haya hecho, enclavada en el contexto: se trata del disco probablemente más importante en la historia de la cultura pop. Aprovechando la burbujeante vena creativa de aquellos meses, también entregaron Magical Mistery Tour, un doble EP con algunos clásicos que podría ser el mejor disco de muchas bandas, resultado de una película para la televisión.

Y en esta lógica de inacabada generación de música, The Rolling Stones grabaron, ahí nomás, tres discos, empezando con el clásico Between the Buttons, afilando letras y composiciones para infectar su R&B con una sensual sofisticación pop: en su versión estadounidense, se incluyeron la sugerente Let´s Spend the Night Together y la balada Ruby Tuesday, después incluidas en Flowers, junto con otras canciones que no habían aparecido en un disco, compuestas entre 1966 y 1967; para cerrar la producción del año, probaron con rítmicas africanas y lances orquestales y roqueros por partes iguales aromatizados con azufre vía Their Satanic Majesties Request, título nobiliario del averno que se les quedó para la posteridad.

Tras colapsar el proyecto discográfico conocido como SMILE, aparecido muchos años después, The Beach Boys se aventuraron por partida doble con Smiley Smile, repleto de pequeñas joyas pop que suenan absolutamente actuales entre héroes y villanos de buena vibra, y con Wild Honey, sazonado con algunas especias del funk y del soul, conservando el habitual sello playero. La psicodelia de San Francisco encontró uno de sus alucines más memorables con Surrealistic Pillow de Jefferson Airplaine, que nos puso a amar a todo mundo mientras veíamos conejo blancos como salidos del mundo de Alicia; todavía se dieron tiempo para realizar After Bathing at Baxter’s, acaso con el fin de terminar de pintar la realidad con imaginativos colores.

Los angelinos de Love se adelantaron a tiempos y espacios con el sorprendente Forever Changes, vuelto manifiesto hippie de cautivantes armonías, bordando el surrealismo que señalaba la sicodélica ruta a seguir: cambiar para siempre; además, grabaron Da Capo, muy cerca del nivel de su predecesor. The Monkees, como para no quedarse atrás de sus colegas ingleses, generaron un trío de álbumes: el pegador More of the Monkees, el consistente Headquarters y el astrológico Pisces, Aquarius, Capricorn & Jones Ltd., como para estar a tono con los designios cósmicos. Fue también el año del escocés Donovan, despachándose con un par de lo mejor de su trayectoria: Mellow Yellow y el doble A Gift From a Flower to a Garden, que en E. U. se editó en dos discos por separado.

Después de su esencial debut (comentado en la primera entrega de la serie), The Jimi Hendrix Experience entregó Axis: Bold as Love, al nivel de su predecesor en claro derroche de talento por las cuerdas, justo para hacernos volar cual Dumbo sin importar el tamaño de las alas. Además de debutar como solista, Frank Zappa perpetró con su proyecto The Mothers of Invention el impredecible y en efecto anárquico Absolutely Free, segundo lance que avienta de manera azarosa, experimental y desfachatada géneros múltiples con el consabido apunte de crítica social. The Doors regresaron pronto tras su grandioso debut con Strange Days, pidiendo amor por partida doble y al fin reconociendo a la gente extraña.

LA ARMADA BRITÁNICA

Discretos y grandiosos como de costumbre, mantuvieron su presencia cada vez más reconocida, a pesar de las sombras que proyectaban sus famosos coetáneos: ahí estuvieron The Kinks y su Something Else, una de sus obras maestras, cargada de un trascendente pop británico entre tardes a las que se les escapa el sol y un humor que muere y revive en algún rostro familiar. Por su parte, The Who entregó el brillante Sell Out, plagado de melodiosas y poderosas canciones en una estética mod y por momentos hardroquera, dándose tiempo para el humor y la sátira social insertada cual anuncio televisivo.

Y Small Faces, inscritos en esta tendencia, propusieron Small Faces (Inmediate), segundo disco que los confirmaba como una banda de referencia de la invasión imperial. En tanto, The Moody Blues entregó Days of Futured Passed, uno de lo discos iniciáticos del progresivo que no negaba sus interacciones con otras texturas sonoras muy propias de la época. Quizá la interacción entre la sicodelia y el blues encontró su ambiente más propicio en Disraeli Gears, disco ya clásico del súper grupo Cream, con todo y los rayos de sol iluminando el amor. En la misma línea, John Mayall & The Bluesbreakers firmaron el consistente A Hard Roady, bluesrock de alcurnia con el convincente sello de la casa.

MÚSICAS NEGRAS EN TIEMPOS DE REBELIÓN

El patriarca Duke Ellington, columna vertebral de la cultura del jazz, recordó etapas maternales con …And His Mother Called Him Bill, poniendo orden con su gran orquesta y rindiéndole homenaje al compositor Billy Strayhorn, de paso trasportándonos a épocas de verdadera brillantez; además, grabó Far East Suite, denotando su sabiduría por las formas y estructuras musicales de largo alcance; Stan Getz realizó el impecable Sweet Rain, uno de sus grandes trabajos en compañía de músicos de altos vuelos como Corea, Tate y Carter, quien también contribuyó en el continuista Schizophrenia, obra que confirmó a Wayne Shorter como uno de los jazzistas llamados a permanecer en el olimpo.

Fallecido a mediados de 1967, John Coltrane dejó uno de las grandes legados en el terreno de la música popular; este año aparecieron cuatro discos: tanto los cósmicos Stellar Regions e Interstellar Space, grandes obras aún considerando su clásico repertorio, que nos trasladaban a intrincadas estrellas de donde finalmente venimos, como Expression y Avant-Garde, para dejar en claro el amplísimo, innovador y profundo registro de uno de los músicos esenciales del siglo XX. Los pianistas McCoy Tyner, quien se mostró de una sola pieza con The Real McCoy Tyner, y el cerebral Bill Evans, en plan de soliloquio, grabó Further Conversations With Myself, lección pianística solo para iniciados.

El que anduvo soltando sonrisas fue Miles Davis, quien con su quinteto entregó Miles Smile y Sorcerer, continuando su incansable recorrido por la innovación jazzera entre los territorios del jazz tonal y el postbop. Año de ensueño para Antonio Carlos Jobim: además de grabar con Frank Sinatra el Francis Albert Sinatra & Antonio Carlos Jobim, nos regaló Wave, uno de los más felices encuentros entre el jazz y el bossa nova, creando una tendencia que invadió todos los espacios sociales: el oleaje de las playas cariocas se mecía en elevadores, salas de espera y demás lugares donde la conversación fluye con dificultad.

Bill DixonLa Bill Dixon Orchestra entregó el inquietante Intents and Purposes, explorando los territorios del free jazz justo en la frontera con la música contemporánea: de pronto nos sumergimos, en efecto, en el mundo de las intenciones y los propósitos que habitan en los diferentes niveles de conciencia. El saxofonista Charles Tyler entretejió con base en las vertientes del free jazz el inesperado Eastern Man Alone, su segundo disco como solista en el que el chelo y los bajos crean atmósferas atrayentes por enrarecidas. La leyenda conocida como Mississippi John Hurt entregó uno de sus grandes discos, enclavado en el blues con aliento country: The Inmortal Mississipi John Hurt en efecto cumplió el designio de su título.

Albert King desplegó sensibilidad y autoconciencia, buscando conjuros a través de la sinceridad en su Born Under a Bad Sign y Otis Reding & Carla Thomas pusieron las cartas sobre la mesa en King & Queen, esencial obra de la discografía soulera. Booker T. & The MG’s nos regaló un doblete: Hip-Hug Her y Back to Back, confirmando su vocación por el género que antepone el alma a cualquier interpretación. Bobby “Blue” Bland pareció recibir designios del más allá y le puso drama y profundidad a su Touch of the Blues, generando seguidores en distintos espectros del gusto musical; en tanto, The Four Tops siguió en esta tesitura con Reach Out, ya alcanzando una fama y reconocimiento a prueba del tiempo, contribuyendo el definitiva al sonido Motown.

ELLA Y ELLAS

Judy Collins nos llevó por campos plasmados de inspiración en Wildflowers y Aretha Franklin contribuyó prodigiosamente con el declarativo I Never Loved a Man the Way I Love You, abriendo con Respect, original de Otis Redding, como clásico indiscutido. Barbra Streisand grabó A Christmas Album y Ella Fitzgerald hizo lo propio con Ella Fitzgerald’s Christmas, capaces de gustarle hasta al mismísimo Grinch. Dolly Parton llegó saludando con Hello, I’m Dolly y Nina Simone mantuvo la intensidad entre angustiosa y rebelde con Nina Simone Sings the Blues, uno de sus álbumes más sentidos y profundos que grabó a lo largo de su accidentada trayectoria.

 

 

 

 

 

LIGUILLA DEL APERTURA 2017 (III): SEMIFINALES EN DESNIVEL

3 diciembre 2017

Con los equipos del norte como favoritos, arrancaron los partidos que definirían a los finalistas del presente certamen: la posibilidad de un desenlace regio se empezó a dibujar desde los inicios de la liguilla, dado el nivel con el que llegaron ambos conjuntos y las dudas que el resto de los equipos clasificados seguía sin despejar. Los pronósticos se hicieron buenos, aunque se esperaba más emoción y resistencia por parte de los rivales en la instancia de semifinales, prácticamente derrotados desde los encuentros de ida en los que fungieron como anfitriones, sobre todo a partir de recibir el tanto en contra.

En los dos primeros enfrentamientos, ambos con marcador idéntico decididos por sendos penales, los visitantes mostraron una superioridad que no alcanzó a reflejarse en una mayor ventaja pero que ya anunciaba el desnivel en el que se encontraban los equipos. Mientras que los regios se mostraban embalados y bien conjuntados, el equipo capitalino, sobre todo, y el michoacano se veían superados, en busca de respuestas sin tener claras las preguntas que les ponían los de enfrente. Para el regreso, la diferencia se desbordó y desafortunadamente tuvimos unas semifinales, para el espectador en general, ausentes de interés y decididas con mucho tiempo de antelación.

MANTENER LA TENDENCIA

El América venía exhibiendo cada vez una menor idea colectiva de juego, no solo reflejada en su falta de gol, sino en la disposición de la mayor parte de los futbolistas para desempeñarse como un sistema integrado: extraviados en el campo, salvaron la eliminatoria frente al Cruz Azul pero muy poco mostraron como para asustar a nadie. Desde la banca tampoco se veían señales claras o soluciones a la mano, sino gestualidades y gritos sin mucho impacto. El cuadro de la UANL tampoco clasificó con facilidad pero mostraba el dominio de un estilo y un enfoque comunitario a la hora de atacar y defender: falibles pero orientados.

La tendencia observada se mantuvo en el enfrentamiento de ambos conjuntos. Las Águilas aterrizaron en su casa para brindar un partido de pena ajena. Ni en la generación de jugadas de peligro, ni en la lucha por el balón y menos en el manejo de la pelota pudieron destacar. El itinerario del vuelo no estaba claro y los errores empezaron a inundar sus intentos por ligar dos o tres servicios; en tanto, los Tigres generaban llegadas y asediaban la puerta rival, pisando y rugiendo fuerte. Tras un primer medio sin goles, muy pronto el marcador reflejó el dominio de la visita gracias a un dudoso penal. Lejos de reaccionar, los de casa siguieron en su modo errático y solo una chilena representó un peligro real para la puerta felina.

Para la vuelta, la intensidad parecía volver al mundo de las Águilas. Sin construir demasiado peligro, pelearon más por la bola y se notaba un mayor convencimiento para buscar los dos goles necesarios. Pero el empuje sin talento colectivo casi nunca es suficiente; menos cuando el equipo de enfrente es superior a ti. La primera parte se fue sin anotaciones pero con oportunidades sobre todo para los de casa. Para el segundo tiempo, muy pronto los Tigres anotaron y el partido seguía igual en términos de lo que tendría que hacer el América. Pero siguiendo la tendencia de su entrenador, la entrega se empezó a convertir en agresión y la primera expulsión terminó por marcar destino, confirmado por una segunda roja: como respuesta, dos goles más para finiquitar el titubeante vuelo del águila que deberá recomponerse en su también maltrecho nido.

INCREMENTAR LA TENDENCIA

El conjunto de Morelia clasificó con más dificultades de lo esperado y pidiendo más o menos la hora, aunque merecidamente, mientras que el Monterrey no tuvo demasiados problemas para avanzar a esta instancia, sobre todo mostrando su poderío al momento de jugar en casa, si bien desde la ida ya contaba con ventaja. Por los visto en el torneo regular y en la fase de cuartos de final, los Rayados aparecían como claros favoritos ante unos Monarcas que ya estaban más lejos de lo que habrían supuesto al inicio del torneo, sobre todo después de salvarse, justamente en el campo de sus ahora rivales.

En el primer encuentro, los de casa salieron a buscar y generaron una primera llegada de peligro que se quedó perdida en el poste; poco a poco los visitantes empezaron a controlar el partido y a inclinar el terreno de juego hasta que vía el penal se fueron arriba en el marcador hacia el final del primer medio, ante el desconcierto del rival que no obstante siguió luchando con entereza a pesar de ser inferiores en funcionamiento colectivo, nómina y demás. Para la segunda parte, poco cambió y se veía más probable el segundo de los del norte que el empate para los michoacanos: manejo de partido, le llaman.

La vuelta terminó por definir la serie demasiado pronto para las expectativas de los visitantes y de quienes quisiéramos haber visto un partido con un poco más de nervio. Antes de la media hora, el Monterrey ya había convertido tres anotaciones y el asunto podía ser de escándalo, sobre todo considerando la instancia en la que se estaba disputando el partido: tanta diferencia entre ambos cuadros mandaba una señal del desnivel en el que también puede caer nuestro fútbol, siempre presumiendo que se trata de una liga muy pareja. Eso sí, el Morelia siguió jugando con honor y a pesar de recibir el cuarto en el segundo tiempo, mantuvo la entrega para cerrar una buena participación si se considera todo el torneo. Los de casa, en tanto, incrementando la tendencia.