ARVO PÄRT: LA MÚSICA COMO EXPANSIÓN DEL ESPÍRITU

by

La mística, entendida a grandes rasgos como las formas de relación e integración que se pueden establecer con Dios, puede encontrar rutas y trayectorias de expresión a través de la música en general y de la sacra en lo particular, con una clara intencionalidad de conectarse con el Altísimo. Tanto en la interpretación como en la composición el diálogo puede quedar establecido para reinventarse por medio de la fuerza vocal, la sensibilidad instrumental o la imbricación de ambas, formando un todo heráldico que apunta hacia la eternidad.
Nacido en Estonia, cuando aún era una nación independiente –ahora lo es de nueva cuenta- Arvo Pärt (1935) empezó a introducirse en el mundo de los sonidos y silencios a la edad de siete años y ya de adolescente compuso sus primeras obras. La influencia temprana provenía sobre todo de los gigantes rusos y de un clasicismo que se instalaba como estilo “permitido” por las autoridades, aunque como bien sabemos, el arte siempre encuentra las rutas de escape para saltarse los reduccionismos burocráticos y autoritarios.
Así, se internó por territorios de carácter más experimental, muy en boga a lo largo de buena parte del siglo XX, como el serialismo, el dodecafonismo y minimalismo, para posteriormente bucear en las profundidades de la música sacra –cantos gregorianos, renacentismo- y convertirse en uno de los músicos vivos más importantes del mundo: la religiosidad particular se funde con una espiritualidad amplia para expresar alabanzas que trascienden los determinismos y se incorporaran al alma orante, en cuanto su posibilidad no solo de hablar, sino de escuchar la voluntad divina.
Después de sus primeras composiciones hacia finales de los años cincuenta (relevantes las dos sonatinas en 1958), durante la siguiente década se desarrolló en el ámbito clásico de la mano de Shostakvich y Prokófiev, dentro del que realizó varias piezas para conjuntos de cuerdas, con la incorporación de las percusiones como elemento distintivo, algunos trabajos orquestales y sus tres primeras sinfonías (63, 66, 71), ya incorporando un cierto toque medieval en la tercera de ellas. A partir de la mitad de los setenta, Pärt bebió de otras influencias y sus horizontes se ampliaron en términos estilísticos, como se deja escuchar en obras fundamentales como Für Alina (76), Tábula Rasa (77) y Spiegel Im Spiegel (78), con fuerte presencia del piano como instrumento básico de referencia.
Las siguientes dos décadas fueron caracterizadas por la preponderancia de las obras corales y religiosas, en las que la intensidad se desplegaba a través de una sensible amalgama de voces humanas con segmentos instrumentales como se advierte en De profundis (80), Stábat Mater (85), Miserere (89), Litany (94) y Alina (99), desarrollada casi como un acto de fe. La invitación de Manfred Eicher a la gran disquera ECM resultó fundamental para el reconocimiento mundial de su obra, todavía no tan conocida entre el gran público de occidente.
Saludó el nuevo milenio, justamente, con Orient & Occident (00) para conjunto de cuerdas y con Lamentate (02) para piano y orquesta, entre otras obras más, con la sensibilidad todavía desbordándose por los canales de la comunión, como se aprecia en su cuarta sinfonía que llegó en el 2008, en la que se permite regresar a esta forma de carácter más orquestal. La música del estoniano se ha utilizado en numerosos filmes, dado su carácter fuertemente evocativo y que remite de inmediato a la floración de los sentimientos que la puesta en imágenes busca provocar.

CONCIERTO EN LEÓN
Con Virgencita bajo el brazo, la composición que nos va a regalar a todos los mexicanos en honor a la Guadalupana, según ha trascendido, Arvo Pärt parece que sí estará presente en el concierto que el Coro de Cámara Filarmónico de Estonia y la Orquesta de Cámara Tallinn brindará el jueves 18 de octubre en el Teatro del Bicentenario, oportunidad única en nuestra Ciudad para disfrutar y conmoverse con la presencia de una figura monumental del mundo de la música, uno de los visitantes más distinguidos que hemos tenido por nuestros rumbos.
El programa incluye Fratres (77), pieza que ha recibido varios tratamientos instrumentales a lo largo de los años: se trata de una pieza de carácter dialógico, por momentos susurrante y en ocasiones exultante; Cantus in Memory of Benjamin Britten, con su tono de melancólico homenaje con todo y repicar de campana distante; Adam’s Lament, compuesta en el 2009 para coro mixto y orquesta de cuerdas, en la que recupera un texto de los lamentos del monje San Silouan el Athonita por la pérdida del paraíso; Salve Regina, orientada a la fuerza coral de redención absoluta y Te Deum (84-86), composición de intensidades profundas que expresan con claridad el agradecimiento al Creador, entre voces firmes y cuerdas efervescentes.
Un concierto imprescindible que dejará su impronta en la Ciudad como uno de los momentos más memorables de nuestra urbana historia cultural.

Etiquetas: ,

Deja un comentario