LOS DISCOS DEL 2010

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Vamos a dar un paseo sonoro, más amplio que profundo, por algunos de los discos que se presentaron en este año por terminar y que dejaron audibles huellas en nuestras agobiadas memorias.

MUJERES AL BORDE
Con su ácido folk barroco y desgranando el arpa cual ángel terrenal, Joanna Newsom realizó el inabarcable Have One On Me, álbum triple de 18 piezas que terminó siendo el disco del año para la revista UNCUT. Con la desgracia a cuestas de haber perdido a su esposo, Corinne Bailey Rae grabó The Sea, alcanzando las cuotas de intensidad que sólo las obras-bálsamo acostumbran aportar; por su parte, Jannelle Monáe tomó a todo mundo por sorpresa con The ArchAndroid, desarrollado entre las fronteras del R&B, el Soul y la teatralidad que el caso exige. Otra grata sorpresa, ésta desde una estética gótica, fue Zola Jesus con Stridulum, en el que Nika Roza Danilova destila enigmas.
Dos pares de hermanas: las veteranas Wilson y las Casady; las primeras bajo el nombre de Heart regresaron a la escena mostrando energía con Red Velvet Car y las segundas, conocidas como Cocoroise, se aventuraron a una expedición marítima con el expansivo Grey Oceans, embarcadas en soportes acústicos y electrónicos de acento folk. La reina del asfalto intercultural, M.I.A., continuó con la construcción de su frondosa propuesta urbana en MAYA, al tiempo que KT Tunstall mantuvo el nivel con Tiger Suit y Kate Nash, hija de las redes sociales, mantuvo el furor adolescente en My Best friend Is You, al igual que Laura Marling, apenas iniciando los veintes, dando paso firme con I Speak Because I Can.
En el espléndido Love And its Opposite, Tracey Thorn plantea reflexiones sobre la quinta década de vida, en la que aparece la necesidad de volver a tomar decisiones que parecían haberse sedimentado, en particular las relacionadas con el matrimonio y la familia. Elizabeth Cook muestra capacidad rimadora en Welder y la joven sueca Robyn (ahora que están de moda por Wikileaks) nos pone en movimiento con Body Talk, al tiempo que Taylor Swift expande fronteras del country y nos da una orden clara con Speak Now.
Con más experiencia en estas lides, Sheryl Crow vuelve a la cruz de su parroquia en 100 Miles From Memphis; Sarah McLachlan se nos fue a los cuernos de la luna con Laws of Illusion y la anglonigeriana Sade nos reclutó suavemente con Soldier of Love. La gran Mavis Staples, en complicidad con Jeff Tweedy, se permitió recordarnos, con el alma puesta en la voz, de la importancia de saber voltear a nuestro alrededor, vía su obra You Are Not Alone.

ENTRE LA RIMA Y EL SAMPLEO
Sir Lucious Left Foot… The Son of Chico Dusty, debut en solitario de Big Boi, la mitad de Outkast, lo muestra en plena forma para el cochambre sonoro; ahora sí con un regreso a la altura de las expectativas, Eminem presentó Recovery en pleno análisis de la vida a la mitad del camino, mientras que Drake, actor canadiense debutante en estos menesteres, grabó el sentido Thank Me Later. Lil Wayne se confesó en el digital I Am Not a Human Being y el creador de éxitos radiales The-Dream entregó Love King, la tercera parte su oda al amor.
The Roots continuaron su contestataria trayectoria primero solos con How I Got Over, una obra mayor, y después bien acompañados por John Legend con Wake Up!, conjunto de clásicos souleros de los 70´s que reciben aquí un contundente tratamiento. Ya cerca del final del año, volvió a aparecer Kanye West, sin ningún problema de autoestima, con el imaginativo My Beautiful Dark Twisted Fantasy, álbum del año para Rolling Stone y Spin. Con la rima desenvainada, Rick Ross cocinó desde Florida su Teflon Don y el productor El-P ensambló Weareallgoingtoburninhellmegamixxx3 (así es el título) con su acostumbrada búsqueda innovadora.

DE TECLADOS, BYTES Y SECUENCIAS
El dueto Crystal Castles vuelve a titular su disco simplemente como su nombre, tejiendo una electrónica de intrincado diseño, mientras que Robert Hood, oriundo y pieza clave del tecno made in Detroit, plasmó en Omega una especie de soundtrack para el último ser humano, con dedicatorias a Dios y enclavado en un minimal postindustrialismo muy acorde a los tiempos que corren, en los que el mundo puede convertirse en un videojuego musicalizado por Daft Punk y denominado Tron Legacy. La asociación entre The Orb y David Gilmour cristalizó en el etéreo Metallic Spheres.
Formas sonoras en apariencia contradictorias se pueden encontrar en Cosmogramm de Flying Lotus, explorando posibilidades múltiples y expandiéndose a sonidos contrastantes: uno de los discos del año, al igual que el exquisito Swim de Caribou, obra en la que se dan la mano las notas musicales con los números cual lenguajes en continua intercomunicación. Four Tet buscó estructuras amigables en There Is Love in You, en franca declaración elogiosa y Matthew Dear nos invitó, con vocal pausadamente grave, a un recorrido justo cuando va anocheciendo en Dark City.
Hot Chip produjo One Life Stand, álbum más reflexivo y entretejido con elementos acústicos, sin abandonar del todo el espíritu festivo. Una de las asociaciones clave de la electrónica postmilenaria, los hermanos suecos identificados como The Knife, siguieron explorando posibilidades combinatorias en Tomorrow, In a Year, con todo y toque operístico. Y cual dúo dinámico, Hurts se presenta en el universo del synthpop, el cual estuvo marcado por el regreso de los grandes de OMD con History of Modern, a través de su álbum Happiness, de anunciada intención.

ENTRE LA SICODELIA, EL POP LUMINOSO Y EL FOLK EN EBULLICIÓN
The Soundcarries, cuarteto de Notthingham, continuó con su pop de sinuosa iluminación jazzera en Celeste, ubicado en la ruta abierta por Belle & Sebastian, quienes ahora nos regalaron el sugerente Write About Love. Y en estos terrenos del pop con tintes de ensoñación, Beach House nos condujo por caminos soleados con su efectiva sencillez desparramada en Teen Dream, similares a los que propone Best Coast en Crazy for You y su premeditada baja fidelidad: sueños adolescentes y enamoramientos sin meditación, ¡qué tiempos aquellos! dirían los clásicos, cuando todavía se podía ver el mundo en colores inexistentes.
Para rematar, con su King of the Beach, Wavves nos invita a darnos una efusiva vuelta por la zona costera de preferencia siempre y cuando sea californiana, igual para encontrarnos con el disco homónimo de los talentosamente precoces Avi Buffalo, el debut adolescente del año; primerizos también los de Surfer Blood que se presentaron con Astro Coast para inundar Palm Beach. Kings of Leon, ya en plan de estrellas, nos llevan al atardecer en Come Around Sundown con su épica folk. Los noctámbulos de fin de semana, Vampire Weekend, mantuvieron el colmillo afilado y fresco en Contra.
Para continuar con un poco de sicodelia enmarcada en estructuras pop, se dejó escuchar Of Montreal con su False Priest y los viajes sonoros sin moverse de la silla con todo y felicitaciones que propone MGMT en su barroco Congratulations; ya entrados en gastos, Yeasayer deslumbró con Odd Blood, álbum lleno de matices y texturas multidimensionales. Con su álbum homónimo, The Drums nos invitan a refrescar nuestro ritmo vital y los muy animados personajes de Gorillaz hacen lo propio en Plastic Beach, especie de trayecto por una realidad virtual adornada con palmeras inesperadas.
En los terrenos del folk y del country alternativo, The Tallest Man on Earth plasmó The Wild Hunt con una calidez contrastante con su tierra sueca, de donde surgió el disco Fields de Junip, proyecto lidereado por Jose Gonzalez (seguramente el sueco con el nombre menos sueco del país). El folk con el sello de la casa de Sam Amidon se dejó escuchar en I See the Sign y el territorio country sirvió de marco para que Jamey Johnson propusiera The Guitar Song.
Exorcizando demonios internos y de los alrededores, John Grant se abrió de capa y conciencia en Queen of Denmark (número 1 para MOJO), mientras que Phosphorescent miró a la tradición reposada con aires de nostalgia en Here´s To Talking It Easy. Midlake sigue sembrando y ya cosechando obras como The Courage of Others y el joven Conor J. O’Brien, conocido por su proyecto Villagers, visitó las sombras en Becoming a Jackal, de oscuras intensidades.

DUETOS MIXTOS Y SONIDOS CON AROMA A MAPLE
Sleigh Bells debutan con Treats, álbum que le inyecta al pop saludables dosis de sicodelia, experimentación, escándalo y quietud a la vez: como ver a un grupo de porristas en plena ruptura de rutinas buscando alguna señal en el cielo, al parecer sí encontrada por Goldfrapp en Head First, álbum en el que vuelven a enchufarse desde una perspectiva más melódica y con reconocible empleo de teclados más propio de los grupos de electropop: las nubes no impiden que el sol ilumine los tonos rosas.
En este tenor, The Weepies contribuyen para que los enamorados –y los no tanto- se den la mano y caminen a dulzón paso rítmico con Be My Thrill. She & Him, integrado por M. Ward y Zooey Deschanel, la princesa alternativa, propuso la secuela titulada Vol. 2, en clave de country/folk. Continuó la muy fecunda relación entre Isobel Campbell & Mark Lanegan en Hawk, muestra del bueno ojo que permite levantar sensibles vuelos.
Desde Canadá, Shapes and Sizes, cuarteto de Victoria, presentó Candle to Your Eyes, enclavado en la tradición del indie con guitarras angulosas y vocales de peligro latente. Bajo la idea de que el talento también se reproduce en multitud The New Pornographers firmaron Together con una muy agradecible carga de optimismo y el colectivo de Toronto Broken Social Scene, contribuyó con Forgiveness Rock Record, como para volver a unir la rota escena social a través de un trayecto por diversas estaciones sonoras de texturas jugosas y lúdico dinamismo. Por ahí también retumbaron acordes envueltos en las atmósferas de The Besnard Lakes y su Are the Roaring Night y de Sufjan Stevens con The Age Of Adz.
También de Toronto, los Cowboys Junkies mantuvieron sólida presencia con el estupendo Renmin Park: The Nomad Series Vol. 1, inicio de un prometedor proyecto. Y los que ya demostraron que no son promesa sino poderosa e incendiaria realidad, son los siete magníficos de Arcade Fire, quienes con el brillante The Suburbs nos han llevado por los recuerdos del barrio y de paso han firmado uno de los discos del año. Doug Paisley recorrió en solitario la pradera americana acompañado de su obra Constant Companion y de Vancouver nos llegó la psicodelia envoltoria de Black Mountain y su Wilderness Heart.

MÁS SABEN POR VIEJOS
De vez en cuando aparecen discos que más allá de su valor musical se convierten en celebraciones vitales. Un hombre extraviado en un oscuro laberinto ha visto la luz en alguna de las salidas. Pieza clave de la irrupción sicodélica en el rock, Roky Erickson firmó en complicidad con Okkervil River y tras quince años de doloroso silencio, True Love Cast Out All Evil. En este sentido, Neil Young se encerró con su guitarra, la imagen de su esposa y el productor Daniel Lanois para grabar el poderosamente íntimo Le Noise; con American VI: Ain´t No Grave, se cierra la imprescindible serie de Johnny Cash en colaboración con Rick Rubin.
Grinderman presenta su opus 2: Nick Cave y secuaces cual vieja manada de lobos que aún sabe enseñar los dientes y aullar sin pensárselo demasiado a la mitad de la sala de tu casa. En plan rompedor, también apareció Tom Petty & The Heartbreakers con el energético bluesrock de Mojo, así como Richard Thompson, fundador de Fairport Convention, con Dream Attick, que recoge canciones en vivo con el sello de la casa oliendo a campiña encendida. Otro regreso fue el del poeta y activista Gil Scott-Heron con I´m New Here, tras 16 años de ausencia. El blues tuvo en el joven de 74 años Buddy Guy uno de sus sonidos distintivos, a través del adiposo Living Proof.
Originado en el programa televisivo de Elvis Costello, Elton John & Leon Russell grabaron The Union, con el talentoso apoyo en las letras del viejo cómplice Bernie Taupin. También integrando fuerzas y estilos, el excéntrico explorador Robert Wyatt se juntó con Gilad Atzmon y con Ros Stephen para grabar Fort he Ghost Within, entre jazz, tango y rap de los confines del mundo. Con aires renovados a partir del nuevo milenio, Graham Parker ahora nos regala Imaginary Television, con su acostumbrado pop metabólico y con tonos dylanianos, John Mellencamp firmó No Better Than This.
Robert Plant continuó su paseo por Nashville y alrededores en el magnífico Band of Joy; ocho años pasaron para que Peter Wolf levantara la mano con el entusiasta Midnight Souvenirs. Los dos puntales del primer Roxy Music se aventuraron en este año con sendas obras: Brian Eno, además de sus conocidas labores de súper productor, firmó Small Craft on a Milk Sea regresando al formato de canción y Brian Ferry presentó Olympia, confirmando su sitio en el hogar de los dioses rockeros e irradiando clase en cada corte. Paul Weller continúa en gran momento creativo como lo confirma el agitador Wake Up the Nation.
Peter Gabriel demostró que un disco de versiones no responde necesariamente a una falta de creatividad, sino al contrario, de posibilidad exploratoria: en Scratch My Back, coloca por delante su capacidad interpretativa y reinventa orquestalmente, reconocimiento incluido también como acto de humildad, grandes canciones; por su parte, Phil Collins rompió el silencio para regodearse con el sonido Motwon en Going Back, al igual que Huey Lewis & The News con el sello Stax vía su álbum Soulsville; en esta ruta de las versiones, Neil Diamond culminó un proyecto largamente anhelado con Dreams y Eric Clapton volvió tras cinco años sin grabar en solitario con disco ídem, articulado a partir de visiones personales de obras ajenas sólo de nombre.

UN POCO DE INDISPENSABLE JAZZ
A media luz, sonidos exquisitos en compañía especial con músicos de excepción: Keith Jarret / Charlie Haden acompañan sutiles lances románticos en Jasmine, y Charles Loyd Quartet nos deja reflejarnos en Mirror, con todo y sentida versión de La llorona. Para hacer un recorrido lingüístico, Bobby McFerrin funge como guía de turistas de lujo en VOCAbuLarieS y Jacky Terrasson nos empuja a la tradición y más allá en Push. The Bad Plus siguen la consigna de su álbum Never Stop para seguir formando un triángulo de inagotada vibra neoyorquina.
Brad Mehldau presentó Highway Rider, uno de los discos del año, mientras que Pat Metheny por ahí anduvo con Orchestrion. Cuatro grandes tríos: Davis/Laubrock/Sorey propusieron el racional e intangible Paradoxical Frog, un poco en la misma línea que Remembrance, obra para internarse en el bosque nevado de absorbente belleza, cortesía del pianista noruego Ketil Bjørnstad; Jason Moran volvió a demostrar su condición de sumeteclas imprescindible en Ten, obra de exigente estética, al igual que Whirl, álbum de Fred Hersch y Flying Toward the Song de Geri Allen, más percusiva que nunca.
Con esa capacidad para rebasar nuestra posibilidad de escucha, John Zorn es uno de los pilares de la vanguardia musical: inabarcable, este año grabó como solista, en el trío Moonchild y con sus proyectos Masada: The Book of Angels y Filmworks. El guitarrista Marc Ribot se sumergió en la pantalla real e imaginaria con Silent Movies, mientrs que su colega Bill Frisell nos mandaba a mundos oníricos en Beautiful Dreamers para extraviarnos con Lost In A Dream, álbum en vivo con derroche de talentoso diálogo facilitado por la batería de Paul Motian.

ALREDEDOR DEL MUNDO
Desde África, King Sunny Adé tejió Bábá Mo Túndé, el venerable Salif Keita elucubró La Différence y Ali Farka Touré & Toumani Diabate sumaron sensibilidades y talentos en el maravilloso Ali & Toumani, de póstuma aparición. La veterana orquesta Konono No. 1, lidereada por Mawangu Mingiedi y tocando siempre con instrumentos hechos de partes usadas de coches, megáfonos y lo que se tenga a la mano, siguió iluminando fiestas de todas partes desde el Congo con Assume Crash Position
Chieftains se integró con Ry Cooder, ese explorador incansable de vetas sonoras sin geografías cerradas para rendir tributo en San Patricio. El francés Yann Tiersen debutó en disquera estadounidense con Dust Lane, mientras que el argentino Dino Saluzzi siguió trayendo los vientos pamperos con El encuentro. Desde Madrid, Delorean nos traslada a las fiestas de relajada sofisticación con Subiza, álbum enclavado en el Glo-Fi con harta presencia de teclados, voces como pasadas por filtros múltiples sostenidos por una rítmica que exige seguimiento.

CONSOLIDANDO
Los neoyorquinos The Walkmen lanzaron Lisbon, su sexto álbum en el que mantienen la tensión afilada entre pasajes de tirante parsimonia; sus coterráneos de Interpol presentaron disco homónimo entre oscuridades que miran a sus inicios; Spoon acometió Transference, su séptimo disco, con la concisión que dan los años de continuo aprendizaje en los terrenos del rock sin adjetivos, en los que también anduvieron Black Rebel Motorcycle Club con su Beat the Devil’s Tatoo y los Manic Street Preachers, llegando con la energía inalterada a su décimo álbum, el retratista joven de espíritu Postcards From a Young Man.
Con High Violet, The National mantiene ese tono de áspera melancolía confrontada con elocuentes melodías, y de paso firma uno de los discos clave del año. Por su parte de Band of Horses, continua recorriendo la llanura americana por sus rutas pop con Neil Young como faro orientador, ahora vía Infinite Arms. Bright Eyes nos cuenta historias de bar en tono de comedia negra y regresos confusos en One Jug of Wine, Two Vessels; Damien Jurado muestra un bosque contemplativo pero de tupida armonización en Saint Bartlett.
Deerhunter terminaron por convencer con uno de los discos del año, Halcyon Diggest, de la misma manera en que The Black Keys rasparon cuerdas y gargantas con el intenso Brothers, otra obra clave del 2010 que nos dejó escuchar la tercera apuesta de LCD Soundsystem llamada This is Happening: en efecto, James Murphy se ha vuelto todo un suceso. Xiu Xiu lanzó un dardo cargado de angustia llamado Dear God I Hate Myself a partir de sonidos experimentales con un dramatismo incisivo que parece no encontrar consuelo, como en Swanlights, la trémula propuesta del eterno doliente Antony and the Johnsons.
Tindersticks va en Falling Down A Mountain de una oscuridad jazzeada a una apertura de miradas que se mantiene entre el nervio y la penumbra, justo cuando Eels nos propone mirar hacia el futuro en Tomorrow Morning, álbum que confirma el prolífico momento de la banda y cuando The Hold Steady continúa regalándonos algunas de las mejores letras del circuito en Heaven Is Whenever. Excediendo límites carreteros, Drive-By Truckers siguen aventando lámina en The Big To-Do y Los Lobos se mantienen dentro de la estética de la tercera nación, que subsiste entre los dos vecinos distantes, vía su disco Tin Can Trust.

DESPEGANDO
En su segunda obra titulada Hidden (disco del año para la revista NME), These New Puritans se formaron en la fila del rock de vanguardia, al igual que Foals y su Total Life Forever, buscando ser los nuevos Radiohead, con las proporciones guardadas; Klaxons transitaron en Surfing the Void por la delgada línea del new rave, etiqueta que sintetiza su amalgama aún por explorar. Siguiendo los pasos del jefe Bruce Springsteen, quien recuperó canciones del cajón en The Promise, The Gaslight Anthem grabaron el urgente American Slang.
Horse Feathers nos saca al campo para andarse entre las ramas a través de un folk aderezado con cuerdas aliento barroco en Thistled Spring y Titus Andronicus revisan la guerra civil norteamericana en Monitor; Menomena abre espacios para las explosiones guitarreras, vocal nasal y un piano convencido en Mines, mientras que Gorilla Manor muestra la capacidad melódica en ascenso de Local Natives, con todo y su bienvenido pleonasmo. En Home Acress, el cuarteto Aloha siguen compartiendo un fuego reparador de discreto tinte progresivo pero ahora con una marimba que brilla con el sol y el dueto angelino No Age se interna a zonas de independencia en Everything in Between.
The Coral nos convence de ver el mundo a colores con su Butterfly House, álbum que los coloca como banda constante y sonante del siglo XXI, como Blonde Redhead, el ahora trío ítalo-japonés asentado en Nueva York que nos presenta con aire cosmopolita Penny Sparkle. Ariel Ariel Pink´s Haunted Graffiti nos presenta Before Today, álbum de sonoridades viajeras de territorios psicodélicos al pop ochentero y rumbo a enclaves del postpunk y del hedonismo setentero con frecuente uso de sintetizadores de baja fidelidad (Chillwave le llaman). Y para ponernos en plan más intenso, The Dillinger Escape Plan se derrite en el galvanizado Option Paralysis, que debería traer una recomendación de no intentar cantar así en la regadera, por el bien de la salud de los vecinos.

REGRESANDO Y BUSCANDO
Después de nueve años, Superchunk vuelve al combate con la fiereza de siempre en Majesty Shreeding. Edwyn Collins revive literalmente con el fantástico Losing Sleep, y los viejos punketos y postpunketos y lo que siga de The Fall siguen moviendo cabezas con Your Future, Our Clutter. Swans regresa con plena intensidad desparramada en el absorbente My Father Will Guide Me Up A Rope To the Sky, primer disco del milenio para un grupo clave de los noventa, activo desde los primeros ochenta.
Teenage Fan Club iluminó las zonas escondidas de la luz con Shadows, tras cinco años de paciente elucubración. El gordazo Meat Loaf apareció sorpresivamente con Hang Cool Teddy Bear, aún con el espíritu teatral que lo llevó fuera del infierno.
Solistas: Philip Selway (Radiohead) buscó resquicios cercanos en Familial, mientras que Fran Healy (Travis), hizo lo propio en Wreckorder; Brandon Flowers (Killers) siguió en el tapete verde con Flamingo y Ed Kowalczyk (Live) debutó con Alive. Maximum Balloon es el proyecto de Dave Sitek (TV On the Radio), quien se estrena con disco ídem poblado por invitados de alcurnia. Jónsi (Sigur Rós) nos regaló un inusitado optimismo en Go, disco emocionalmente hermoso y genuinamente reparador. El milproyectos y aventurero hiperactivo Mike Patton entra a un mundo orquestal y circense en italiano con Mondo Cane, de evidente espíritu felliniano.

Asociaciones: The Dead Weather trasciende más allá de la brillante ocurrencia para alcanzar su opus 2: Sea of Cowards. La asociación entre Danger Mouse and Sparklehorse produjo Dark Night of the Soul, camaleónico álbum que integra, cual collage orgánico, un cuerpo que se desprende en la oscuridad y brilla con luz propia, con todo y la presencia de David Lynch y una despedida para Mark Linkous y Vic Chesnutt: ambos decidieron terminar con sus vidas. El mismo peligroso ratón hizo dupla con James Mercer (Shins) para conformar Broken Bells, cuyo primer fruto fue un álbum homónimo de gustosa asimilación.

Terminamos. Más música y menos calamidades para el 2011.

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11 respuestas to “LOS DISCOS DEL 2010”

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