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MAX VON SYDOW: EL ACTOR DE LAS MÚLTIPLES MIRADAS

18 marzo 2020

Encarnó al caballero plagado de dudas, entre la desazón frente a la ausencia de Dios y ante la fuerza de satanás; sobre todo, ante la oscuridad de respuestas que le permitiera seguir adelante. También se plantaba con la sabiduría propia de quien al menos entiende lo que se le pregunta, más allá de tener respuestas definitivas, conviviendo con la realidad tajante y los mundos fantásticos en los que las encomiendas resultaban distintas. Con esos ojos caídos siempre reflexivos y un gesto largo de gravedad que de pronto regalaba una sonrisa, parecía entender el papel que le tocaba jugar según la situación presentada, ya fuera ésta urgente o decisiva, apacible o angustiante.

Originario de Lund, Suecia, el bautizado como Max Carl Adolf von Sydow (1929-2020) nació en una familia acomodada y con un entorno cultural favorable, dado que sus padres eran profesores; pronto fue descubriendo su vocación actoral, subiendo a las tablas desde su etapa escolar y estudiando en forma el arte dramático a finales de los años cuarenta del siglo pasado. En esas andaba cuando debutó en el cine bajo la dirección de Alf Sjörberg en Solo una madre (1949) y La señorita Julie (1951). Después de aparecer en Mujer de ningún hombre (Kjellrgren, 1953), se mudó a Malmö a mediados de los cincuenta, en donde entraría en contacto con el maestro Ingmar Bergman: todo cambiaría en definitiva.

Primero montaron una obra teatral y tras rodar Ahí viene el Señor Sleeman (1957), filmarían las obras maestras El séptimo sello (1957) con todo y esa mítica partida de ajedrez contra la muerte (una de mis películas favoritas de siempre); la profundamente evocativa Fresas salvajes (1957) y la confirmatoria en definitiva El manantial y la doncella (1960), cintas que consolidarían a ambos en sus respectivas especialidades. Entre tanto, actuó en El derecho a amar (Pollak, 1956); El cura de Uddarbo (1957), dirigido por Kenne Fant, con quien también participó en El día de la boda (1960) y en Las aventuras de Nils Holgersson (1962), y Spion 503 (Jeppsen, 1958); en este periodo, con Bergman también fue intérprete en Tres almas desnudas (1958), Rabies (1958) y El rostro (1958).

En la primera mitad de la década de los 60’s se mantuvo en su tierra y alrededores, destacando sus sólidas interpretaciones en A través de un espejo (1961) y Luz de invierno (1963), dos cintas integrantes de la llamada trilogía de El silencio de Dios del propio Bergman, con quien volvería a rodar otras tres clásicas a finales de este decenio: La hora del lobo (1968), La vergüenza (1968) y La pasión de Ana (1969), ya entrando en vínculo actoral con Liv Ullman. Un poco antes, se daría a conocer ante el gran público por La historia más grande jamás contada (Stevens, 1965) encarnando ni más ni menos que a Jesús; por el filme de espías ¿Quién es Quiller? (Anderson, 1966) y Hawaii (1966), dirigido por George Roy Hill, en el que asumió el rol de un reverendo junto con Julie Andrews.

CONTRA LAS FUERZAS DEL MÁS ALLÁ

En los años setenta y principios de los ochenta entró en contacto con varios directores de renombre (además de rodar con Bergman El toque [1971]), como John Huston (La carta del Kremlin, 1970; Escape a la victoria, 1981), Sydney Pollack (Los tres días del cóndor, 1975); Francesco Rosi (Excelentísimos cadáveres, 1976; Quo Vadis?, 1985) y Bertrand Tavernier (La muerte en directo, 1980) e incluso se le vio en Foxtrot (1976) de Arturo Ripstein. Abordó la obra y vida de Knut Hamsun en El lobo estepario (Haines, 1974) y en Hamsun (1996) de Jan Troell, quien ya lo había dirigido en Aquí tienes tu vida (1966), Los emigrantes (1971) y La nueva tierra (1972), ambas de largo alcance, Huracán (1979) y El vuelo del águila (1982).

Claro que su papel como el padre Merrin en la obra maestra del terror El exorcista (Friedkin, 1973), buscando liberar a una niña poseída, terminó siendo una especie de síntesis de anteriores interpretaciones vinculadas con el ámbito religioso. Todavía se dio el tiempo de integrarse al elenco de Exorcista II: El Hereje (Boorman, 1977) y terminar la década consolidándose como un consistente actor de reparto para producciones globales y un solvente protagónico para cintas de corte más intimista, mostrando buen registro para encarnar personajes de diverso espectro moral. Su capacidad para parecer ciudadano del mundo, lo llevó a participar en diversas cintas italianas, nórdicas y estadounidenses.

Coqueteó con el naciente cine de súper héroes en Flash (Hodges, 1980), con el subgénero pulp en Conan el Bárbaro (Milius, 1982) y ahora sí en la saga del 007 vía Nunca digas nunca jamás (Kershner, 1983), además de integrarse a algunas series televisivas. Y en estos años ochenta volvió a trabajar con grandes nombres como David Lynch (Dunas, 1984); Woody Allen (Hannah y sus hermanas, 1986), quien declaró que era tan bueno que todos le aplaudían en el rodaje; Andrei Konchalovsky (Tiempo de amar [Duet for One], 1986); Billie August (Pelle, el conquistador, 1987; Las mejores intenciones, 1992; Jerusalem, 1996); Lars von Trier (narrador en Europa, 1991) y Wim Wenders (Hasta el fin del mundo, 1991), entre otros. Además probó suerte tras las cámaras con Katinka (1989) y actuó en Mientras nieva sobre los cedros (Hicks, 1999), la afamada Despertares (Marshall, 1990) y en Padre (Power, 1990), que le valió un premio en Australia.

Durante la última década del siglo pasado combinó su presencia en películas propias de la industria (Juez Dredd, Cannon, 1995) con otras que remitían a sus años en tierras nórdicas, como Conversaciones privadas (1996), realizada por su vieja amiga Liv Ullmann, o producciones europeas como la española Intacto (Fresnadillo, 2001) y la franco-belga Oscar et la dame rose (Schmitt, 2009). Y para el siglo XXI trabajó con Dario Argento (Insmonio, 2001), Steven Spielberg (Sentencia previa, 2002), Uli Edel (El reino del anillo, 2006), Julian Schnabel (El llanto de la mariposa, 2007), Ridley Scott (Robin Hood, 2010) y Martin Scorsese (La isla siniestra, 2010), quien declaró:

“Fue un actor consumado, con un orgullo en su arte y una dedicación a su carrera que he encontrado en muy poca gente en mi vida… tuve la oportunidad de trabajar una vez con él y estuve encantado desde el primer minuto. En el rodaje fue notable y fuera del set era una completo caballero… lo que él e Ingmar Bergman encontraron juntos es más valioso que el oro. Esta noche veré una de estas películas, quizás Shame, La hora del lobo, Los comulgantes o El séptimo sello, y me encontraré sorprendido y asombrado otra vez de nuevo”. (https://cinemania.20minutos.es/noticias/martin-scorsese-se-despide-de-max-von-sydow/)

Ya hacia el final de su carrera, y por no dejar, entregó una gran actuación en Tan fuerte, tan cerca (Daldry, 2011) y le entró sin prejuicios al reparto de Solomon Kane (2009, Bassett), Star Wars: Episodio VII – El despertar de la Fuerza (Abrams, 2015) y a la serie Juego de Tronos (Benioff y Weiss 2015), por supuesto encarnando a un sabio místico, cual cuervo de tres ojos, en clave momento de pasar la estafeta a su joven e inesperado aprendiz. Prestó su voz a Los Simpson y a conocidos videojuego y fue parte del elenco de la estupenda Atrapados: una historia verdadera (Kursk, 2018), dirigida por Thomas Vinterberg; tras nacionalizarse francés en el 2002, vivió sus últimos años en París y murió en la región de Provenza. Uno de los actores fundamentales y de más amplios horizontes, temáticos, estilísticos y dramáticos, en la historia del cine.